24 de marzo de 2009

Es hora de que AL recupere su independencia

Entrevista a Eduardo Galeano hecha por Blanche Petrich. Primera parte. Publicada el día 24 de marzo de 2009 en La Jornada.

Del periodismo, de los pueblos de América Latina “que se cansaron de bailar salsa al ritmo del Titanic”, de la historia del mundo, del racismo y del machismo. De su formación académica en los cafés de Montevideo. De su estilo literario, que aspira a decir lo más con menos, carne y hueso sin grasa, palabra desnuda. De su última aventura, Espejos, un libro de contrahistoria que abarca lo inabarcable y narra una serie de historias chiquitas desde el punto de vista de los que no están en los libros, los excluidos, los despreciados. Eduardo Galea- no se engancha fácil para hablar de todo esto y más con La Jornada, diario que –asegura– también es mi casa.

El uruguayo Galeano tamborilea con los dedos sobre la talla de una cabeza africana con la que se ilustra la portada de Espejos, su obra más reciente. “Aquí –dice– me paseo por la historia universal de manera muy irresponsable”. Se ríe de sí mismo: Desde el tiempo de las cavernas para acá, no se me escapa nada. Claro, lo que más me llega es lo que pasó en el siglo XX, que el mío. Ahora, el siglo XXI debe aprender de lo que ocurrió en el XX. Lo que ocurrió es el doble fracaso: por un lado de las sociedades que sacrificaron la libertad en nombre de la justicia y, por el otro, las que sacrificaron la justicia en nombre de la libertad. El desafío de los tiempos que vienen es que ellas dos vuelvan a estar juntitas. La justicia y la libertad nacieron siamesas, pero fueron cortadas por los cirujanos del poder; ahora quieren volver a estar así, espalda contra espalda.

De igual manera, convencido de lo que dijo Rosa Luxemburgo, de que nada hay más revolucionario que decir lo que se piensa, se permite expresar sus discrepancias con Cuba y Venezuela.

Para abrir boca, aborda la objetividad en el periodismo como una de las mentiras mejor vendidas como verdad por los amos de los medios de comunicación.

Relata una conversación que tuvo hace tiempo con un poeta nicaragüense que nació con el siglo pasado, José Coronel Urtecho. “Cada vez que iba a Nicaragua lo visitaba en la finca que tenía cerca de la frontera con Costa Rica. Un día le conté que estaba escribiendo Memorias del fuego, el primer tomo. Estaba abrumado porque me costaba muchísimo tomar distancia. Escribo de tal manera que no consigo ser objetivo; amo y odio a personajes que vivieron hace cuatro, tres siglos. Los siento como si fueran mis vecinos, no puedo tener una mirada que no esté teñida por el amor o por la bronca. Y él me dijo algo que fue clave: el problema de los periodistas es que creen religiosamente en la objetividad. Me dijo: quieren ser objetivos para salvarse del dolor humano. Frase estupenda. Me dio luz verde, porque a partir de ahí escribí despreocupándome de la objetividad.

–Después de tantos años de estar discutiendo el mismo tema, uno diría que el asunto está saldado...

–Sí, pero no. Porque los dueños de la información insisten en parapetarse detrás del escudo de la objetividad. Acá en el libro Espejos, página 290, a propósito de Vietnam, cito al curiosísimo periodista estadunidense George Bayley, quien con paciencia china midió el tiempo que habían dedicado las cadenas televisivas ABC, CBS y NBC a la guerra entre 1965 y 1970. El punto de vista de la nación invasora ocupó 97 por ciento del espacio. Pero como esta objetividad exige que se conozca la opinión de las dos partes, también hubo un espacio para el punto de vista de la nación invadida, que ocupó el tres por ciento.
[...]
–En aras de la objetividad, los medios distorsionan también la realidad latinoamericana.

–Más por lo que callan que por lo que dicen. Muchas cosas buenas que ocurren, por ejemplo en Cuba, en Venezuela, en Bolivia, se callan. Claro, son procesos humanos, sucios de barro humano. Pero para los dueños de los medios, es útil demonizar a algunos. Éste es un mundo que destina a la guerra sus mayores recursos. Y eso requiere de enemigos. Si los enemigos no existen, hay que inventarlos para justificar la multiplicación de las armas.

Dos de los casos más escandalosos de satanización por parte de los fabricantes de la opinión universal son los de Hugo Chávez y Evo Morales, con quienes, dicho sea de paso, se pueden tener todas las discrepancias del mundo. Hay cosas que hace y dice Hugo Chávez que a mí no me gustan. Pero eso no me impide denunciar, cada vez que se puede, esa estafa colosal, cuando se le califica como un tirano, un enemigo de su pueblo.

AL, el reino de la diversidad

Yo fui vocero de los observadores internacionales independientes cuando en 2004 convocó al plebiscito revocatorio. Me tocó participar con Jimmy Carter y César Gaviria. Pasamos toda la anoche juntos, analizando los datos. Y al final, los hechos cantaban: fue una elección limpia. La primera vez en la historia universal en la que un presidente electo ponía su mandato a la disposición de la gente diciendo: si ustedes quieren, me quedo; si no, me voy. No hubo trampa. Lo mismo hizo tiempo después Evo Morales, y en una proporción un poco mayor que a Chávez, su pueblo pidió que se quedara. Fueron dos lecciones de democracia que el mundo no escuchó. Y no las escuchó porque los medios las acallaron.

–El tema de la relección en el caso de Bolivia y Venezuela suena casi a una mala palabra, cuando muchos sistemas políticos en Europa, incluso Estados Unidos, lo permiten.

–Hay una clara contradicción entre lo que predican los países poderosos y lo que practican. Personalmente no me convence mucho lo de la relección indefinida. El poder es peligroso e induce a la larga a escuchar más eco que voces. La concentración de poder en una sola persona no es buena para la democracia que queremos, participativa. Es mi opinión, pero eso no me hace caer en la trampa de creer que Chávez quiere perpetuarse en el poder. Tampoco me convence el sistema de poder en Cuba, que quizá fue el único que Cuba pudo tener, víctima de la asfixia temprana por parte de los poderes imperiales. Quizá eso no es lo que querían, era lo que podían.

El Estado todopoderoso no es la mejor respuesta al mercado todopoderoso. Yo tengo opiniones discrepantes con Cuba, y creo, como dice Rosa Luxemburgo, que no hay acto más revolucionario que decir lo que uno piensa. Muchas veces, el acoso que sufren las experiencias de cambio y todas las tentativas de justicia social son sometidos a un bloqueo feroz. A veces, de esto resulta que se condenan, y muy injustamente, las opiniones que contradicen a la voluntad del poder. Y eso no es bueno.

–Hablando de un mundo despistado, América Latina es rica en contradicciones. Los cambios que abarcan cada vez más territorio, desde el Brasil de Lula da Silva hasta El Salvador de Mauricio Funes, pasando por un sandinismo en Nicaragua que se vuelve contra sus hermanos, son contradictorios. No sé si estamos entendiendo bien estos cambios.

–Lo que hay que subrayar por encima de todo es que América Latina es el reino de la diversidad. Es lo mejor que tenemos y no tiene que asustar a nadie, al revés. Toda generalización de antemano está condenada a equivocarse. Pero del otro lado, es inevitable generalizar cuando se intenta abarcar un panorama que vaya más allá de las fronteras de cada pedacito. Lo que hay es una voluntad de cambio en los pueblos, una naciente y creciente conciencia de que los caminos recorridos en los últimos 30, 40 años conducían a la catástrofe. La caída de Wall Street –que por algo se llama la calle del Muro–, la caída de ese muro, entraña una gran lección. Durante años y años nos invitaron a bailar salsa a ritmo del Titanic, y ahora se ven las consecuencias.

En el fondo lo que hay es una pérdida notoria de poder y autoridad del dueño de la finca. Estados Unidos está viviendo lo que es, quizá, la peor crisis de su historia. Es el mejor momento para recuperar la independencia perdida.

14 de marzo de 2009

El desafío de América Latina

Hace más de un milenio, mucho antes de la conquista europea, una civilización perdida floreció en un área que conocemos ahora como Bolivia.

Los arqueólogos están descubriendo que Bolivia tenía una sociedad muy sofisticada y compleja, o, para usar sus palabras, uno de los medios ambientes artificiales más grandes, extraños y ecológicamente más ricos del planeta... sus poblaciones y ciudades eran grandes y formales, y eso creó un panorama que era una de las obras de arte más grandes de la humanidad.

Ahora Bolivia, junto con buena parte de la región, desde Venezuela hasta Argentina, ha resurgido. La conquista y su eco de dominio imperial en Estados Unidos están cediendo el paso a la independencia y a la interdependencia que marcan una nueva dinámica en las relaciones entre el norte y el sur. Y todo eso tiene como telón de fondo la crisis económica en Estados Unidos y en el mundo.

Durante la pasada década, América Latina se ha convertido en la región más progresista del mundo. Las iniciativas a través del subcontinente han tenido un impacto significativo en países y en la lenta emergencia de instituciones regionales.

Entre ellas figuran el Banco del Sur, respaldado en 2007 por el economista y premio Nobel Joseph Stiglitz, en Caracas, Venezuela; y el Alba, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, que podría demostrar ser un verdadero amanecer si su promesa inicial puede concretarse.

El Alba suele ser descrito como una alternativa al Tratado de Libre Comercio de las Américas patrocinado por Estados Unidos, pero los términos son engañosos. Debe ser entendido como un desarrollo independiente, no como una alternativa. Y además, los llamados acuerdos de libre comercio tienen sólo una limitada relación con el comercio libre, o inclusive con el comercio en cualquier sentido serio del término.

Y ciertamente no son acuerdos, al menos si las personas forman parte de sus países. Un término más preciso sería acuerdos para defender los derechos de los inversionistas, diseñados por corporaciones multinacionales y bancos y estados poderosos para satisfacer sus intereses, establecidos en buena parte en secreto, sin la participación del público, o sin que tengan conciencia de lo que está ocurriendo.

Otra prometedora organización regional es Unasur, la Unión de Naciones de América del Sur. Modelada en base a la Unión Europea, Unasur se propone establecer un Parlamento sudamericano en Cochabamba, Bolivia. Se trata de un sitio adecuado. En 2000, el pueblo de Cochabamba inició una valiente y exitosa lucha contra la privatización del agua. Eso despertó la solidaridad internacional, pues demostró lo que puede conseguirse a través de un activismo comprometido.

La dinámica del Cono Sur proviene en parte de Venezuela, con la elección de Hugo Chávez, un presidente izquierdista cuya intención es usar los ricos recursos de Venezuela para beneficio del pueblo venezolano en lugar de entregarlos para la riqueza y el privilegio de aquellos en su país y el exterior. También tiene el propósito de promover la integración regional que se necesita de manera desesperada como prerequisito de la independencia, para la democracia, y para un desarrollo positivo.

Chávez no está solo en esos objetivos. Bolivia, el país más pobre del continente, es tal vez el ejemplo más dramático. Bolivia ha trazado un importante sendero para la verdadera democratización del hemisferio. En 2005, la mayoría indígena, la población que ha sufrido más represiones en el hemisferio, ingresó en la arena política y eligió a uno de sus propias filas, Evo Morales, para impulsar programas que derivaban de organizaciones populares.

La elección fue solamente una etapa en las luchas en curso. Los tópicos eran bien conocidos y graves: el control de los recursos, los derechos culturales y la justicia en una compleja sociedad multiétnica, y la gran brecha económica y social entre la gran mayoría y la elite acaudalada, los gobernantes tradicionales.

En consecuencia, Bolivia es también ahora el escenario de la confrontación más peligrosa entre la democracia popular y las privilegiadas elites europeizadas que resienten la pérdida de sus privilegios políticos y se oponen por lo tanto a la democracia y a la justicia social, a veces de manera violenta. De manera rutinaria, disfrutan del firme respaldo de Estados Unidos.

En septiembre pasado, durante una reunión de emergencia de Unasur en Santiago, Chile, líderes sudamericanos declararon su firme y pleno respaldo al gobierno constitucional del presidente Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por una gran mayoría, aludiendo a su victoria en el reciente referéndum.

Morales agradeció a Unasur, señalando que por primera vez en la historia de América del Sur, los países de nuestra región están decidiendo cómo resolver sus problemas, sin la presencia de Estados Unidos.

Estados Unidos ha dominado desde hace mucho la economía de Bolivia, especialmente mediante el procesamiento de sus exportaciones de estaño.

Como el experto en asuntos internacionales Stephen Zunes señala, a comienzos de la década de los años 50, en un momento crítico de los esfuerzos de la nación para convertirse en autosuficiente, el gobierno de Estados Unidos obligó a Bolivia a utilizar su escaso capital no para su propio desarrollo, sino para compensar a ex dueños de minas y repagar su deuda externa.

La política económica que se impuso a Bolivia en esa época fue precursora de los programas de ajuste estructural implementados en el continente 30 años más tarde, bajo los términos del neoliberal Consenso de Washington, que ha tenido por lo general efectos desastrosos.

Ahora, las víctimas del fundamentalismo del mercado neoliberal incluyen también a países ricos, donde la maldición de la liberalización financiera ha traído la peor crisis financiera desde la gran depresión.

Las modalidades tradicionales del control imperial –violencia y guerra económica– se han aflojado. América Latina tiene opciones reales. Washington entiende muy bien que esas opciones amenazan no sólo su dominación en el hemisferio, sino también su dominación global. El control de América Latina ha sido el objetivo de la política exterior de Estados Unidos desde los primeros días de la república.

Si Estados Unidos no puede controlar América Latina, no puede esperar concretar un orden exitoso en otras partes del mundo, concluyó en 1971 el Consejo Nacional de Seguridad en la época de Richard Nixon. También consideraba de importancia primordial destruir la democracia chilena, algo que hizo.

Expertos de la corriente tradicional reconocen que Washington sólo ha respaldado la democracia cuando contribuía a sus intereses económicos y estratégicos. Esa política ha continuado sin cambios, hasta el presente.

Esas preocupaciones antidemocráticas son la forma racional de la teoría del dominó, en ocasiones calificada, de manera precisa, como la amenaza del buen ejemplo. Por tales razones, inclusive la menor desviación de la más estricta obediencia es considerada una amenaza existencial que es respondida de manera dura. Eso va desde la organización del campesinado en remotas comunidades del norte de Laos, hasta la creación de cooperativas de pescadores en Granada.

En una América Latina con una flamante autoconfianza, la integración tiene al menos tres dimensiones. Una es regional, un prerrequisito crucial para la independencia, que dificulta al amo del hemisferio escoger países, uno después de otro. Otra es global, al establecer relaciones entre sur y sur y diversificar mercados e inversiones. China se ha convertido en un socio cada vez más importante en los asuntos hemisféricos. Y la última es interna, tal vez la dimensión más vital de todas.

América Latina es famosa por la extrema concentración de riqueza y de poder, y por la falta de responsabilidad de las elites privilegiadas con respecto al bienestar de sus países.

América Latina tiene grandes problemas, pero hay también desarrollos prometedores que podrían anunciar una época de verdadera globalización. Se trata de una integración internacional en favor de los intereses de pueblo, no de inversionistas y de otras concentraciones del poder.

(Los ensayos de Noam Chomsky sobre lingüística y política acaban de ser recolectados en The Essential Chomsky, editados por Anthony Arnove y publicados por The New Press. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts de Cambridge).
Artículo escrito por Noam Chomsky y publicado el 14 de marzo de 2009 en La Jornada.