8 de noviembre de 2009

La mala influencia de Obama

De todas las explicaciones acerca del Premio Nobel de Barack Obama, el que sonó más verdadero provino del presidente francés Nicolas Sarkozy. Imprime el sello del retorno de Estados Unidos al corazón de los pueblos del mundo. En otras palabras, ésta fue la manera en que Europa le dijo a Estados Unidos, de nuevo te amamos, algo así como esas extrañas ceremonias de renovación de votos que celebran las parejas luego de sobrevivir una mala racha.

Ahora que Europa y Estados Unidos están oficialmente re-unidos, parece que vale la pena preguntar: ¿Necesariamente eso es algo bueno? El Comité del Nobel, que otorgó el premio porque Obama adoptó la diplomacia multilateral, evidentemente está convencido de que el compromiso estadunidense en el escenario mundial implica un triunfo de la paz y la justicia. No estoy tan segura. Luego de nueve meses en la administración, es evidente el historial de Obama como jugador global. Una y otra vez, los negociadores estadunidenses han elegido no fortalecer las leyes internacionales y los protocolos, sino más bien debilitarlos, muchas veces han encabezado a otros países ricos en una carrera hacia abajo.

Comencemos donde hay más en riesgo: el cambio climático. Durante los años de Bush, los políticos europeos se diferenciaron de Estados Unidos al expresar un inquebrantable compromiso con el Protocolo de Kyoto. Así, mientras Estados Unidos incrementaba sus emisiones de carbono en 20 por ciento de los niveles de 1990, los países de la Unión Europea redujeron los suyos en 2 por ciento. Nada estelar, pero claramente un caso en el cual la separación con respecto a Estados Unidos aportó beneficios tangibles para el planeta.

Adelántele en moción rápida hasta las negociaciones climáticas donde había mucho en riesgo, que acaban de culminar en Bangkok. Se suponía que las pláticas llevarían a un acuerdo en Copenhague en diciembre, que fortalecería significativamente el Protocolo de Kyoto. En vez, Estados Unidos, la Unión Europea y el resto de los países desarrollados formaron un solo bloque que llamaba a abandonar Kyoto y remplazarlo. Ahí donde Kyoto ponía claras y vinculantes metas para reducir las emisiones, el plan estadunidense establecería que cada país decida cuánto reducir, luego someta sus planes a un monitoreo internacional (con nada más que buenos deseos para asegurar que todo esto mantenga la temperatura por debajo de niveles catastróficos). Y ahí donde Kyoto claramente asignaba el peso de la responsabilidad sobre los países ricos que crearon la crisis climática, el nuevo plan trata por igual a todos los países.

Este tipo de propuestas débiles no sorprendían del todo viniendo de Estados Unidos. Lo que resultaba escandaloso era la repentina unidad del mundo rico alrededor de este plan, incluyendo a muchos países que antes habían cantado alabanzas a Kyoto. Y había más traiciones: la Unión Europea, que había anunciado que gastaría de 19 mil millones a 35 mil millones de dólares al año para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático, llegó a Bangkok con una oferta mucho menor, una que se asemejaba más al compromiso estadunidense de... nada. Antonio Hill, de Oxfam, resumió así las negociaciones: Cuando sonó el disparo de salida, se volvió una carrera por llegar hasta abajo, con los países ricos debilitando los compromisos existentes bajo el marco internacional.

No es la primera vez que un retorno tan celebrado a la mesa de negociaciones acaba con la mesa volcada, con las leyes y las convenciones internacionales, que se ganaron con mucho esfuerzo, esparcidas por el suelo. Estados Unidos jugó un papel similar en la Conferencia sobre Racismo de Naciones Unidas que tuvo lugar en Ginebra, en abril. Luego de lograr que se suprimiera todo tipo de cosas del texto de negociación –ninguna referencia a Israel o los palestinos, nada acerca de las compensaciones a los esclavos, etcétera–, la administración de Obama de todos modos decidió boicotearlo, bajo el argumento de que el nuevo texto reafirmaba el documento adoptado en 2001 en Durban, Sudáfrica.

Fue una excusa pobre, pero había cierta lógica en ella, ya que Estados Unidos nunca firmó el texto original de 2001. Lo que no tuvo lógica fue la ola de retiros del mundo rico, en imitación a Estados Unidos. En un lapso de 48 horas del anuncio estadunidense, Italia, Australia, Alemania, Holanda, Nueva Zelanda y Polonia se habían retirado. A diferencia de Estados Unidos, todos estos gobiernos habían firmado la declaración de 2001, así que no había razón alguna para objetar un documento que lo reafirmaba. No importaba. Al igual que con las negociaciones del cambio climático, alinearse con Obama, con su impecable reputación, era una manera fácil de evitar agobiantes obligaciones internacionales y, a la vez, aparentar ser progresista, un servicio que Estados Unidos nunca pudo ofrecer durante los años de Bush.

Estados Unidos ha tenido una similar influencia corruptora como nuevo integrante del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Su primera gran prueba fue el valiente informe del juez Richard Goldstone sobre la masacre en Gaza perpetrada por Israel, que concluía que el ejército israelí y Hamas habían cometido crímenes de guerra. En vez de demostrar su compromiso con la legislación internacional, Estados Unidos usó su influencia para manchar el informe y decir que era profundamente defectuoso y presionar a la Autoridad Nacional Palestina para que retirara una resolución que apoyaba el informe. (La ANP, que en casa enfrentó una furiosa reacción por haber cedido ante la presión estadunidense, podría presentar una nueva versión.)

Y luego están las cumbres del G-20, los más destacados compromisos multilaterales de Obama. Cuando se llevó a cabo una en Londres, parecía que iba a haber algún tipo de intento coordinado internacional para controlar a los especuladores financieros y evasores de impuestos trasnacionales. Sarkozy hasta prometió abandonar la cumbre si no lograba plantear serios compromisos reguladores. Pero la administración Obama no tenía interés alguno en un auténtico multilateralismo, en vez, abogó por que los países presentaran (o no) sus propios planes y por esperar lo mejor; parecido a su imprudente plan de cambio climático. Sarkozy, sobra decirlo, no abandonó ningún lugar, sólo se encaminó hacia la sesión fotográfica para tomarse la foto con Obama.

Claro que Obama ha hecho algunas buenas movidas en el escenario mundial: no respaldar al gobierno golpista en Honduras, apoyar una Agencia de Mujeres de Naciones Unidas... Pero ha emergido un patrón evidente: en áreas en las cuales otras naciones prósperas se tambaleaban entre una acción basada en principios y la negligencia, las intervenciones de Estados Unidos las han inclinado hacia la negligencia. Si ésta es la nueva era del multilateralismo, no es ningún premio.

Copyright Naomi Klein 2009.

Este artículo fue publicado en The Nation.

Traducción: Tania Molina Ramírez.

29 de octubre de 2009

Un fracaso evidente

En su reciente Perspectivas de la economía mundial, el FMI da cuenta del cambio significativo que ha ocurrido en el desempeño económico esperado para este año y el siguiente. En julio pasado se proyectaba que la crisis no sería tan profunda, y que la recuperación iba a ser muy lenta. Para el conjunto mundial la estimación para 2009 era un crecimiento de apenas 0.3 y en esta nueva entrega se prevé una caída de -1.1; en julio se estimaba que la recuperación en 2010 sería de 0.6 y en octubre se piensa que será mucho más dinámica: 3.1 por ciento. El deterioro de las expectativas para 2009 es consistente con la evolución de la crisis y la recuperación de 2010 tiene que ver con las medidas desplegadas por los gobiernos.

En América Latina esta crisis ha sido enfrentada de mejor manera que en el pasado, debido a las fortalezas construidas en la bonanza de 2003-2008. La mayoría de los países de la región aprovecharon las condiciones que permitieron que los precios y el volumen de las exportaciones latinoamericanas crecieran significativamente, que abarataron el costo de los recursos externos y que aumentaron el monto de las remesas recibidas. Estas condiciones permitieron que se redujera la deuda pública externa, que se mantuvieran las cuentas fiscales sanas y que, lo más importante, hubiera un crecimiento económico relativamente alto que pudo traducirse en una reducción de la pobreza.

México se benefició de altos precios del crudo, recibió cuantiosas remesas y los costos del financiamiento externo se redujeron sensiblemente. Como otros países latinoamericanos, México redujo su deuda externa, logró que las finanzas públicas se mantuvieran en equilibrio, pero su desempeño económico fue notoriamente mediocre. Los números son contundentes: mientras la región creció en esos seis años a una tasa promedio de 4.9 por ciento, y Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú lograron tasas de 8.5, 4.3, 4.8, 5.4 y 6.9, respectivamente, nosotros lo hicimos al 3.6 por ciento. Ello tiene que ver con tres razones fundamentales: la incompetencia del equipo gobernante, la miopía de los actores políticos y la visión de futuro de los grupos empresariales.

Así, cuando América Latina resistía la crisis con una balanza de pagos manejable, finanzas públicas sanas y un sistema financiero que no se involucró en titulizaciones, en México la crisis nos golpeó como a pocos países. De nuevo los números son contundentes: en 2009 la región tendrá una contracción de 1.9, Argentina crecerá 1.5, Brasil -0.8, Chile -1, Colombia 0.6, Perú 2 y México caerá a una tasa impresionante de 7 por ciento. Esto, por supuesto, es resultado de decisiones políticas y acciones económicas. La incapacidad para desarrollar un programa eficiente de contención de la crisis del equipo gobernante, de los actores políticos y económicos es proverbial.

Para los próximos años el mundo espera una recuperación lenta e inestable. A corto plazo los países que aplicaron medidas fiscales y monetarias para contener la crisis tendrán que ser cautos al decidir el momento de retirarlas para evitar que la recuperación se complique. A mediano plazo las políticas económicas deberán ajustarse a un contexto de lento crecimiento de los países desarrollados, lo que significará ingresos públicos poco dinámicos que obligarán a aplicar criterios de gasto socialmente prioritarios que promuevan un mayor crecimiento y combatan la pobreza. Los países de la región parecen preparados para enfrentar este nuevo desafío.

El gobierno mexicano ha propuesto para 2010 un programa centrado en la estabilidad de las finanzas públicas, cuando los gobiernos del mundo se ocupan del desempeño económico. Se trata de que el gasto público sirva para estimular la recuperación, como han hecho Estados Unidos, Alemania, Francia, etc., o bien que, como en México, la necesidad de incrementar los ingresos tributarios sea lo que importe, aunque eso afecte la recuperación. El gobierno mantiene la línea que ha llevado al fracaso económico, los actores políticos privilegian sus intereses inmediatos y los grandes grupos económicos conservan su perspectiva particular. Nuestro fracaso, en consecuencia, persistirá.

Escrito por Orlando Delgado Selley. Publicado el 29 de octubre de 2009 en La Jornada.

22 de octubre de 2009

La manipulación

En la política, se tiende a buscar el convencimiento a partir de medias verdades o simplemente manipulando la percepción. Así, generan miedo basándose en los miedos y prejuicios de la gente –el "peligro" de llegar a convertirnos en un país como Venezuela resonó en los oídos de la clase media porque sabían que nadie se ocuparía por indagar qué tan cierta era su advertencia. En el debate sobre la cobertura médica en los Estados Unidos, un argumento que busca generar el rechazo de la población es que una cobertura médica con un sistema de seguro único, llevaría a más bancarrotas (el 62% de las bancarrotas en los Estados Unidos son debidas a las deudas médicas con las aseguradoras y el 78% de esas personas tenían un seguro médico privado –esto último, cómodamente pasado por alto en la argumentación). El senador demócrata Al Franken enfrentó a los repúblicanos y, en específico, a su testigo en las audiencias, Diana Furchtgott-Roth, miembro del Hudson Institute (instituto afín a la derecha).

FRANKEN: Creo que estamos en desacuerdo con la reforma de salud que debería aprobar el congreso. Ud. dijo que lo que proponemos, sólo aumentará las bancarrotas. Le pregunto, ¿cuánta gente cayó en bancarrota por deudas médicas el año pasado en Suiza?

FURCHTGOTT-ROTT: No tengo ese dato conmigo, pero si quiere investigo y nos ponemos en contacto.

FRANKEN: Le puedo decir cuántas fueron. Cero. ¿Sabe cuánta gente cayó en bancarrota el año pasado en Francia?

FURCHTGOTT-ROTT: No tengo el dato, pero puedo contactarlo en cuanto lo tenga.

FRANKEN: Sí, el número es cero. ¿Sabe cuánta gente cayó en bancarrota el año pasado en Alemania?

FURCHTGOTT-ROTT: A partir de las anteriores, supongo que también fueron cero. Pero no tengo los números conmigo, tendré que ponerme en contacto con usted más adelante.

FRANKEN: Es usted muy buena, muy rápida. El punto es que creo que debemos ir en esa dirección, no en la opuesta. Gracias.

18 de octubre de 2009

La corrupción de los premios Nobel

Cuando Alfred Nobel decidió que una parte proporcional de su inmensa fortuna fuese a parar todos los años a las manos de los más preminentes hombres y mujeres de las ciencias y la literatura buscó redimirse. Sus últimos días fueron angustiosos. No podía soportar las consecuencias del uso militar de la dinamita, su gran invento. Apesadumbrado, se transformó en un pacifista confeso. En su testamento dejó muestra de ello. Así podemos resumir sucintamente el origen histórico de los cinco premios que llevan su nombre. Un sexto, el de economía, se añadiría apócrifamente en 1968.

El deseo de Nobel fue premiar el esfuerzo en física, química, medicina o fisiología, la creación literaria y a quienes dedicaban su actividad a luchar por la paz. Los candidatos en todas las categorías y por tanto los ganadores debían sobresalir por sus aportes en beneficio de la humanidad y proyectar una vida ejemplar. Muchos son los nombres asociados a esta perspectiva. En química Ernest Ruherford o Linus Paulin, en física Max Planck, Marie y Pierre Curie, Einstein o Niel Bohr, en medicina Santiago Ramón y Cajal, Jaques Monod o Severo Ochoa, en literatura Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Octavio Paz, entre otros. En el caso concreto del Nobel de la paz, el beneficiario, persona o institución, debía, según rezaba el testamento: llevar a cabo la mayor o mejor labor a favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición de los ejércitos permanentes y por la celebración y el fomento de congresos por la paz..

No han faltado años en los cuales una de las cinco categorías haya quedado desierta. En física la primera vez ocurriría en el año 1916, repitiéndose en 1931 y 1934; en medicina no se entregó los años 1921 y 1925, en literatura durante la Gran Guerra y en 1935. En cuanto al Nobel de la paz, 1923, 1924, 1948, 1955, 1956. Hay que destacar que durante los años de la segunda guerra mundial no se concedieron en ninguna de las cinco vertientes.

Aunque las opiniones del jurado para conceder el premio contienen una dosis de subjetividad, declararlo desierto, explicita la dificultad para hacerse acreedor del mismo. Así, el premio Nobel ganó en prestigio. Sin embargo, desde los años 70 del siglo XX cayeron en desgracia. La muestra más flagrante del despropósito fue concederlo a Henry Kissinger en 1974, genocida de guante blanco acusado de crímenes de lesa humanidad y responsable de los bombardeos de los B-52 en Vietnam. Pero cuatro años más tarde, será entregado a Menachen Begin un terrorista confeso de múltiples muertes contra ciudadanos palestinos en los años 50 del siglo pasado. Así, comienza una era marcada por el desconcierto y el descrédito. Los Nobel pierden su lustre. Se conceden por motivos menos altruistas y rompiendo su filosofía inicial. Así, en el Nobel de fisiología o medicina, las compañías farmacéuticas presionan para que sus investigadores sean los beneficiarios. En 2008, el laboratorio AstraSeneca, la multinacional británica, intervino para que dos jurados, asesores de la compañía, apoyaran la candidatura del medico alemán Harald zur Hausen por sus trabajos sobre el virus del papiloma humano que puede causar el cáncer de útero. Tuvieron éxito. No faltó tiempo para que AstraSeneca desarrollara dos vacunas controlando las patentes, el mercado y el proceso de innovación tecnológico. Algo similar ocurre en el Nobel de economía. Durante la hegemonía del liberalismo económico, sus agraciados han formado parte del grupo de Mont-Pèlerin creado por Hayek y Von Mises en 1946. El propio Hayek lo recibirá en 1974, a continuación lo hará Milton Friedman en 1976, seguidos por George Stigler en 1982, James Buchanan en 1986, Maurice Allias 1988, Ronald Coase en 1991, Gary Becker 1992 y Bob Lucas en 1995. Algo sospechoso si consideramos que provienen de una corriente marginal en la teoría y desarrollo de la economía hasta los años 70 del siglo pasado.

Las presiones se suman y los intereses creados desdibujan su filosofía inicial. Sobre ellos pende un halo de corrupción donde se cuestiona un año sí y otro también el nombre de los agraciados. Muchos son los posibles y pocos los elegidos. Algunos podrían argumentar que los dos premios más cuestionados, el Nobel de la paz y el de medicina, no los concede la academia sueca, sino su comité en Oslo y el Instituto Karolinska, intentando lavarse las manos. Aduce autonomía en las decisiones. Y podría ser verdad, sólo que compromete la transparencia y el buen hacer de la fundación Nobel. Sin embargo, hoy, los jurados que premian los apartados de física, química o literatura también son presa de la desconfianza.

Por este motivo, conceder el Nobel de la Paz a Barack Obama no es un acto de agravio, ni un despropósito, marca una tendencia en la cual han caído los Nobel. No hay nada que destacar del actual ocupante de la Casa Blanca en su lucha por la paz. Pero tampoco se consideró dicha circunstancia cuando en 2002 se concede a James Carter, autor material de la guerra de Afganistán, de apoyar con misiles tierra aire a los Talibán y de favorecer la expansión de las transnacionales estadunidenses en África a costa de aumentar el conflicto en la región. Obama no es distinto, por ello no hay que rasgarse las vestiduras. Su política consiste en aumentar la presencia de sus tropas en Afganistán, apoyar a Israel en su política de exterminio contra el pueblo palestino e instaurar bases militares en Colombia, Perú y México. Asimismo defiende a regímenes como el paquistaní y reniega de soluciones democráticas en Honduras. No favorece la paz ni busca la abolición de los ejércitos o la fraternidad entre las naciones como reza el testamento de su creador. Por consiguiente se altera la voluntad de Alfred Nobel y con ello se descompone la credibilidad de sus jurados. Tal vez hay que llegar a una triste conclusión, dejar de pensar en los Nobel como un premio de premios. Hoy forman parte de la sociedad del espectáculo, se degradan y pierden el componente ético asignado por Nobel. Descansen en paz.

Artículo escrito por Marcos Roitman Rosenman, publicado el 18 de septiembre de 2009 en La Jornada.

27 de septiembre de 2009

Espacio publicitario

Este quebranto mundial no hubiera sido posible sin la aportación de nuestros patrocinadores: Alan Greenspan, Mervyn King, Christopher Dodd, Goldman Sachs, AIG, Citygroup, Merryll Lynch, Bear Stearns, John Paulson, Warren Buffett, HBOS, Royal Bank of Scotland, Lehman Brothers, Chrysler Group, General Motors...

26 de septiembre de 2009

Triunfo indígena

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 25 de septiembre (apro).- La empresa minera canadiense Linear Gold Corporation cedió a la presión de los indígenas que se oponían a la explotación de yacimientos de oro y plata y anunció el cierre de sus oficinas en el estado para el próximo 30 de septiembre.

Después de varias manifestaciones de protesta que derivaron en detenciones de algunos líderes indígenas, la empresa canadiense puso fin a cuatro años de operaciones.

En un oficio enviado al gobernador Juan Sabines Guerrero, la empresa Linear Gold México, S.A. de C.V., filial de la empresa canadiense, expuso que el "Proyecto Ixhuatán" que puso en marcha en 2005 para explorar oro y plata en la región norte del estado llegó a su fin, y anunció que el proyecto de inversión será "replanteado".

En la carta, fechada el 18 de septiembre pasado, la empresa explicó al gobernador que por "instrucciones superiores", a partir del 30 de este mes suspenderá todas sus operaciones y cerrará sus oficinas en Chiapas.

"Se analizarán los estudios geológicos realizados en este tiempo de exploración a la situación financiera mundial y el replanteamiento de inversión para el proyecto", argumentó.

Pero eso no es todo, la empresa minera expuso que su cierre también tuvo que ver con otros factores: "En una baja escala, en los últimos tiempos hemos enfrentado algunos problemas de apatía y peticiones fuera de contexto por parte de algunos ejidos, lo cual nos complicó el trabajo cotidiano de exploración."

En la carta firmada por Gerardo Cano Mendoza, gerente de relaciones comunitarias y de gobierno de la empresa para el Proyecto Ixhuatán, se advierte que si bien éste no es un cierre definitivo, se notificará a las autoridades correspondientes cuando se "esté en posibilidades de retomar nuevamente las actividades".

Junto con la empresa Blackfire Exploration Corporation, la Linear Gold Corp., tiene en su poder la mayoría de las concesiones otorgadas por el gobierno federal a las mineras extranjeras en el estado de Chiapas.

Uno de los principales opositores al proyecto ha sido la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema), que en lo que va del 2009 aceleró su activismo para exigir que se retiren del estado.

"Otros mundos", es un organismo no gubernamental que ha estado encabezando esta protesta, en su portal electrónico tiene una serie de documentos que exhibe cómo estas empresas mineras contaminan los mantos freáticos en donde tiene presencia.

Isaín Mandujano, Proceso en línea.

24 de septiembre de 2009

Estados fallidos

A través de la historia, ha quedado claro que la intervención del estado en la economía y la conservación de la soberanía, son prerequisitos para el crecimiento económico -sucedió en Inglaterra, en los Estados Unidos, en Alemania, en Francia, en Japón, etc. Y los principios impuestos de libre mercado –ahora llamados principios neoliberales– son, básicamente, los que crearon al tercer mundo. Han sido un desastre para la población...

Al final de su conferencia magisterial en la sala Nezahualcóyotl, Noam Chomsky respondió algunas preguntas del público. Aquí, su respuesta sobre de los estados fallidos (en inglés, mientras encuentro la traducción).



La transcripción completa de la conferencia, en La Jornada.

22 de septiembre de 2009

"Juanito" y el desarraigo

Siempre se ha dicho que México no es un país racista. Su condición mestiza limó a lo largo del tiempo esta enfermedad criminal del espíritu. Sin embargo, las señales de ese mal no dejan de aparecer aquí y allá con diversos rostros. Desde las urbes se tolera al indio y su mundo agrario pero no se le respeta. A pesar del levantamiento zapatista, el indio, para las mentalidades urbanas de la burguesía, remanentes del colonialismo, es un inferior, un ignorante que en su retraso premoderno no podrá nunca alcanzar las bondades civilizadoras del mundo moderno. De allí que su rebelión en 1994 haya sido calificada como el producto de una manipulación, de la intromisión de seres civilizados que abusaron de su estado infantil. El indio, parecen decir esas mentalidades imbéciles, es incapaz de pensar por sí mismo. Ajeno a la educación escolar del mundo civilizado, es víctima de su ignorancia.
En las urbes, esas señales se manifiestan en el desprecio por los seres humanos que habitan sus periferias. Allí no hay indios, sino nacos. Seres que no pertenecen ni a la vida civilizada de las urbes ni a la “barbarie” del mundo agrario, pero que son, dice el “civilizado”, igualmente ignorantes. El caso de “Juanito” es una de esas señales que, en este caso, no provienen de la mentalidad burguesa, sino de ciertos sectores de la izquierda. Esos sectores, antirracistas hacia afuera, son racistas en el interior. “Juanito” –dicen como un eco de la burguesía que tanto desprecian– es un pobre tipo, un ignorante, un imbécil que, manipulado por intereses ajenos a la “verdadera” izquierda, se ha engreído y ahora quiere poder.
Ciertamente, “Juanito” no es un indio –cuya cultura basada en la tierra y la memoria es, pese a la ignorancia “civilizada”, muy alta–, sino un desarraigado, un producto de una civilización que, basada en el dinero, despoja a las culturas de sus raíces. Pero esto no lo hace un imbécil, ni un hombre manipulable, sino un prototipo de la mentalidad económica de la civilización industrial. “Juanito” es, al igual que la clase política a la que ahora pertenece, al igual que el hombre del mundo económico en el que vive, un ambicioso, un demagogo, un “gandalla”, un oportunista que no necesitaba ni necesita ser manipulado por nadie para ser lo que es. Nada que no sea su condición de marginal, su estigma de clase, lo distingue de los funcionarios del IFE, de López Obrador, de Calderón, de Mario Marín, de Ulises Ruiz, de los especuladores financieros, de los burócratas arribistas, de aquellos para quienes la única moral que existe es adquirir poder y dinero “haiga sido como haiga sido”.
Si molesta es precisamente porque no se formó en las universidades, porque es el fruto de los desplazamientos del mundo agrario, porque no hizo la “transa” de manera disciplinada, es decir, dócilmente, es decir, arropado por quien tiene el poder y la legalidad para hacerlo. Mientras se sometió a la manera inmoral en que López Obrador respondió a la también inmoral manera en que el IFE sacó de la contienda política a Clara Brugada; mientras el ignorante, el “naco”, se sometió dócilmente a la propuesta lopezobradorista, “Juanito” era bien visto. En el momento en que decidió tomar para sí la inmoralidad, entonces se le estigmatizó: el ignorante, el “naco”, está manipulado, se le hizo creer lo que no es. “Juanito”, en la manera en que lo trató López Obrador y en la manera en que hoy lo estigmatiza la izquierda, es una señal del racismo. Pero también, en su fondo, es decir, en lo que en realidad es y siempre ha sido, una revelación del nivel de nuestras clases políticas y de la condición a la que una sociedad basada en el dinero, el prestigio y el consumo nos ha reducido.
Si “Juanito”, como le sucedió a Calderón, a Marín, a Ulises Ruiz, logra construir un poder de arribistas en torno suyo y superar, a través de él, el desprestigio, mañana todos habrán olvidado el incidente, y el “naco”, al fin lavado de su estigma de clase por el prestigio del poder, estará sentado en el sitio en el que todo se tolera y se aplaude, en el sitio en el que se puede transar, cambiar de partido si así conviene a los intereses personales, ejercer la pederastia, en síntesis, cometer actos inmorales sin consecuencias. Se trata simplemente de llegar. Lo demás viene por sí solo. Es la lección de nuestra clase política, que “Juanito” aprendió bien en las sub-urbes de Iztapalapa; es la lección del desarraigo que nos habita.
El desarraigo –eso que el dinero hace en nombre del desarrollo al ir ocupando territorios y alejando a la gente de lo que constituye su alma: los tesoros de su pasado que se preservan en la memoria de su hacer y de sus relaciones– es el signo del mundo moderno. Al destruir, como lo señalaba Simone Weil, las raíces, reemplazando todos los ámbitos de la vida humana por el deseo de poseer, sólo queda lo que somos: ese “Juanito” que nos representa, ese ser atroz, al que el sueño de la burguesía quiere reducir el mundo indígena y cualquier otro mundo que no se le parezca; esa mentalidad que hace de la mentira, de lo inmoral, del “agandalle”, el signo de nuestro racismo y, cuando logra legitimarse, el signo del prestigio y de la grandeza.

Artículo escrito por Javier Sicilia y publicado en Proceso en línea.

13 de septiembre de 2009

¿Llegó la hora de poner fin a la globalización?

El actual desplome global, el pero desde la Gran Depresión de hace 70 años, vino a remachar el último clavo en el ataúd de la globalización. Ya asediada por unos hechos que mostraban el incremento de la pobreza y de la desigualdad cuando los países más pobres experimentaron poco o ningún crecimiento económico, la globalización se ha visto terminalmente desacreditada en los dos últimos años, cuando el proceso, anunciado a bombo y platillo, de la interdependencia financiera y comercial invirtió su marcha para convertirse en correa de transmisión, no de prosperidad, sino de crisis y colapso económicos.

Fin de una era


En sus respuestas a la actual crisis económica, los gobiernos hablan con la boca pequeña de coordinación global, pero impulsan programas separados de estímulo económico para revitalizar sus mercados nacionales. Al hacerlo, los gobiernos pospusieron el crecimiento orientado a la exportación, motor principal de tantas economías, aun rindiendo el tributo de rigor a la promoción de la liberalización comercial como medio de contrarrestar el desplome global concluyendo la Ronda Doha de negociaciones comerciales bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio.

Se reconoce cada vez más que no hay posibilidad de regresar a un mundo centralmente dependiente del gasto ilimitado de los consumidores norteamericanos, puesto que éstos se hallan en la bancarrota y nadie se apresta a ocupar su lugar.

Además, ya sea mediante acuerdos internacionales o unilateralmente ejecutadas por gobiernos nacionales, es lo más seguro que se imponga un rimero de restricciones al capital financiero, la desembridad movilidad del cual ha sido el percutor de la presente crisis.

Sin embargo, el discurso intelectual todavía no ha mostrado demasiados signos de ruptura con la ortodoxia. El neoliberalismo, con su énfasis en el libre comercio, la primacía de la empresa privada y un papel minimalista del Estado, sigue siendo la lengua franca de los fabricantes de políticas.

Los críticos del fundamentalismo de mercado que pertenecen al establishment, incluidas luminarias como los Premios Nobel Joseph Stigitz y Paul Krugman, se han enmarañado en interminables debates sobre el grado de duración que deben tener los programas de estímulos y sobre si el Estado debería mantener su presencia intervencionista en la industria automotriz y en el sector financiero, o, si, una vez lograda la estabilización, debería devolver las compañías y los bancos al sector privado. Además, algunos, como el propio Stiglitz, siguen creyendo en lo que lo que ellos perciben como beneficios económicos de la globalización, a condición de mitigar sus costes sociales.

Pero las tendencias en curso están desbordando a toda velocidad tanto a los ideólogos de la globalización neoliberal como a muchos de sus críticos, y desarrollos impensables hace unos pocos años van cobrando vida. “La integración de la economía mundial se halla en práctico retroceso por doquiera”, escribe The Economist. Aunque la revista observa que las corporaciones empresariales siguen creyendo en la eficacia de las cadenas de oferta global, “como cualquier cadena, éstas son tan fuertes como su eslabón más débil. El momento peligroso llegará cuando las empresas decidan que este modo de organizar la producción ha llegado a su fin”.

La “desglobalización”, un término que The Economist me atribuye, es un desarrollo que la revista, el primer bastión mundial de la ideología del libre mercado, contempla como negativo. Sin embargo, yo creo que la desglobalización es una oportunidad. En efecto, mis colegas de Focus on the Global South y yo fuimos los primeros en proponer la desglobalización como un paradigma general para reemplazar a la globalización neoliberal. Y lo hicimos hace una década, cuando las tensiones, las presiones y las contradicciones que ésta ha traído consigo se hicieron dolorosamente evidentes.

Elaborado como una alternativa sobre todo para los países en desarrollo, el paradigma de la desglobalización no deja de ser pertinente para las economías capitalistas centrales.

Los 11 pilares de la alternativa

El paradigma de la desglobalización tiene 11 puntos clave:

1. La producción para el mercado interior tiene que volver a ser el centro de gravedad de la economía, antes que la producción para los mercados de exportación.

2. El principio de subsidiariedad debería respetarse como un tesoro en la vida económica promoviendo la producción de bienes a escala comunitaria y a escala nacional, si ello puede hacerse a coste razonable, a fin de preservar la comunidad.

3. La política comercial –es decir, cupos y aranceles— tiene que servir para proteger a la economía local de la destrucción inducida por mercancías subsidiadas por grandes las corporaciones con precios artificialmente bajos.

4. La política industrial –incluidos subsidios, aranceles y comercio— tendría que servir para revitalizar y robustecer al sector manufacturero.

5. Unas medidas, inveteradamente pospuestas, de redistribución equitativa del ingreso y de redistribución de la tierra (incluida una reforma del suelo urbano) podrían crear un mercado interno vigoroso que serviría de ancla de la economía y generaría los recursos financieros locales para la inversión.

6. Restar importancia al crecimiento, dar importancia a la mejora de la calidad de vida y maximizar la equidad reducirá el desequilibrio medioambiental.

7. Hay que propiciar el desarrollo y la difusión de tecnología que se compadezca bien con el medio ambiente, tanto en la agricultura como en la industria.

8. Las decisiones económicas estratégicas no pueden abandonarse ni al mercado ni a los tecnócratas. En cambio, hay que aumentar el radio de alcance de la toma democrática de decisiones en la vida económica, hasta que todas las cuestiones vitales (como qué industrias desarrollar o condenar, qué proporción del presupuesto público hay que dedicar a la agricultura, etc.) estén sujetas a la discusión y a la elección democráticas.

9. La sociedad civil tiene que controlar y supervisar constantemente al sector privado y al Estado, un proceso que debería institucionalizarse.

10. El complejo institucional de la propiedad debería transformarse en una “economía mixta” que incluyera cooperativas comunitarias, empresas privadas y empresas estatales y excluyera a las corporaciones transnacionales.

11. Las instituciones globales centralizadas, como el FMI y el Banco Mundial, deberían ser substituidas por instituciones regionales fundadas, no en el libre comercio y la libre movilidad de capitales, sino en principios de cooperación que, para usar las palabras de Hugo Chávez en su descripción de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), “transcienda la lógica del capitalismo”.

Del culto a la eficiencia a la economía eficaz

El propósito del paradigma de la desglobalización es superar la economía de la eficiencia estrecha, cuyo único criterio clave es la reducción del coste por unidad, por no hablar de la desestabilización social y ecológica que el proceso inducido por el respecto supersticioso de ese criterio trtae consigo. Es superar un sistema de cálculo económico que, por decirlo con palabras de John Maynard Keynes, “convierte todo el comportamiento vital … en una suerte de paradójica pesadilla de contables”. Una economía eficaz, en cambio, robustece la solidaridad social subordinando las operaciones del mercado a los valores de equidad, justicia y comunidad y ensanchando la esfera del proceso de toma democrática de decisiones. Para servirnos del lenguaje del gran pensador húngaro Karl Polanyi en su libro La gran transformación, la desglobalización monta tanto como “reincrustar” la economía en la sociedad, en vez de dejar a la sociedad abandonada al control de la economía.

El paradigma de la desglobalización sostiene también que un modelo extremistamente unidimensional, como el neoliberalismo o como el socialismo burocrático centralizado, es disfuncional y desestabilizador. En cambio, habría que esperar e incentivar la diversidad, como en la naturaleza. La teoría económica alternativa tiene principios compartidos, y esos principios han aparecido ya substancialmente en la lucha contra y en la reflexión crítica sobre el fracaso del capitalismo y del socialismo centralizados.

Sin embargo, la articulación concreta de esos principios –los más importantes de los cuales acaban de ser mencionados— dependerá de los valores, de los ritmos y de las elecciones estratégicas de cada sociedad.

El pedigrí de la desglobalización

Aunque pueda sonar radical, lo cierto es que la desglobalización no es ninguna novedad. Su pedigrí incluye los escritos del eminente economista británico Keynes, quien, en el momento culminante de la Gran Depresión, se avilantó a dejar esto dicho: “No deseamos… estar a merced de fuerzas mundiales que generan, o tratan de generar, algún equilibrio uniforme, de acuerdo con principios de capitalismo de laissez faire”. En efecto, proseguía, para “un abanico crecientemente extendido de productos industriales, y tal vez también agrícolas, se me ha hecho dudoso que el coste económico de la autosuficiencia sea lo bastante grande como para contrarrestar las otras ventajas dimanantes de reunir gradualmente al productor y al consumidor en el ámbito de la misma organización nacional, económica y financiera. Se acumula la experiencia probatoria de que el grueso de los procesos de la moderna producción en masa pueden ejecutarse en la mayoría de los países y en la mayoría de los climas con una eficiencia prácticamente idéntica”.

Y con palabras que suenan muy contemporáneas, concluía Keynes: “Yo simpatizo… más con quienes querrían minimizar que con quienes querrían maximizar la urdimbre de imbricación económica entre las naciones. Las ideas, el saber, el arte, la hospitalidad, los viajes; todas esas cosas deberían, por su propia naturaleza, ser internacionales. Pero dejemos que los bienes se hagan en casa cuando ello sea razonable y convenientemente posible; y sobre todo, dejemos que las finanzas sean prioritariamente nacionales.”

Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.
Traducción de Ricardo Timón.
Tomado de sinpermiso.info

12 de septiembre de 2009

Marcas blancas, consumidores, capitalismo y crisis

En medio de un proceso de restructuración del capitalismo, donde se multiplican el desempleo, el trabajo precario, el despido libre y la pérdida de derechos laborales, las empresas trasnacionales bogan por un consumo de marcas. Hacen defensa de lo suyo y no escatiman esfuerzos. En otros términos, tratan de inducir compras con sello. En la actualidad esta práctica se traduce en una agresiva campaña publicitaria, considerando irresponsable adquirir productos blancos. Todos los anuncios de las grandes empresas concluyen con un rotundo no producimos para otras marcas. Igualmente, han construido un relato específico: no se engañe, envases similares no garantizan calidad. Se sienten abandonados por los consumidores quienes han perdido la fidelidad una vez transcurrida la bonanza de los sectores medios, tan adicto a las modas como al consumo suntuario. Antes muerto que sencillo.

Hoy, los fabricantes de marcas consideran una competencia desleal la emergencia de productos de bajo costo. Según ellos, los ingenuos compradores se arriesgan a sufrir decepciones. Por consiguiente, son objeto de fraude. Además, optar por este tipo de consumo tiene una consecuencia nefasta: el aumento del desempleo. Si no lavan con los detergentes procedentes del futuro, desayunan con cereales para combatir el estreñimiento o meriendan con cremas de chocolate y avellanas para ser fuertes, las empresas con pedigrí se verán en la imperiosa y triste necesidad de recurrir al despido de personal. Todo tiene un precio y la irresponsabilidad, al preferir marcas blancas, conlleva profundizar la crisis y aumentar las cifras del paro. La conclusión es de Perogrullo; aporte su granito de arena. No renuncie a los consejos ni sea un mal consumidor. Evite convertirse en un pirata y un traidor. No se deje seducir por cantos de sirena. Comprar barato es una estrategia errónea y peligrosa. A la larga siempre sale caro. El ejemplo más sangrante para preservar el monopolio de las marcas con tanta explotación conseguida tiene su máxima en la actuación de las empresas farmacológicas y agroindustriales. Los grandes laboratorios se oponen al consumo de genéricos. Son cancerberos celosos de sus patentes e investigaciones. Tampoco las empresas enquistadas en el sector agrícola y alimentario se quedan atrás con su política agresiva de implantar el consumo de transgénicos. Ellos, que son los mismos que acosan y acaban con los pequeños y medianos campesinos, les obligan a consumir sus productos. Sin embargo, encolerizan cuando se cuestionan sus prácticas y se abren otras alternativas. Mutados en guardianes del mercado, no aceptan la competencia. Se consideran atacados por una plaga de ecologistas sin alma, cuyo fin pretende acabar con su existencia.

Así se presentan como honestos empresarios. Ayúdeles a sobrevivir. Gaste un poco más y obtenga en compensación el placer de olfatear olores exclusivos, paladear sabores sublimes y tener sensaciones de ensueño. No se abstenga, abra cajas con artículos 10 veces más pequeños en su interior. Practique idiomas leyendo las instrucciones en cirílico, alemán, francés o italiano. Viva la magia de envoltorios. Déjese llevar por el erotismo de las formas. Dé rienda suelta a sus emociones reprimidas cuando adquiera camisas Lacoste, sudaderas Adidas o pantalones Levi’s. Cruce la frontera, atrévase a saborear la diferencia. Siéntase deseado y admirado. Aléjese del resto de los mortales ajenos a la felicidad de vestir, comer o divertirse luciendo etiquetas de las trasnacionales comprometidas con el consumo responsable. Pero si a pesar de las recomendaciones opta por galletas, yogures, chorizos, camisas, perfumes o bolígrafos anónimos, se transforma en un canalla sin cualidades. Está condenado al fracaso y llevar una existencia gris. En definitiva, nos dicen, uno acaba siendo lo que consume. No debe conformarse con un coche cualquiera. Debe comprar un BMW, y si no paga los plazos fue feliz mientras duró, aunque le embarguen. Igualmente, no sea tacaño. Celebre el acontecimiento con champagne francés y no lo sustituya por sidra asturiana o vino espumoso. Si cae en dichas aberraciones demuestra su mediocridad.

Hasta hoy, los acólitos del capitalismo nos han dado la murga afirmando que el mercado constituye el espacio donde se despliega la libertad de elegir, base del progreso, la democracia y la acumulación de capital. Sin embargo, en medio de una crisis, cuando el principio y libertad de elegir debe primar sobre cualquier otro, su ejercicio se transforma en un obstáculo. Los consumidores apegados a sus criterios de libre elección son adjetivados de arpías, seres despreciables, sacrílegos condenados al infierno. Por esta razón, de la noche a la mañana, se elimina del manual del buen empresario la frase enseñada con tanto fervor a los empleados de sus comercios: el cliente siempre tiene razón. Ahora debe ser rechazada. Atrás queda el mercado fundamentado en los gustos del cliente. Si anteriormente los empresarios satisfacían al consumidor mediocre que prefería vino barato ofertando aguachirle a los mejores caldos, hoy es una alteración de las leyes de la oferta y la demanda. Este principio, otrora una verdad irrefutable para los gurús amantes de la economía de mercado, se considera obsoleto. Ahora son intervencionistas.

Por último, es curiosa la escasa o nula congruencia entre teoría y práctica de una economía de mercado. Primero se predica la libertad de elegir, y cuando se ejerce se penaliza a sus ingenuos ejecutores. Esta paradoja, inherente al capitalismo, no tiene solución dentro de sus entrañas, de lo contrario no sería una paradoja. Se vive en un mundo esquizofrénico donde no hay escapatoria, salvo transformando las paradojas en contradicción. Es decir, en enunciados dialécticos articulados a voluntades políticas para superarlos. En ello consiste el problema. Mientras tanto, las empresas cuyas marcas controlan el mercado seguirán patrocinando un consumo acorde con sus intereses en contra de toda perspectiva ética y humanista.

Artículo escrito por Marcos Roitman Rosenmann y publicado el 12 de septiembre en La Jornada.

10 de septiembre de 2009

El decrecimiento y el sentido común

Crecer ha sido el eje sobre el que los gobiernos y los idólatras del Mercado han hecho y quieren continuar haciendo girar la rueda de la sociedad. Sin embargo, como nos lo ha recordado Gustavo Esteva –un hombre de profundo sentido común– en La Jornada del 24 de agosto, pasado cierto umbral todo crecimiento se vuelve su contrario. Crecer, en la vida, significa alcanzar un punto al cabo del cual comienza ese deterioro que llamamos envejecimiento y que termina con la muerte. Lo mismo, no en el sentido de la naturaleza, sino de la patología, podríamos decir del cáncer: un crecimiento desmesurado de las células, un desbordamiento de la proporción en la cual las células se expresan como vida.
El crecimiento económico no escapa a esa realidad. Distinto al proceso de la vida, que es natural, aquél, al desbordar el límite en que la economía –el cuidado de la casa– es fuente de salud, ha seguido la lógica patológica del cáncer. Nada, en este sentido y a pesar de los cantos de sirena de los gobiernos que claman que hemos llegado al fondo de la crisis y que la economía se irá recuperando lentamente, escapa a ese mal. La crisis, para quienes vivimos no en el mundo abstracto de las cifras, sino en el de la realidad concreta de cada día, está allí con sus tremendos daños ecológicos, sus despidos, su reducción de empleos y lo que Iván Illich llamó “la pobreza modernizada”, es decir, la pobreza que nació del despojo de las formas vernáculas de vivir y producir en nombre del crecimiento, la pérdida de la capacidad de sobrevivencia de la gente: el rostro atroz de la miseria y el crimen.
Por desgracia, pocos, entre los profesionales del mundo moderno, atienden ese hecho. Empecinados en la creencia absurda de que se puede mantener un crecimiento perpetuo, las medidas que aplican van en el sentido de rearticularlo. Pero si el sentido común –“el más poco común de los sentidos”, dice la sabiduría popular–, que por fortuna todavía funciona en Gustavo Esteva y entre algunos intelectuales y académicos, no basta para mirarlo, las estadísticas, de las que tanto gustan los expertos, lo muestran desde otro ángulo. El consumo actual, dentro del modelo de crecimiento económico que nos llevó a la crisis, es enorme; equivale, entre otras causas por el uso indiscriminado de energía, a la degradación de 2.5 hectáreas por persona al año. Ante esa cifra de 2.5 –que fluctúa porque muchos habitantes consumen mucho menos y otros mucho más–, en Estados Unidos –el paradigma del crecimiento al que todos los países aspiran– cada habitante consume 9.5 hectáreas. Si, como el sueño demagógico de los gobiernos y de los neoliberales lo pretenden, los pobladores del mundo pudiéramos alcanzar ese crecimiento, se necesitarían cinco planetas del tamaño y de las condiciones de la Tierra para conseguirlo. Aun con los actuales índices de crecimiento a nivel global, en el orden de lo ecológico y de la miserabilización el planeta vive como podría vivir un canceroso.
México, por ejemplo, a fuerza de crecer ocupa actualmente el puesto número 106 en calidad del agua, cuyo consumo produce 2.2 millones de muertes por año en el mundo; el 64% de su suelo agrícola está degradado a fuerza de urbanización y de usos industriales; sus índices de criminalidad con fines económicos –venta de drogas, secuestros, robos, especulaciones financieras– tienen un crecimiento que amenaza con volverse exponencial. Etcétera.
Asomarse a las estadísticas que miran la vida en su conjunto, y no a aquellas, de nuestros economistas, que han decidido mirarla como un recurso para un crecimiento que sólo tiene sentido en las abstracciones de sus gráficas, es aterrador.
Contra ellas, el sentido común indica que debe aplicarse una política económica basada en el decrecimiento. En primer lugar, en la reducción del consumo superfluo, en el incentivamiento de las producciones autónomas y comunitarias, y en el reúso, el reciclado y el rechazo de todo aquello que signifique una mayor dependencia del Mercado y de las instituciones de servicio; en segundo lugar, como el propio Esteva lo propone, en el achicamiento del sector financiero, “que saquea al productivo y a la población y vive de la especulación”; en la negativa a la producción y el consumo de transgénicos, y en la estimulación del “cultivo campesino con semillas criollas, que se ampliaría hasta recuperar la autosuficiencia en los productos básicos”; en el recorte a “los salarios obscenos de funcionarios y dirigentes públicos y privados”; en la reducción, y si es posible la desaparición de los centros comerciales, y de los shopping malls, en favor de “la multiplicación de redes de establecimientos comerciales pequeños y medianos”; en limitar a los desarrollistas públicos y privados, para que puedan resurgir “las construcciones autónomas, con materiales locales y sentido de la proporción”.
Decrecer no es una aberración insoportable, como, contra toda evidencia, lo siguen creyendo los devotos del falso axioma de la economía moderna. Es, por el contrario, redescubrir esa verdad del sentido común, “vieja –decía Gandhi– como los cerros”, donde, en la proporción y el equilibrio, cuidar la casa sea habitar el gozo de una vida buena.
Escrito por Javier Sicilia, publicado en Proceso en línea.

6 de septiembre de 2009

La cuestionada supremacía estadunidense en América Latina

Estados Unidos fue fundado como un imperio infante en las palabras de George Washington. La conquista del territorio nacional fue una gran aventura imperial. Desde los primeros días, el control del hemisferio fue una meta vital.

América Latina ha conservado su primacía en la planeación global de Estados Unidos. Si Estados Unidos no puede controlar a América Latina, no puede esperar lograr un orden exitoso en otros lugares del mundo, declaró el Consejo Nacional de Seguridad del presidente Richard M. Nixon en 1971, cuando Washington estaba considerando el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en Chile.

Recientemente el problema del hemisferio se ha intensificado. América del Sur se ha movido hacia la integración, un prerrequisito para la independencia; ha ampliado sus vínculos internacionales y ha empezado a enfrentar sus desórdenes internos, entre los cuales destaca el tradicional dominio de la minoría europeizada pudiente sobre un océano de miseria y sufrimiento.

El problema se agudizó hace un año en Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, donde, en 2005, la mayoría indígena eligió a un presidente de sus propias filas, Evo Morales.

En agosto de 2008, después de la victoria de Morales en un referendo, la oposición integrada por elites respaldadas por Estados Unidos se tornó violenta, desembocando en la matanza de unos 30 partidarios del gobierno.

En respuesta, la recién formada Unión de Repúblicas Sudamericanas (Unasur) convocó a una reunión cimera. Los participantes –todos los países de América del Sur– declararon su pleno y firme apoyo al gobierno constitucional del presidente Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por una gran mayoría.

Por primera vez en la historia de América del Sur, los países de nuestra región han decidido cómo resolver nuestros problemas, sin la presencia de Estados Unidos, observó Morales.

Otra manifestación: el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha prometido poner fin al uso por parte de Estados Unidos de la base militar de Manta, la última instalación de ese tipo de Estados Unidos en América del Sur.

En julio, Estados Unidos y Colombia firmaron un acuerdo secreto para permitir a Estados Unidos la utilización de siete bases militares en Colombia.

El propósito oficial es contrarrestar el narcotráfico y el terrorismo, pero altos oficiales militares y funcionarios civiles de Colombia familiarizados con las negociaciones revelaron a la Associated Press que la idea es hacer de Colombia un centro para las operaciones del Pentágono.

El acuerdo proporciona a Colombia un acceso privilegiado a abastecimiento militar de Estados Unidos, según informes. Colombia ya es actualmente el mayor recipiente de ayuda militar estadunidense (aparte de Israel-Egipto, una categoría separada).

Colombia ha tenido de lejos el peor historial de derechos humanos en el hemisferio desde las guerras centroamericanas de los años 80. La correlación entre la ayuda de Estados Unidos y las violaciones a los derechos humanos ha sido notada desde hace tiempo por académicos.

La Ap citó también un documento de abril 2009 del Comando de Movilidad Aérea de Estados Unidos, en el que se propone que la base Palanquero en Colombia podría convertirse en locación de seguridad cooperativa.

Desde Palanquero, “casi la mitad del continente puede ser cubierta por un (trasporte aéreo) C-17 sin recargar combustible”, señala el documento. Esto podría formar parte de una estrategia global en ruta que ayude a lograr la estrategia y contribuya a encaminar la movilidad a África.

El 28 de agosto, la Unasur se reunió en Bariloche, Argentina, para analizar la cuestión de las bases militares en Colombia.

Después de un debate intenso, la declaración final subrayó que Sudamérica debe mantenerse como una tierra de paz y que fuerzas militares extranjeras no deben amenazar la soberanía e integridad de ninguna nación de la región. E instruyó al Consejo de Defensa Sudamericano que investigue el documento del Comando Aéreo de Movilidad.

El propósito oficial de las bases no escapó a las críticas. Morales dijo haber sido testigo que soldados de Estados Unidos que acompañan a tropas bolivianas dispararon contra miembros del sindicato de cultivadores de coca.

Así que ahora somos narcoterroristas, continuó. Cuando no pudieron seguir llamándonos comunistas, nos llamaron subversivos, y después traficantes, y terroristas desde los ataques del 11 de septiembre. Advirtió que la historia de América Latina se repite.

La responsabilidad final de la violencia en América Latina yace con los consumidores de drogas ilegales en Estados Unidos, dijo Evo Morales. Si la Unasur enviara tropas a Estados Unidos para controlar el consumo, ¿lo aceptarían? Imposible.

El hecho de que la justificación de Estados Unidos por sus programas antidrogas en el extranjero sea considerada siquiera digna de debate es una ilustración más de la profundidad de la mentalidad imperial.

El pasado febrero, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y democracia emitió su análisis sobre la guerra contra las drogas de Estados Unidos en las décadas pasadas.

La comisión, encabezada por los ex presidentes latinoamericanos Fernando Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia) llegó a la conclusión de que la guerra contra las drogas había sido un fracaso total y exhortó a un cambio radical de política, alejada de medidas de fuerza en lo interno y en el exterior, y hacia medidas mucho menos costosas y más eficaces de prevención y tratamiento.

El informe de la comisión, como estudios previos y los antecedentes históricos, careció de un impacto detectable. Esta falta de respuesta refuerza la conclusión natural de que la guerra contra las drogas, como la guerra contra la criminalidad y la guerra contra el terrorismo se libran por razones ajenas a las metas anunciadas, que son reveladas por las consecuencias.

Durante el decenio pasado, Estados Unidos ha incrementado la ayuda militar y el adiestramiento de oficiales latinoamericanos en tácticas de infantería ligera para combatir el populismo radical, un concepto que, en el contexto latinoamericano, envía escalofríos a la espalda.

El adiestramiento militar está siendo desplazado del Departamento de Estado al Pentágono, eliminando previsiones de derechos humanos y democracia antes bajo supervisión congresional, siempre débiles pero al menos un disuasivo para los peores abusos.

La Cuarta Flota de Estados Unidos, desbandada en 1950, fue reactivada en 2008, poco después de la invasión de Colombia a Ecuador, con responsabilidad para el Caribe, Centro y Sudamérica, y las aguas que la rodean.

Sus operaciones diversas incluyen el combate al tráfico ilícito, cooperación de seguridad en el teatro, interacción de militares a militares y adiestramiento bilateral y multinacional, detalla el anuncio oficial.

La militarización de América del Sur se alinea con designios mucho más amplios. En Irak, la información es virtualmente nula acerca de las bases militares de Estados Unidos allí, así que debe suponerse que permanecen para proyección de fuerza. El costo de la inmensa ciudad-en-una-ciudad que es la embajada en Bagdad se elevará a mil 800 millones de dólares al año, de mil 500 millones que se habían estimado.

El gobierno de Obama también está construyendo megaembajadas en Pakistán y Afganistán.

Estados Unidos y el Reino Unido están exigiendo que la base militar de Diego García sea exenta de de la zona libre de armas nucleares de Africa, como lo están las bases de Estados Unidos en zonas similares en el Pacífico.

En pocas palabras, las acciones de un mundo de paz no caen en el cambio en el que puedes creer, para pedir prestado el eslogan de campaña de Obama.

Noam Chomsky. Publicado el 6 de septiembre de 2009 en La Jornada.

Brasil: fortalecimiento estatal en el petróleo

El lunes 31 de agosto, Lula, el presidente de Brasil, anunció el envío al Congreso de una nueva legislación petrolera. Esta legislación era esperada desde hace tiempo, y había discusiones al respecto. Por un lado, entre los movimientos populares se demanda una nacionalización completa. Por otro, en los medios oficiales, se discutían alternativas que permitieran que los enormes recursos que se esperan del llamado pre-sal, quedaran en el sector público y al servicio del pueblo, en la mayor medida posible.

El problema se originó con la privatización de una parte de las acciones de Petrobras, cuando el auge de las privatizaciones en escala casi mundial. Sesenta y dos por ciento del total de las acciones están en manos de particulares, se supone que en su mayoría extranjeros. El Estado sigue siendo el responsable de Petrobras, tiene mayoría de las acciones con voto, también nombra a las autoridades de la entidad y controla el consejo de administración. Pero no es raro que Lula haya condenado públicamente, en diferentes momentos, esa venta de acciones. Los accionistas no aportan ni un miligramo al trabajo de la empresa pública. Hicieron una aportación económica una vez, al comprar las acciones, además en un momento en que estaban muy baratas, y luego simplemente cobran sus utilidades. Esto no tiene nada que ver con el desarrollo que ha tenido Petrobras en varios sentidos.

La situación de privilegios a empresas privadas se apoyaba en el pretexto de que el riesgo de la inversión era alto, no en el sentido de que pudiera haber accidentes o algo así, sino que la perforación pudiera no encontrar nada, o muy poco. De ahí, se consideraba justificado que cuando una empresa lograra un buen trabajo, tuviera una utilidad mayor. Sin embargo, a medida que se va conociendo mejor la riqueza de yacimientos a gran profundidad y abajo de una capa salina hasta de dos kilómetros de espesor, pre-sal, se fue llegando a un consenso, en los medios gubernamentales, de que ahí no se justificaban los criterios que se habían aplicado en otras partes.

El anuncio de Lula explicó también otras partes importantes de la política brasileña en la materia. El Estado debe ser fuerte, y la crisis actual muestra que si el Estado no regula y fiscaliza el mercado, éste puede desfondar al mundo en un abrir y cerrar de ojos. Recordó que Brasil no quiere ser un simple exportador de petróleo crudo. Además de ser autosuficiente, ese país quería exportar refinados como la gasolina y el diesel. También quería ser autosuficiente en petroquímicos y exportarlos. Esto ratifica lo que ya se está haciendo: hay cinco refinerías en construcción, y una de ellas es la fase inicial de un complejo petroquímico. Dos de las refinerías están destinadas sólo a la exportación de sus productos.

Lula habla de quienes cayeron en la tentación del dinero fácil y rápido. Exportaron todo el petróleo que podían, y fueron inundados por monedas extranjeras. Resultado: quebraron sus industrias y se desorganizaron sus economías.

Por supuesto que para seleccionar terrenos para cada una de las refinerías, actuaron y ya hay obras en marcha. No hicieron ninguna competencia de gobernadores, como no se ha hecho en ningún otro lugar del mundo salvo México. Las condiciones de contratación de empresas para apoyar a Petrobras en pre-sal son fijadas por el Estado y se suprimen ahí las concesiones.

Según el proyecto de ley, Petrobras será el operador único de todas las actividades de la zona pre-sal. Podrá contratar empresas pero en las condiciones mencionadas. Se administrará conforme a una planeación. Pero además habrá una empresa petrolera adicional, totalmente estatal, Petrosal. Esto tiene un antecedente en Noruega, en ese país se creó Petoro, empresa totalmente pública. Allá, la empresa petrolera pública tiene aproximadamente un tercio de sus acciones en manos privadas. Con Petoro, una buena parte de los productos en materia de petróleo y gas no se reparten con los accionistas sino que van totalmente al sector público y al gasto público.

Además de la nueva empresa totalmente pública, que se va a encargar del control y supervisión de la actividad petrolera, se crea un fondo social, que se enfoca a la reducción de la pobreza, a la educación, y al desarrollo de ciencia y tecnología. Éste será, por ley, un destino de los beneficios del nuevo petróleo de pre-sal. Los recursos del fondo social vienen de regalías, bonos y utilidades comerciales del petróleo y el gas.

El gobierno brasileño da una importancia a estos cambios tal que declaró el estado de urgencia constitucional. Esto implica que las cámaras tienen un plazo de 45 días para resolver. Se estima que sumando las diferentes modificaciones, el conjunto tendría un plazo de 90 días.

No me extraña que varios funcionarios aquí volteen a ver para otro lado y no quieran ver ni oír nada de lo mencionado. El contraste con el papelito que han estado jugando es verdaderamente notorio y hasta escandaloso.

Artículo escrito por Antonio Gershenson, publicado el 6 de septiembre de 2009 en La Jornada.

23 de agosto de 2009

Capitalismo estilo Sarah Palin

Estamos en una época progresista, una época en la cual el suelo se mueve debajo de nuestros pies, y cualquier cosa es posible. Lo que hace un año considerábamos que era inimaginable decir y esperar, ahora es posible. En tiempos como éstos, es esencial que tengamos la mayor claridad posible acerca de qué queremos, porque en una de esas lo conseguimos. Así que las apuestas son elevadas.

Hoy en día, en los discursos normalmente hablo sobre el rescate (bancario). Todos necesitamos entenderlo porque se está llevando a cabo un robo, el mayor atraco en la historia monetaria. Pero hoy quisiera abordarlo de otro modo: ¿qué tal que el rescate sí funcione, qué tal que sí salvan al sector financiero y la economía regresa al curso que llevaba antes de que estallara la crisis? ¿Es eso lo que queremos? ¿Y cómo se vería ese mundo?

La respuesta es que se vería como Sarah Palin. Escuchen mis argumentos, no es un chiste. Creo que no hemos prestado suficiente atención al significado del momento Palin. Piénsenlo: Se subió al escenario mundial como candidata vicepresidencial el 29 de agosto, con mucha fanfarria, en un mitin de campaña de McCain. Exactamente dos semanas después, el 14 de septiembre, Lehman Brothers colapsó, y desencadenó el derrumbe financiero global.

Así que de cierta manera Palin fue la última expresión clara del capitalismo-de-más-de-lo-mismo antes de que todo se viniera abajo. Eso es bastante útil porque nos mostró –a su manera, llana, campechana– la trayectoria por la cual iba la economía estadunidense antes del actual colapso. Al ofrecernos este vistazo al futuro que apenas evitamos, Palin nos da la oportunidad de plantear una pregunta esencial: ¿Queremos ir ahí? ¿Queremos salvar ese sistema pre crisis, regresarlo a donde estaba el pasado septiembre? ¿O queremos utilizar esta crisis y el mandato electoral de hacer un cambio en serio que se obtuvo en la pasada elección, para transformar radicalmente ese sistema? Ya debemos tener clara nuestra respuesta porque no hemos tenido la potente combinación de una crisis seria y un claro mandato democrático progresista por un cambio desde los años 30. Usamos esta oportunidad o la perdemos.

Así que, ¿qué nos estaba diciendo Sarah Palin acerca del capitalismo-de-más-de-lo-mismo antes de que el colapso la interrumpiera de modo tan grosero? Primero recordemos que antes de que llegara, el público estadunidense, al fin, estaba comenzando a aceptar la urgencia de la crisis climática, el hecho de que nuestra actividad económica está en guerra contra el planeta, que hace falta de inmediato un cambio radical. De verdad estábamos teniendo esa conversación: los osos polares estaban en la cubierta de la revista Newsweek. Y luego, hizo su aparición Sarah Palin. La esencia de su mensaje fue: esos ecologistas, esos liberales, esos hacedores-de-bien están equivocados. No tienes que cambiar nada. No tienes que repensar nada. Sigue conduciendo tu coche que se chupa la gasolina, sigue yendo a Wal-Mart y compra todo lo que quieras. La razón de esto es un lugar mágico llamado Alaska. Simplemente vengan y llévense todo lo que quieran. Estadunidenses, dijo durante la Convención Nacional Republicana, “necesitamos producir más de nuestro propio petróleo y gasolina. Se los dice una chica que conoce el North Slope of Alaska: tenemos un montón de ambos”.

Y la gente en la convención respondió, coree y coree: Taladra, nena, taladra. Al mirar esa escena en televisión, con esa extraña y espeluznante mezcla de sexo, petróleo y patrioterismo, recuerdo haber pensado: Guau, la convención se transformó en un mitin en favor de chingarse al planeta Tierra. Literalmente.

Pero lo que Palin decía implicaba algo que forma parte del mismísimo ADN del capitalismo: la idea de que el mundo no tiene límites. Lo que decía implicaba que no hay tal cosa como consecuencias o déficits en el mundo real. Porque siempre habrá otra frontera, otra Alaska, otra burbuja. Simplemente sigue adelante y descúbrelo. El mañana nunca llega.

Ésta es la mentira más reconfortante y peligrosa: la mentira de que el crecimiento perpetuo y sinfín es posible en nuestro planeta finito. Y tenemos que recordar que este mensaje fue increíblemente popular en esas primeras dos semanas, antes de que Lehman colapsara. A pesar del historial de Bush, Palin y McCain tomaban la delantera. Y si no hubiera sido por la crisis financiera y por el hecho de que Obama comenzó a hacer conexión con los votantes de la clase trabajadora al poner en el banquillo de los acusados la desregulación y la economía de goteo (de arriba hacia abajo), quizá habrían ganado.

El presidente nos dice que quiere mirar hacia delante, no hacia atrás. Pero para poder confrontar la mentira del crecimiento perpetuo y la abundancia sin límite que está en el centro de las crisis del medio ambiente y financiera, tenemos que mirar hacia atrás. Y tenemos que mirar muy atrás, no sólo a los pasados ocho años de Bush y Cheney, sino a la fundación misma de este país, a la idea del estado de colonos.

El capitalismo moderno nació con el llamado descubrimiento de las Américas. El pillaje de los increíbles recursos naturales de las Américas generó el exceso de capital que hizo posible la revolución industrial. Los primeros exploradores hablaron de esta tierra como la Nueva Jerusalén, una tierra con una abundancia sin fondo, ahí para ser tomada, tan vasta que el pillaje nunca tendría que terminar. Esta mitología está en nuestras historias bíblicas –de inundaciones y comienzos nuevos, de éxtasis y rescates– y está en el centro del sueño americano de la constante reinvención. Este mito nos dice que no tenemos por qué vivir con nuestros pasados, con las consecuencias de nuestras acciones. Siempre podemos escapar, comenzar de nuevo.

Claro, estas historias siempre fueron peligrosas para la gente que ya vivía en las tierras descubiertas, para la gente que la trabajaba como mano de obra forzada. Pero ahora el planeta nos dice que ya no podemos darnos el lujo de estas historias de eternos nuevos comienzos. Por eso es tan significativo que justo en el momento en el cual cobró vida cierto instinto de supervivencia humana y finalmente parecía que aceptábamos que la Tierra tiene límites naturales, llegó Palin, la nueva y reluciente encarnación de la mujer colonialista del territorio salvaje: vengan a Alaska. Siempre hay más. No piensen, nomás tomen.

Esto no se trata sobre Sarah Palin. Es sobre el significado de este mito del constante descubrimiento, y lo que nos dice sobre el sistema económico en el que gastan billones de dólares para salvar. Lo que nos dice es que el capitalismo, si se le deja, nos empujará más lejos del punto del cual el clima se pueda recuperar. Y, a toda costa, el capitalismo evitará una seria rendición de cuentas, ya sea de sus deudas financieras o sus deudas relacionadas con el medio ambiente. Porque siempre hay más. Un nuevo y rápido arreglo. Una nueva frontera.

Ese mensaje se lo compraban, como siempre ocurre. Fue sólo cuando la bolsa de valores se derrumbó que la gente dijo: Quizá Sarah Palin no sea una buena idea esta vez. Vayámonos con el tipo inteligente para surcar la crisis.

Casi siento que nos dieron una última oportunidad, una especie de aplazamiento. Trato de no ser apocalíptica, pero los textos científicos sobre el calentamiento global que leo, asustan. Esta crisis económica, tan terrible como es, nos jaló del precipicio ecológico del cual estábamos a punto de salir volando con Sarah Palin y nos dio un poquito de tiempo y espacio para cambiar el curso que llevábamos. Y creo que es significativo que cuando pegó la crisis hubo casi una sensación de alivio, como si la gente supiera que estaba viviendo más allá de sus posibilidades económicas y los hubieran cachado. De pronto teníamos permiso para hacer cosas juntos más allá de ir de compras, y eso resonó profundamente.

Pero no estamos libres del mito. La intencionada ceguera que Sarah Palin representa tan bien, está incrustada en la manera en que Washington responde a la crisis financiera. Hay una total negación a ver qué tan mal está la cosa. Washington prefiere aventar billones de dólares en un hoyo negro en vez de averiguar qué tan profundo está. Así de intencionado es el deseo de no saber.

Y vemos muchas otras señales de que la vieja lógica vuelve. Los salarios de Wall Street regresaron casi a los niveles de 2007. Hay cierta electricidad en las afirmaciones de que la bolsa de valores repunta. ¿Podemos dejar de sentirnos culpables?, prácticamente puedes escuchar que preguntan los comentaristas en televisión por cable. ¿Ya regresó la burbuja?

Y quizá tengan razón. Esta crisis no va a matar al capitalismo o siquiera cambiarlo sustancialmente. Sin una enorme presión popular en favor de la reforma estructural, se comprobará que la crisis sólo fue un muy doloroso ajuste. El resultado será una desigualdad aún mayor que la anterior a la crisis. Porque está muy, muy difícil que todas las millones de personas que perdieron su empleo y su hogar los vayan a recuperar. Y la capacidad manufacturera es muy difícil de reconstruir una vez que ha sido subastada.

Es apropiado llamar a esto un rescate. Los mercados financieros son rescatados para evitar que el barco del capitalismo financiero se hunda, pero no están sacando agua. Sino gente. Son personas las que avientan por la borda en nombre de la estabilización. El resultado será un navío más angosto y más mezquino. Mucho más mezquino. Porque una profunda desigualdad –los super ricos viviendo al lado de los económicamente desesperados– requiere de un endurecimiento de los corazones. Necesitamos creer que somos superiores a aquellos que son excluidos para tolerar la situación. Así que este es el sistema que están salvando: el mismo, sólo que más mezquino.

Y la pregunta que enfrentamos es: ¿nuestro trabajo debería ser rescatar este barco, el mayor barco pirata que jamás existió, o hundirlo y remplazarlo con una barca más sólida, una con espacio para todos? Una que no necesite de estas purgas rituales, durante las cuales aventamos por la borda a nuestros amigos y vecinos para salvar a las personas que viajan en primera clase. Una que comprenda que la Tierra no tiene la capacidad como para que todos vivamos mejor y mejor. Pero sí tiene la capacidad, como recientemente dijo el presidente boliviano Evo Morales, en Naciones Unidas, para que todos vivamos bien.

Porque, no se equivoquen: el capitalismo estará de regreso. Y el mismo mensaje regresará, aunque quizá haya alguien nuevo vendiéndolo: no necesitas cambiar. Sigue consumiendo todo lo que quieras. Hay bastante más. Taladra, nena, taladra. Quizá haya alguna solución tecnológica que haga que desaparezcan todos nuestros problemas.

Y por eso, ahora debemos ser absolutamente claros. El capitalismo puede sobrevivir esta crisis. Pero el mundo no puede sobrevivir otra vuelta del capitalismo.

Copyright 2009 Naomi Klein.

Artículo publicado el 23 de agosto de 2009 en La Jornada. El texto es una adaptación de un discurso pronunciado el 2 de mayo de 2009, en la conferencia del centenario de la revista The Progressive y publicado en la edición de agosto de 2009.

Traducción: Tania Molina Ramírez.

7 de agosto de 2009

Desigualdad


Un controvertido anuncio que reclama comidas más sanas en los comedores escolares y que presenta a las hijas del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como ejemplo de quienes sí comen bien podría irritar a la Casa Blanca, según expertos.
"Si las hijas de Obama comen sano en el colegio, ¿por qué yo no?" se pregunta una niña negra en los carteles publicitarios colocados desde esta semana en el metro de Washington.

De momento, la Casa Blanca no ha hecho comentario alguno al respecto.
El anuncio no pasó desapercibido para el diario Político, que ha profundizado en quién está detrás de los mismos.

La niña que pone cara al anuncio se llama Jasmine Messiah, tiene 8 años, vive en Florida y va a un colegio público.

La campaña publicitaria está pagada por el grupo sin fines de lucro Comité de Médicos por una Medicina Responsable, que patrocina un proyecto de ley en el Congreso para que haya más frutas, verduras y opciones vegetarianas o con bajo contenido de grasas en los almuerzos que ofrecen las escuelas públicas.

Y la niña del cartel, según Político, escribió a las hijas de Obama, Malia y Sasha, pidiéndoles que escriban al Congreso para que aprueben la ley que obligará a dar de comer mejor a los niños en todas las escuelas.

Jasmine, que también le escribió a los congresistas, según Politico les pide así a las hijas de Obama que la ayuden: "Muchas escuelas, incluyendo la mía, no ofrecen suficientes frutas, vegetales y platos vegetarianos" .

"Me alegro de que vuestra escuela, Sidwell Friends, tenga ya muchas opciones sanas en su cafetería, incluyendo chile vegetariano y pizza de vegetales asados. Si trabajamos juntos, podemos conseguir que todos los estudiantes coman sano" .

Las niñas de Obama asisten a un colegio privado y exclusivo de Washington, el mismo al que fue Chelsea, la hija de Bill y Hillary Clinton.

El presidente del comité de médicos que auspicia la campaña, Neal Barnard, ha subrayado que "en la mayoría de las escuelas los niños y las niñas no tienen alternativa a la dieta con carnes, quesos y altas calorías, que contribuye a la obesidad infantil y los problemas de salud" .

Y añade que "el Congreso debe intervenir para que todas las escuelas, no importa cuán pobres sean, provean verduras, frutas, y opciones saludables sin lácteos, y el Congreso debe dar los fondos para que esto sea factible" .

De acuerdo con los Centros para Control y Prevención de Enfermedades, una de cada tres personas nacidas en 2000 desarrollará diabetes en algún punto de su vida.

Otros estudios han encontrado una tasa creciente de exceso de peso y obesidad entre los niños, y un incremento sustancial del problema entre los hijos de inmigrantes.

La causa, sin duda, es buena, pero el director de Estudios de Gobierno en el Instituto Brookings, Darrell West, ha destacado a Político el peligro que tiene utilizar a las niñas de Obama en un asunto así.

"Eso es especialmente relevante, en este caso, porque las hijas (de Obama) son muy jóvenes" y porque la Casa Blanca, desde el primer momento, ha tratado de crear un escudo protector para ellas.

En opinión de West, desde luego ésta "no es la mejor forma de ganarse el corazón del presidente" .

La misma opinión tiene Steven Roberts, profesor de Comunicación de la Universidad George Washington, quien subraya que el "mejor camino para conseguir algo no es enfadar a un presidente tan popular" .

En opinión de Roberts, el asunto está tan claro que, si él fuera el grupo "despediría al organizador de la campaña".
Nota publicada el 7 de agosto en El Universal.

26 de julio de 2009

Entrevista a Rafael Correa

Entrevista realizada por el periodista argentino Jorge Lanata al presidente ecuatoriano Rafael Correa. Éste da una clara lección de su visión de estadista, hablando sobre el papel de los medios de comunicación, la deuda externa, el neoliberalismo, los recursos naturales y el socialismo del siglo XXI.

No hay nada más tonto que un obrero de derechas

Abril, en Quito. Un taxista me lleva desde el hotel hasta la casa de gobierno (el Palacio Carondelet, en el hermoso distrito histórico) y me da su impresión sobre el presidente Rafael Correa, que el día previo ha sido reelecto por mayoría absoluta de votos. "No me gusta. No le da seguridad jurídica a las empresas". El mismo argumento escuché en otro trabajador ecuatoriano. Pero podría ser peruano, colombiano, chileno, uruguayo o argentino. Tanto ha penetrado el discurso promercado y neoliberal que ahora un trabajador se preocupa de la "seguridad jurídica" de las empresas. Si eso pasa, estamos en problemas, pienso mientras avanza el taxi. Estamos peor de lo que creía. El 10 de agosto Correa asume su nuevo mandato. Habrá que corregir, también ahí.

No está mal que un inversor reclame reglas claras. Si va a destinar su dinero a un mercado, obviamente exigirá estabilidad en el marco que lo va a regular. Claro, si no lo regulan, como pasó en años recientes, mejor, porque se trata de optimizar ganancias a como dé lugar, que eso es el fin de un capitalista, no como dicen en las engañosas propagandas según las cuales su prioridad es el cliente, el país, la creación de empleo, etc. Puñeterías. El objetivo es ganar dinero, cuanto más mejor. Y eso tampoco está mal pues son empresas, no entidades filantrópicas, sólo que no les gusta que se note. Perry Anderson hablaba del carácter vergonzante de decirse capitalista, algo que cambió en la década del 90, tras la caída del comunismo soviético. Antes se decían el mundo libre, occidente, y Anderson registra que cuando el enemigo ya no estuvo, dejó de ser vergonzante llamarse capitalista. Al contrario, ahora anacrónico suena decirse comunista.

Pero ahí están las compañías, su enorme poder mediático, para reivindicar su derecho a pedir reglas claras. Y bien que lo hacen. ¡Si hasta lo acaba de reclamar, como enojado, el presidente de Repsol a los gobiernos de América Latina, donde la petrolera ganó más dinero que en ningún otro lado (y de paso se hizo petrolera en serio)! Ahora, que la "seguridad jurídica" de las empresas la pida un trabajador y se olvide en todo caso de exigir seguridad para su trabajo, su salud, la estabilidad de sus ingresos, la educación de sus hijos, la seguridad de su techo, de su alimento diario, de sus aportes jubilatorios, habla de cuánto terreno ganó el discurso del "mercado". Los accionistas pueden dormir tranquilos, la masa laboral le cuida sus intereses.

Fragmento de Ecuador: los desafíos de Correa en su segundo mandato, escrito por Néstor Restivo (periodista del diario Clarín de Buenos Aires e historiador. Ha publicado los libros Chile: la crisis de 1973 y los ciclos económicos y El Rodrigazo, treinta años después.), publicado el 19 de julio de 2009 en www.sinpermiso.info

México: de aquellos polvos, estos lodos

Jeff Faux*

El pasado invierno, tanto el director saliente de la CIA como un informe independiente realizado por el Pentágono afirmaron que la inestabilidad política en México resultaba comparable a la de Pakistán e Irán como amenaza de primer orden a la seguridad nacional de los EEUU. Exageraban; México no es todavía un “Estado fallido”. Sin embargo, no hay duda de que marcha en esa dirección.

Una guerra criminal entre cárteles de narcotraficantes costó el año pasado la vida a, por lo menos, 6.000 personas, incluidos funcionarios públicos, policías y periodistas. El país encabeza la lista mundial de secuestros (Pakistán va en segundo lugar). Y con la crisis global, su economía crónicamente anémica sufre una hemorragia de puestos de trabajo, empresas y esperanzas.

No es sorprendente que los votantes dieran la espalda al partido derechista del presidente Felipe Calderón, el PAN [Partido de Acción Nacional] en las elecciones parlamentarias del pasado 5 de julio. Pero el partido de centroizquierda, el PRD –al que muchos creen le fue robada la presidencia en las elecciones presidenciales de 2006— se ha autodestruido como consecuencia de una lucha de facciones. Así pues, frustrados, los mexicanos devolvieron el parlamento al Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que décadas de dominación corrupta y autoritaria parecían haber enterrado definitivamente en 2000. Al menos, piensan muchos electores, el PRI sabe cómo mantener el orden.

Los mexicanos son responsables de lo que ocurre en su propio país, huelga decirlo. Pero la geografía les ha obligado constantemente a hacer su propia historia a la sombra de su vecino septentrional. “¡Pobre México!”, reza un viejo dicho, “¡tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU!”. Hoy, México es un ejemplo paradigmático de los efectos destructivos de la teoría económica neoliberal promocionada en el mundo entero por la clase rectora en los EEUU.

El Tratado de Libre Comercio de la América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), propuesto por Ronald Reagan, negociado por George Bush y pasado por el Congreso por Bill Clinton en 1993, es, a la vez, símbolo y substancia del neoliberalismo. Se vendió a la ciudadanos de los EEUU, México y Canadá con la promesa de que el libre comercio de bienes y dinero transformaría México en una economía de florecientes clases medias, reduciendo espectacularmente la inmigración ilegal y creando un vasto mercado para las exportaciones de los EEUU y, en menor medida, Canadá.

Quince años después, México sigue siendo incapaz de crear el volumen suficiente de puestos de trabajo para dar empleo a su población. La emigración se ha multiplicado por dos, y a ambos lados de la frontera mexicano-estadounidense lo que ha conseguido la acrecida competencia en el mercado de trabajo es mantener bajos los salarios. En la cúspide, los ingresos y la riqueza se han disparado. No es por casualidad que entre los padrinos del NAFTA se hallaran el antiguo secretario del Tesoro Robert Rubin (demócrata) y el antiguo presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan (republicano), las huellas digitales de los cuales se hallan por doquiera en el desastre financiero global del presente.

Yo me opuse al NAFTA desde el comienzo. Sin embargo, consideraba que lo mejor que podía esperarse de él eran las eficiencias generadas por la integración económica, que podrían al menos hacer más competitivas internacionalmente a las empresas estadounidenses y mexicanas. Pero incluso ese argumento terminó siendo tan válido como una participación en un fondo de inversiones de Bernie Madoff.

Hace varios años, pronuncié una conferencia ante un grupo hombres de negocios en Ciudad de México. Los procedentes de los bancos y de las corporaciones transnacionales pensaban que el NAFTA había sido un gran éxito, pero los pequeños y medianos empresarios mexicanos veían las cosas de muy otra manera. Ustedes los estadounidenses, dijo uno de ellos, prometieron que con su tecnología y nuestro trabajo barato podríamos asociarnos para competir con Asia. Pero, en cambio, lo que ustedes hicieron fue abrir sus mercados a China e invertir allí. “Desde luego”, dijo. “Podemos fabricar componentes de TV por la mitad de lo que cuesta hacerlo en los EEUU. Pero los chinos pueden fabricarlos y fletarlos por la décima parte. Así que, en vez de cerrar el hiato entre México y los EEUU elevando los salarios, lo que hemos hecho es reducir el hiato entre México y China, bajándolos.”

Cuando le mencioné este diálogo a un banquero neoyorquino de inversión que había cabildeado en su día a favor del NAFTA admitió haber hablado vagamente sobre una asociación con México. Para añadir, frunciendo el ceño: “Las cosas cambian”, es decir, que las oportunidades de beneficio en China dejaban muy pequeña cualquier cosa que México pudiera ofrecer.

Las gentes de Wall Street no tenían mucho interés en que México fuera más competitivo. Tampoco tenían gran interés en que los EEUU fueran más competitivos. Su propósito era precisamente el contrario: desconectarse a sí mismos y a sus socios granempresariales del destino de cualquier país particular. La Organización Mundial de Comercio, la apertura del mercado estadounidense a China y un rimero de acuerdos bilaterales de comercio siguieron la estela del NAFTA.

En México, la elite económica y financiera colaboró encantada. Por ejemplo, el NAFTA abrió a los bancos mexicanos a la inversión extranjera: los cabildeadores políticos que habían conseguido comprar al Estado el gigante Banamex por 3,2 mil millones de dólares y obtener subsidios públicos permanentes vendieron luego el banco, con subsidios incluidos, a Citigroup por 12,5 mil millones de dólares. Hoy, cerca del 90% del sistema bancario mexicano está en manos de inversores estadounidenses y extranjeros, quienes no están obligados a reciclar los depósitos mexicanos, o el dinero del gobierno mexicano, y devolverlos a México, sino que pueden invertirlo en cualquier parte del mundo.

La adquisición de Banamex fue negociada por Rubin tras ser nombrado presidente del comité ejecutivo de Citigroup con un sueldo de 17 millones de dólares anuales. A finales de los 80, cuando estaba en Goldman Sachs, Rubin copatrocinó la privatización del sistema telefónico mexicano a favor de Carlos Slim, un empresario mexicano muy bien relacionado políticamente. Lo que hizo Slim entonces fue usar los beneficios monopólicos obtenidos de sus elevadas cuotas telefónicas para invertirlo por todo el planeta, lo que incluye una substanciosa participación en el New York Times. En la última lista de Forbes, Slim aparece como el tercer hombre más rico del mundo.

Ello es que, mientras la economía estadounidense andaba hinchando burbujas punto.com y subprime, el modelo neoliberal parecía estable. Los inversores norteamericanos disponían de depósitos bancarios mexicanos y de trabajo barato mexicano en ambos lados de la frontera. Merced a la emigración hacia los EEUU, los oligarcas mexicanos se libraron de trabajadores frustrados que podrían haber resultado políticamente molestos. La economía también se ha beneficiado de las remesas de dinero en divisa fuerte que los emigrantes envían a sus familias.

Otra inyección de dinero en efectivo a la economía mexicana, no registrada en las estadísticas oficiales, son los cerca de 25 mil millones de dólares procedentes de la exportación ilegal de droga a los EEUU. Ahora mismo, con unas remesas deprimidas, unos precios del petróleo deprimidos y un turismo deprimido, el narco-comercio es probablemente el mayor suministro de divisa fuerte que tiene México.

El NAFTA y la ideología neoliberal que representa no son, huelga decirlo, las causas últimas del narcotráfico. Pero han sido factores causales de la mayor importancia en su monstruoso crecimiento reciente. Para quienes no conozcan de cerca la situación: el tratado de comercio creó una superautopista de dos direcciones para el contrabando; los señores mexicanos de la droga usan los dólares conseguidos en sus exportaciones para importar fusiles, helicópteros y sofisticado equipo militar de los EEUU para librar sus guerras territoriales. Al estrangular las pequeñas granjas mexicanas, incapaces de competir con el muy subsidiado agronegocio estadounidense, el NAFTA contribuyó también a expandir el volumen de jóvenes desempleados, que son la base de reclutamiento de los narcotraficantes. Y la integración bancaria bajo el NAFTA hizo mucho más fácil el lavado de dinero.

Más importante aún, tal vez: el NAFTA contribuyó a mantener la red de corrupción de los oligarcas mexicanos. Las elecciones presidenciales de 1988 –robadas por el entonces gobernante PRI al PRD— supusieron un shock para los poderes establecidos de ambos lados de la frontera. Al abrir México al dinero y a la influencia estadounidenses, el NAFTA se convirtió en una vía, según me dijo en cierta ocasión el representante norteamericano de Comercio, “para mantener a la izquierda alejada del poder”.

Hasta los 80, el contrabando mexicano de droga –sobre todo, marihuana— hacia el norte era modesto en escala, y generalmente tolerado por los sucesivos gobiernos del PRI. Su mensaje era el siguiente: no nos preocupamos de lo que vendéis a los gringos, pero nada de vender droga aquí a nuestros hijos, y por supuesto, compartid bajo mesa una parte de vuestros beneficios con nosotros. Pero los neoliberales respaldados por los EEUU que se hicieron con el control del PRI en los 80 tenían vínculos más estrechos con los cárteles mexicanos. El hermano y el padre del presidente y campeón del NAFTA, Carlos Salinas –celebrado en Washington como un buen gobernante reformador— fueron repetidamente acusados de conexiones con el negocio de la droga. En el primer año de Salinas en el cargo, su jefe nacional de policía fue descubierto con 2,4 millones de dólares de dinero procedente de la droga en el maletín de su auto.

En los 90, a medida que los cárteles de la droga mexicanos, mejor ubicados geográficamente, desplazaban los colombianos del mercado estadounidense de cocaína, sus beneficios y su influencia política creció. Pero también creció la rivalidad entre ellos y las facciones gubernamentales aliadas a ellos por el control de las rutas comerciales. Empezaron a verse por las calles cuerpos cosidos a balazos, desencadenando el nerviosismo público.

Buscando legitimidad tras las elecciones de 2006, ensombrecidas por la sospecha de fraude, el presidente Felipe Calderón declaró la guerra a los narcotraficantes. Fue un gesto popular, pero dado que la policía, el ejército y el aparato judicial están muy infiltrados por las bandas, le salió el tiro por la culata. Los narcos reaccionaron con una violencia terrorífica: asesinatos, decapitaciones y mutilaciones de policías, soldados y matones, actos, todos ellos, desvergonzadamente exhibidos en YouTube. Sabedor de que perdía el control de la situación, Calderón pidió ayuda a George Bush II. Resultado: la Iniciativa de Mérida, un programa de 400 millones de dólares anuales para suministrar helicópteros, equipo militar y entrenamiento a la policía y al ejército mexicanos.

Tras décadas de mantener distancias con los EEUU, los militares mexicanos –como las fuerzas armadas de Colombia, Honduras y otros países latinoamericanos— se están convirtiendo en clientes del Pentágono. A su vez, la sociedad mexicana se está militarizando. La corrupta policía local está siendo desplazada por los soldados, que acaso sean algo menos corruptos, pero que representan una mayor amenaza para los derechos humanos y la democracia. Un informe del pasado abril de Human Rights Watch identificó 17 casos específicos de abusos del ejército mexicano, incluidos “asesinatos, torturas, violaciones y detenciones arbitrarias”.

A favor de Barack Obama hay que decir que al menos ha sido capaz de reconocer lo que sus antecesores en el cargo negaban, a saber: que la demanda estadounidense de drogas y su suministro de armas hace de los EEUU un facilitador del proceso de crecimiento de los narco-señores de la guerra. Pero también ha dejado claro que ninguna de estas cosas está en la agenda política de su administración. Además, así como Bill Clinton llevó a buen puerto el acuerdo NAFTA de George Bush I, Barack Obama ha hecho suya la Iniciativa de Mérida de Bush II.

Dada la nula disposición de los políticos estadounidenses a enfrentarse con el problema de la demanda de droga, no es probable que la Iniciativa de Mérida vaya a tener más éxito en punto a la erradicación del comercio de droga del que lo ha tenido el Plan Colombia (dotado con 6 mil millones de dólares). Lo mejor que cabe esperar es algún tipo de reparto del mercado entre los cárteles que termine siendo tácitamente aceptado por el gobierno mexicano, mientras Washington mira pudorosamente para otro lado. Dado que en muchas áreas el dinero de la droga es la principal fuente de financiación de las campañas electorales, un parlamento mexicano dominado por el PRI podría terminar convirtiéndose en el foro adecuado para la negociación de un final, no por cínico menos bienvenido, de los asesinatos.

Entretanto, la violencia del mundo de la droga ha logrado disuadir a turistas e inversores, empeorando todavía más la recesión mexicana. El grueso de las previsiones esperan que la economía se contraiga alrededor de un 6% este año: un golpe tremendo para un país en el que el 45% viven con 2 dólares al día, o menos. Respuesta de Calderón: rescatar las grandes empresas que especularon con derivados financieros de Wall Street y un incremento del gasto público con cuentagotas, esperando, una vez más, que los EEUU absorban el excedente mexicano de trabajo.

Pero, aun si la economía de los EEUU se recupera, es improbable que vuelva a generarse un boom crediticio como el que mantuvo a flote al NAFTA. En la era post-crac, los EEUU se verán finalmente forzados a enfrentarse a sus déficits comerciales y a su imponente deuda exterior. Los estadounidenses tendrán que reducir su gasto de consumo, incrementar el ahorro y vender más –y comprar menos— al resto del mundo. Si México no pudo prosperar durante 15 años exportando bienes y trabajadores a un pletórico mercado de consumo estadounidense, resulta difícil de creer que podrá hacerlo cuando ese mercado se ha deshinchado.

Hay que repensar por entero la relación. A este respecto, el olvido en que ha caído la exigencia de Obama, durante su campaña electoral, de renegociar el NAFTA, ha de considerarse una oportunidad perdida. Un nuevo debate sobre el tratado de comercio podría haber favorecido la discusión pública sobre el fracaso de la teoría económica neoliberal, sobre la “guerra a las drogas” y sobre una política inmigratoria que ignora las causas que llevan a los trabajadores mexicanos a cruzar la frontera. Podría haberse convertido en un fórum para reflexionar cabalmente sobre cómo puede ponerse la integración continental al servicio de la población trabajadora, y no meramente al servicio de los inversores. Por ejemplo: ¿qué tipo de políticas cooperativas de transporte, energía e industrialización verde podrían hacer que las gentes de las tres naciones –ahora ligadas por un mercado único— llegaran a ser más competitivas globalmente?

Los asesores de Obama, gentes de Wall Street, no tienen mayor interés que Bush en este tipo de cambio. Y sin una nueva dirección económica, la vida para el mexicano medio empeorará sin lugar a dudas, y crecerán las tensiones sociales. Algunos amigos mexicanos observan que la Revolución contra España estalló en 1810, y que la Revolución contra el dictador Porfirio Díaz, respaldado por los EEUU, estalló en 1910. ¿Y en 2010?

Sea como fuere, los problemas y los conflictos mexicanos no se quedarán convenientemente encapsulados al otro lado de Río Grande. Constrúyase un muro de diez pies de alto, que la gente desesperada encontrará escaleras de doce pies. El libre comercio, huelga decirlo, seguirá floreciendo; la secretaria de Estado de Seguridad, Janet Napolitano, estima que los cárteles mexicanos de la droga están ahora mismo operando en 230 ciudades norteamericanas.

Así, gracias a la gente que nos trajo el desastre de las hipotecas subprime, de la congelación del crédito y de la Gran Recesión, la próxima Revolución mexicana podría estar más cerca de lo que ustedes piensan.

* Jeff Faux fue el fundador y es ahora miembro destacado del Economic Policy Institute. Su último libro es: The Global Class War [La guerra de clases global] (Nueva York, Wiley, 2007).
Publicado el 19 de julio de 2009 en www.sinpermiso.info, traducción de Ricardo Timón.