31 de octubre de 2008

Entrevista a Barack Obama

Jon Stewart, conductor de The daily show, entrevista a Barack Obama faltando una semana para las elecciones en Estados Unidos. Con un lenguaje sencillo, Obama responde a las preguntas sobre la campaña del miedo orquestada desde el poder. "¿Crees que se haya permeado en la gente la idea de que eres un marxista (que les quitará todo lo que tienen)?" pregunta Jon Stewart. "No, la gente está más preocupada por no perder su casa" responde Obama. "La única prueba que tienen es que en el jardín de niños prestaba mis juguetes a mis compañeros" agrega irónicamente. Más adelante comenta que presentará un infomercial que cuenta la situación de cuatro familias estadunidenses y de cómo él, estando en la presidencia, ayudará a resolver la situación.
A pesar del control de la información en los medios, supongo que el común de la gente sabe quienes son los culpables de la crisis en los Estados Unidos. A pesar de las etiquetas que le cuelguen a Obama, supongo que el común de la gente al oir hablar de sus "nexos" con Medio Oriente piensan "¿qué no hizo negocios con Arabia Saudita Bush padre?" ¿Qué se necesita para que el común de la gente haga una sencilla reflexión sobre su estado actual y actúe conforme a eso?

28 de octubre de 2008

Crimen (financiero) contra la humanidad

Artículo escrito por José Saramago, Premio Nobel de Literatura. Martes 21 de octubre, 2008.

La historia es conocida, y, en aquellos tiempos antiguos en que la escuela se proclamaba educadora perfecta, se le enseñaba a los niños como ejemplo de la modestia y la discreción que siempre deberían acompañarnos cuando el demonio nos tentara para opinar sobre lo que no conocemos o conocemos poco y mal. Apeles podía consentir que el zapatero le apuntase un error en el calzado de la figura que había pintado, por aquello de que los zapatos eran su oficio, pero que nunca se atreviera a dar su parecer sobre, por ejemplo, la anatomía de la rodilla. En suma, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. A primera vista, Apeles tenía razón, el maestre era él, el pintor era él, la autoridad era él, mientras que el zapatero sería llamado cuando de ponerle medias suelas a un par de botas se tratase. Realmente, ¿hasta dónde vamos a llegar si cualquier persona, incluso la más ignorante de todas, se permite opinar sobre lo que no sabe? Si no tiene los estudios necesarios es preferible que se calle y deje a los sabedores la responsabilidad de tomar las decisiones más convenientes (¿para quién?). Sí, a primera vista Apeles tenía razón, pero solo a primera vista. El pintor de Felipe y de Alejandro de Macedonia, considerado un genio en su época, ignoró un aspecto importante de la cuestión: el zapatero tenía rodillas, luego, por definición, era competente en estas articulaciones, aunque fuera solo para quejarse, si ese era el caso, de los dolores que sentía. A estas alturas, el lector atento ya habrá entendido que no es de Apeles ni del zapatero de lo que se trata en estas líneas. Se trata, sí, de la gravísima crisis económica y financiera que está convulsionando el mundo, hasta el punto de que no podemos escapar a la angustiosa sensación de que llegamos al final de una época sin que se consiga vislumbrar qué y cómo será lo que venga a continuación, tras un tiempo intermedio, imposible de predecir antes de que se levanten las ruinas y se abran nuevos caminos. ¿Cómo lo hacemos? ¿Una leyenda antigua para explicar los desastres de hoy? ¿Por qué no? El zapatero somos nosotros, todos nosotros, que presenciamos, impotentes, el avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, normalizados o criminales.

¿Y Apeles? Apeles son, precisamente, los banqueros, los políticos, las aseguradoras, los grandes especuladores que, con la complicidad de los medios de comunicación social, respondieron en los últimos 30 años, cuando tímidamente protestábamos, con la soberbia de quien se considera poseedor de la última sabiduría; es decir, aunque la rodilla nos doliera, no se nos permitía hablar de ella, se nos ridiculizaba, nos señalaban como reos de condena pública. Era el tiempo del imperio absoluto del Mercado, esa entidad presuntamente auto reformable y auto regulable encargada por el inmutable destino de preparar y defender para siempre jamás nuestra felicidad personal y colectiva, aunque la realidad se encargase de desmentirlo cada hora que pasaba.

¿Y ahora? ¿Se van a acabar por fin los paraísos fiscales y las cuentas numeradas? ¿Será implacablemente investigado el origen de gigantescos depósitos bancarios, de ingenierías financieras claramente delictivas, de inversiones opacas que, en muchos casos, no son nada más que masivos lavados de dinero negro, de dinero del narcotráfico? Y ya que hablamos de delitos: ¿tendrán los ciudadanos comunes la satisfacción de ver juzgar y condenar a los responsables directos del terremoto que está sacudiendo nuestras casas, la vida de nuestras familias, o nuestro trabajo? ¿Quién resuelve el problema de los desempleados (no los he contado, pero no dudo de que ya son millones) víctimas del crash y qué desempleados seguirán, durante meses o años, malviviendo de míseros subsidios del Estado mientras los grandes ejecutivos y administradores de empresas deliberadamente conducidas a la quiebra gozan de millones y millones de dólares cubiertos por contratos blindados que las autoridades fiscales, pagadas con el dinero de los contribuyentes, fingen ignorar?

Y la complicidad activa de los gobiernos, ¿quién la demanda? Bush, ese producto maligno de la naturaleza en una de sus peores horas, dirá que su plan ha salvado (¿salvará?) la economía norteamericana, pero las preguntas a las que tendría que responder están en la mente de todos: ¿no sabía lo que pasaba en las lujosas salas de reunión en las que hasta el cine nos ha hecho entrar, y no solo entrar, sino asistir a la toma de decisiones criminales sancionadas por todos los códigos penales del mundo? ¿Para qué le sirven la CIA y el FBI, además de las decenas de otros organismos de seguridad nacional que proliferan en la mal llamada democracia norteamericana, esa donde un viajero, a su entrada en el país, tendrá que entregar a la policía de turno su ordenador para que este copie el respectivo disco duro? ¿No se ha dado cuenta el señor Bush que tenía al enemigo en casa, o, por el contrario, lo sabía y no le importó?

Lo que está pasando es, en todos los aspectos, un crimen contra la humanidad y desde esta perspectiva debe ser objeto de análisis, ya sea en los foros públicos o en las conciencias. No exagero. Crímenes contra la humanidad no son solo los genocidios, los etnocidios, los campos de muerte, las torturas, los asesinatos selectivos, las hambres deliberadamente provocadas, las contaminaciones masivas, las humillaciones como método represivo de la identidad de las víctimas. Crimen contra la humanidad es el que los poderes financieros y económicos de Estados Unidos, con la complicidad efectiva o tácita de su gobierno, fríamente han perpetrado contra millones de personas en todo el mundo, amenazadas de perder el dinero que les queda después de, en muchísimos casos (no dudo de que sean millones), haber perdido su única y cuántas veces escasa fuente de rendimiento, es decir, su trabajo.

Los criminales son conocidos, tienen nombre y apellidos, se trasladan en limusinas cuando van a jugar al golf, y tan seguros están de sí mismos que ni siquiera piensan en esconderse. Son fáciles de sorprender. ¿Quién se atreve a llevar a este gang ante los tribunales? Todos le quedaríamos agradecidos. Sería la señal de que no todo está perdido para las personas honestas.

27 de octubre de 2008

Running the numbers (un autorretrato americano)

Chris Jordan examina, desde una pulcra visión estética, las dimensiones de la sociedad de consumo. Las estadísticas de la cultura americana, convertidas en argumento visual. Jordan repite los objetos un número específico de veces, el número que la estadística arroja, para componer con ellos un retrato evocador del vacío que van dejando.




Plastic Bottles, 2007
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Dos millones de botellas de plástico. Las usadas en los Estados Unidos cada 5 minutos.

Detalle a tamaño real.



Barbie Dolls, 2008
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32,ooo Barbies. Igual al número de cirugias estéticas de seno realizadas en un mes en los Estados Unidos.

Detalle a tamaño real.



Cell Phones, 2007
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426,000, el número de teléfonos celulares retirados en los Estados Unidos cada día.

Detalle a tamaño real.

24 de octubre de 2008

Fin de la fiesta

Nueva York, 22 de octubre. Uno sabe que las cosas están verdaderamente mal cuando empiezan a despedir a las “conejitas” de Playboy, las encueratrices tienen cada vez menos clientes en los antros, las escorts ofrecen descuentos, la FBI investiga a los “caballeros” de las grandes empresas financieras, antes tan “respetados” y ahora acusados de ser bandidos borrachos, uno de los gurús del capitalismo desregulado confiesa que “no funciona”, y el jefe del FMI está envuelto en un escándalo por sus aventuras románticas en medio del peor desastre financiero desde la Gran Depresión.

Por ahora es el fin de la fiesta.

Los costos de la crisis financiera de Wall Street ya se manifiestan en las calles de las ciudades, pueblos y campos de este país, cada día con avisos de recortes de empleos y reducción de la demanda y el consumo, y el aumento de la deuda a nivel federal, estatal y personal.

Hoy Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal considerado gurú del sistema financiero, tuvo que admitir: “cometí un error en suponer que los intereses propios de las organizaciones, específicamente bancos y otros, eran tales que eran los más capaces para proteger a sus accionistas y sus intereses en las empresas”, y dijo que en su ideología de libre mercado “he encontrado una falla. No sé qué tan significativa o permanente es, pero he estado muy angustiado por ese hecho”, afirmó en una audiencia ante el Congreso en torno a la crisis.

Durante casi dos décadas (hasta 2006), Greenspan controló el banco central de Estados Unidos, desde donde promovió la desregulación. El representante federal demócrata Henry Waxman le preguntó hoy a Greenspan si “no funciona su ideología” del libre mercado, a lo cual respondió: “absolutamente, precisamente. Ésa es precisamente la razón por la cual me sorprendí, porque por unos 40 años o más yo trabajé con evidencias considerables de que sí funcionaba excepcionalmente bien”.

Ese “error” de confiar en las virtudes del “libre mercado”, que cometiera Greenspan y buena parte de la cúpula política y económica de este país tiene cada día costos más desastrosos.

Hoy General Motors y Chrysler anunciaron que cesarán a más trabajadores, sobre los miles que ya han liquidado, y en estos últimos días la farmacéutica Merck anunció que eliminará 7 mil 200 empleos, 12 por ciento de su nómina. Yahoo anunció un recorte de por lo menos 10 por ciento de sus trabajadores. Xerox, unos 3 mil, junto con una larga fila de empresas que están haciendo lo mismo. Todo esto es adicional a las cifras de desempleo ya registradas. Según cálculos del Instituto de Políticas Económicas, con base en cifras oficiales, el número de desempleados se ha incrementado en 2.2 millones a lo largo del último año, llegando en septiembre a 9.5 millones en total, el número más elevado en 15 años.

La propia industria financiera podría llegar a despedir un total de 200 mil, reportó la agencia Ap (110 mil ya se han perdido hasta la fecha). Goldman Sachs, uno de los bancos de inversiones de mayor prestigio, anunció hoy que cesará a unos 3 mil 200 empleados.

Por otro lado, el número de juicios hipotecarios se ha incrementado 21 por ciento, comparado con un año atrás, y algunos calculan que un promedio de 10 mil hogares se suman cada semana. Es por ello que uno de los eventos anuales más aburridos en general se convirtió casi en nota roja este año. Esta semana, en la convención de la Asociación de Banqueros Hipotecarios, celebrada en San Francisco, alguien intentó hacer un “arresto ciudadano” de Karl Rove (el estratega político de George W. Bush), llegando al podio y acusándolo de “traición”. Otra mesa fue interrumpida por manifestantes que demandaron una moratoria de juicios hipotecarios, y en las entradas al encuentro se coreaban consignas contra los banqueros.

Este fin de semana, por lo menos dos manifestaciones, una en Wall Street y otra en Baltimore, han sido convocadas para denunciar el rescate financiero de los bancos y demandar apoyo financiero y suspensión de juicios hipotecarios para las familias afectadas por esta crisis.

La ira popular y el juego político sobre cómo responder a todo esto ha obligado a que se anuncie una serie de investigaciones de la FBI sobre el manejo de algunas de las empresas que están en el centro de la crisis, como Lehman Brothers y las gigantescas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. Pero estos esfuerzos se ampliarán a otras, y la tarea es tan grande que la FBI tendrá que duplicar el número de agentes que trabajan en “delitos financieros”.

A la vez, los ejecutivos de AIG, la aseguradora más grande del país, rescatada por 85 mil millones de dólares por el gobierno federal, ahora están bajo investigación por el procurador general del estado de Nueva York, lo cual ha obligado a que la empresa suspenda pagos de un fondo de bonos para ejecutivos de 600 millones, como también un pago de 19 millones que estaba por entregar a su ex ejecutivo en jefe.

El procurador general estatal, Andrew Cuomo, denunció la idea de pagar bonos a ejecutivos que llevaron casi a la bancarrota a la empresa. Hace un par de semanas, esta empresa provocó un escándalo cuando se divulgó que gastó cientos de miles de dólares en vacaciones en hoteles de lujo para decenas de sus ejecutivos después de ser rescatada con fondos públicos.

Y mientras esta crisis se extiende por el país y el mundo, y todos hablan de una “recesión global”, el Fondo Monetario Internacional intenta responder a lo que ha llamado “la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión”. Pero justo en este momento estalló otra crisis: la revelación de que Dominique Strauss-Kahn, el director gerente del FMI, está bajo investigación interna para ver si abusó de su poder en beneficio de una amante que trabajaba con él y quien renunció en agosto. Aparentemente, el affair –entre Strauss-Kahn y Piroska Nagy, alta funcionaria en el departamento sobre África del fondo–, amenaza la confiabilidad en su manejo del organismo multilateral.

Así, entre gurús del “libre mercado” confesando que tal vez no funciona, los antiguos “maestros del universo” (los ejecutivos de Wall Street) bajo investigación, banqueros bajo sitio en sus convenciones, un presidente que tiene el nivel de aprobación más bajo de la historia, millones pagan ya los costos de la crisis, y muchos analistas dicen que esto apenas empieza.

Hasta las “conejitas” de Playboy están esperando ver cuántas perderán su chamba con esa empresa por reducir de manera masiva sus oficinas en Los Ángeles y Nueva York, según algunas versiones de los medios. Y según algunos informes, los antros para “caballeros” en Nueva York están cada vez más vacíos, con las encueratrices bailando para menos clientes que pagan menos.

Ya se apagó la música, ya se fueron las mujeres, ya no hay pachangas todo pagado. Se acabó la fiesta.
Artículo escrito por David Brooks y publicado en La Jornada.

15 de octubre de 2008

¿Reserva de EU?



La Jornada, Jueves 9 de octubre del 2008


Desde el gobierno de Jefferson (1801-1809) la clase gobernante de Estados Unidos concibe a América Latina y el Caribe como su reserva estratégica. Además de las cañoneras, el recetario oligárquico-imperial incluye “libre” comercio y desregulación financiera y de la inversión extranjera. En 1908, a finales del porfiriato, William J. Bryan planteó que con estas palancas “antes de 20 años Norteamérica se habrá tragado a México”. Quien cinco años después sería secretario de Estado de Woodrow Wilson, anticipó lo que el Foreign Relations Council sostiene: “La absorción de ese país por el nuestro es necesaria e inevitable por razones tanto económicas como políticas… la absorción de México ha comenzado ya en el sentido comercial”.

La apertura porfirista ofreció a Estados Unidos y sus monopolios una “oportunidad admirable” para, según Bryan, “aumentar nuestra riqueza y nuestra importancia como potencia universal”. Esa “imperialización” fue aplacada por la Revolución de 1910 y las estipulaciones de la Constitución de 1917 en materia de recursos naturales y una política externa que defendió la soberanía y la no intervención. Desde 1982 se restauran desregulación y librecambismo a ultranza en medio de creciente corrupción, entreguismo y más autoritarismo policial y militar. Con el TLCAN se renuncia al desarrollo retrocediéndose en los frágiles, pero significativos, logros del desarrollo estabilizador. La “compra-venta de México” se realiza junto a la capitulación que hicieron Salinas y Zedillo de la política exterior y de seguridad. Con Fox y Calderón se combina lo económico-empresarial con lo policial-militar, según dos diseños de la Casa Blanca: la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de la América del Norte (ASPAN) y la Iniciativa Mérida. La ASPAN comporta una integración profunda (saqueo) de recursos naturales (gas, petróleo, minerales, agua, biodiversidad), un apartheid laboral y la tajante exclusión de población y legislaturas de la “agenda trinacional”.

Bush, con apoyo del Banco Mundial y el BID, intenta ampliar y “legar” pactos y transas empresariales y policial-militares de ASPAN a América Latina por medio de un engendro dado a conocer el pasado 24 de septiembre como Caminos hacia la Prosperidad de las Américas, que la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) califica como el “Plan B del ALCA”, es decir, un “refrito” del proyecto imperial enterrado en Mar del Plata en 2005 y apoyado por Vicente Fox, el ex gerente de Coca-Cola que ocupó la presidencia mexicana. Como ASPAN el Plan B contiene: a) “una agenda y acuerdos económico-mercantiles y financieros cubiertos bajo los nombres de competitividad y prosperidad”, y b) “una agenda complementaria de carácter militar y policial de lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, la migración ilegal, etcétera, usando el placebo de la seguridad”. (Documentos y detalles en rmalc@prodigy.net.mx)

Bush lanzó la propuesta desde el Consejo de las Américas/Sociedad Americana, con endosos de presidentes y funcionarios de Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Perú. Desesperados y decididos a frenar y desactivar coaliciones regionales y de construcción social alternativa como Unasur, Estados Unidos y sus aliados (auténticos unos y bajo coacción o soborno otros) promueven el Plan B, el despliegue de la Cuarta Flota, los Comandos Norte y Sur del Pentágono, con un rosario de bases militares y dos ejes de ocupación territorial, sustentados en terrorismo de Estado y ejércitos mercenarios (outsourcing militar): el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida.

La intervención y violencia policial-militar de Estados Unidos y las oligarquías enfrentan creciente resistencia popular mientras Bush deja una debacle humana y estratégica en Irak y Afganistán, y un colapso económico creado por una burbuja especulativa de más de 55 billones (trillions) de dólares que rebasa el mayor rescate bancario de la era moderna.

El viaje del diamante

Diamond matters. Tue journey of a diamond es un recorrido del fotoperiodista Kadir van Lohuizen por la irónica realidad de un negocio de unos 8.4 billones de dólares al año. Dicho valor es respaldado por el trabajo infrahumano de mineros africanos (jóvenes sumergidos 10 metros en el agua por dos horas consecutivas, familias enteras trabajando seis días a la semana, hombres que viven en tiendas al lado de las minas) y aprovechado por las grandes casas joyeras de occidente. El trayecto –que toca nueve países vinculados a la industra del diamante– es una denuncia sobre los contrastes generados por la avaricia y el comercio, también documentados aquí.

La amenaza antintelectual americana

En los últimos años, los Estados Unidos han contribuido
más a la inestabilidad mundial que a la resolución de los problemas
mundiales. Ejemplos de ello son, entre otros, la guerra del Iraq,
lanzada por los EE.UU con falsas premisas, el obstruccionismo de las
medidas encaminadas a frenar el cambio climático, una escasa ayuda
para el desarrollo y la violación de tratados internacionales, como,
por ejemplo, los Convenios de Ginebra. Si bien muchos factores han
contribuido a las acciones desestabilizadoras de los Estados Unidos,
uno poderoso es el antiintelectualismo, ejemplificado recientemente
por la repentina popularidad de la candidata republicana a la
vicepresidencia, Sarah Palin.

Por antiintelectualismo entiendo en particular una perspectiva
agresivamente anticientífica, respaldada por el desdén a quienes se
atienen a la ciencia y sus pruebas. Las amenazas que afronta una gran
potencia como los EE.UU. exigen un análisis riguroso de la información
conforme a los mejores principios científicos.

El cambio climático, por ejemplo, plantea amenazas terribles al
planeta que se deben evaluar conforme a las normas científicas
actuales y la capacidad en desarrollo de la ciencia del clima. El
proceso científico mundial llamado Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que ha obtenido el premio
Nobel, ha establecido el criterio del rigor científico para el
análisis de las amenazas de cambio climático provocado por la
Humanidad. Necesitamos a políticos con conocimientos científicos y
adeptos al pensamiento crítico basado en las pruebas para que plasmen
esos hallazgos y recomendaciones en políticas y acuerdos
internacionales.

Sin embargo, en los EE.UU. las actitudes del Presidente Bush, de
republicanos influyentes y ahora de Sarah Palin han sido lo contrario
de científicas. La Casa Blanca ha hecho todo lo que ha podido durante
ocho años para ocultar el abrumador consenso científico sobre la
contribución humana al cambio climático. Ha intentado impedir que los
científicos oficiales hablen sinceramente al público. The Wall Street
Journal ha propagado posiciones anticientíficas y seudocientíficas
para oponerse a las políticas encaminadas a luchar contra el cambio
climático provocado por la Humanidad.

Esos planteamientos anticientíficos han afectado no sólo a la política
del clima, sino también a la política exterior. Los EE.UU. fueron a la
guerra con el Iraq a partir de los instintos viscerales y las
convicciones religiosas de Bush y no de pruebas rigurosas. Asimismo,
Palin ha llamado a la guerra del Iraq “una tarea inspirada por Dios”.

No se trata de personas aisladas, aunque poderosas, que están
divorciadas de la realidad. Reflejan el hecho de que un porcentaje
importante de la sociedad americana, que actualmente vota
principalmente a los republicanos, rechaza o simplemente desconoce
pruebas científicas básicas relativas al cambio climático, la
evolución biológica, la salud humana y otras esferas. Por lo general,
dichos votantes no rechazan los beneficios de las tecnologías
resultantes de la ciencia moderna, pero sí las pruebas y las
recomendaciones de los científicos sobre políticas públicas.

Según recientes encuestas de opinión realizadas por la Fundación Pew,
mientras el 58 por ciento de los demócratas creen que la Humanidad
está causando el calentamiento planetario, sólo el 28 por ciento de
los republicanos lo creen. Asimismo, según una encuesta realizada en
2005, el 59 por ciento de los republicanos que se declaran
conservadores rechazaron cualquier teoría de la evolución, mientras
que el 67 por ciento de los demócratas progresistas aceptaron alguna
versión de la teoría evolucionista.

Desde luego, algunos de esos negacionistas son simplemente ignorantes
en materia de ciencia, víctimas de la deficiente calidad de la
enseñanza de la ciencia en los Estados Unidos, pero otros son
fundamentalistas bíblicos, que rechazan la ciencia moderna, porque
interpretan la palabra de la Biblia como literalmente verdadera.
Rechazan las pruebas geológicas del cambio climático, porque rechazan
la propia ciencia de la geología.

La cuestión a la que nos referimos aquí no es la de la religión contra
la ciencia. Todas las grandes religiones tienen tradiciones de
intercambio fructífero con la investigación científica y, de hecho, la
apoyan. La edad de oro del Islam, hace un milenio, fue también aquella
en que la ciencia islámica orientó al mundo. El Papa Juan Pablo II
declaró su apoyo a la ciencia básica de la evolución y los obispos
católicos romanos son convencidos partidarios de que se limite el
cambio climático provocado por la Humanidad basándose en pruebas
científicas.

Varios científicos destacados, incluido uno de los mayores biólogos
del mundo, E.O. Wilson, se han dirigido a las comunidades religiosas
para que apoyen la lucha contra el cambio climático provocado por la
Humanidad y la lucha en pro de la conservación biológica y dichas
comunidades religiosas les han respondido en armonía con la ciencia.

El problema es un fundamentalismo agresivo que niega la ciencia
moderna y un antiintelectualismo agresivo que ve a los expertos y los
científicos como el enemigo. Esas concepciones son las que pueden
acabar propiciando que muramos todos. Al fin y al cabo, esa clase de
extremismo puede acabar conduciendo a la guerra, basándose en
concepciones pervertidas sobre que una guerra determinada es deseada
por Dios en lugar de un fracaso de la política y la cooperación.

En muchas declaraciones, Palin parece decidida a invocar a Dios en sus
juicios sobre la guerra, señal siniestra para el futuro, si es
elegida. Desde luego, animará a muchos enemigos a recurrir a sus
propias variedades de fundamentalismo para que devuelvan el ataque a
los EE.UU. Los extremistas de los dos bandos acaban poniendo en
peligro a la gran mayoría de los seres humanos, que no son extremistas
ni fundamentalistas anticientíficos.

Resulta difícil saber con certeza a qué se debe el aumento del
fundamentalismo en tantas partes del mundo. Lo que está sucediendo en
los EE.UU., por ejemplo, no ocurre en Europa, sino que es
característico de algunas partes de Oriente Medio y del Asia central.
Parece que el fundamentalismo surge en épocas de cambios
trascendentales, cuando los órdenes sociales tradicionales se ven
amenazados. El surgimiento del fundamentalismo americano moderno en
política data de la era de los derechos humanos en el decenio de 1960
y, al menos en parte, refleja una reacción violenta entre los blancos
contra la fuerza económica y política en aumento de los grupos
minoritarios no blancos e inmigrantes en la sociedad estadounidense.

La única esperanza para la Humanidad es la de que se pueda substituir
el círculo vicioso del extremismo por una comprensión mundial
compartida de las amenazas en gran escala relacionadas con el cambio
climático, los abastecimientos alimentarios, la energía sostenible,
la escasez de agua y la pobreza. Los procesos científicos mundiales,
como el IPCC, son decisivos, porque representan nuestra mayor
esperanza de creación de un consenso basado en las pruebas
científicas.
Los EE.UU. deben regresar al consenso mundial basado en la ciencia
compartida y no en el antiintelectualismo. Ése es el imperativo
urgente en el corazón de la sociedad americana actual.

Artículo escrito por Jeffrey D. Sachs. Profesor de Economía y director del Instituto de
la Tierra de la Universidad de Columbia.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

14 de octubre de 2008

México, el más afectado por la crisis en EU

Si la analogía con la Gran Depresión atemoriza a los estadunidenses, no inquieta menos a los latinoamericanos. Unos años después de la caída de la bolsa de 1929, 16 gobiernos de la región fueron derrocados por golpes militares o por la asunción al poder de algunos dictadores. En años recientes se habla de independencia económica de América Latina respecto de su enorme vecino del norte (excepto México). Pero el 29 de septiembre, día que la Cámara de Representantes en Washington rechazó el rescate financiero, fue un recordatorio de lo estrechos que siguen siendo aún esos lazos. Mientras el índice Dow Jones cayó casi 7% en un día, el Bovespa de Brasil, la mayor bolsa de valores de la región, cayó más de 9%.

Aun así, el que esta crisis no tenga el sello “made in América Latina” es motivo de modesta celebración. Durante las crisis de 1994, 1998 y 2000, América Latina utilizó el financiamiento extranjero para pagar el enorme incremento de las importaciones. El estado de ánimo cambió, el dinero extranjero huyó y surgió el pánico. Esta vez, muchos países han tenido excedentes comerciales en años recientes, y el aumento de precios en materias primas ha dado una apariencia más respetable a las finanzas gubernamentales (ver gráfica).

En el caso de México, su histórica alianza con la economía estadunidense tiene ya un efecto. En agosto, las remesas de mexicanos que trabajan al norte de la frontera registraron su mayor descenso. Se desvanece la esperanza de que los estadunidenses seguirían comprando enormes cantidades de manufacturas mexicanas. Y la balanza comercial mexicana, impulsada por los altos precios de petróleo, está en peligro.

Brasil, la mayor economía de América Latina, parece en mejor condición. Pero las materias primas representan aproximadamente la mitad sus exportaciones, lo cual lo hace también vulnerable a una caída de los precios.

Los bancos latinoamericanos también parecen fuertes. Esto no sólo se debe a que no absorbieron valores hipotecarios estadunidenses, sino además a que no son tan dependientes del crédito extranjero. Los bancos de Brasil son una excepción: los pequeños y medianos bancos públicos que dependen del financiamiento extranjero vieron bajar sus acciones la semana pasada. Sin embargo, incluso en Brasil el capital extranjero representa sólo 10 o 20% de sus necesidades de financiamiento.

Los mercados de valores en América Latina son someros (aparte de Brasil), lo que reduce las posibilidades de contagio. El crédito es una de las principales preocupaciones, en particular para los exportadores, a quienes se les dificulta obtener líneas de financiamiento extranjero. Esto podría ser temporal. Pero si perdura, las empresas volverán a los préstamos domésticos, al haber menos fuentes de crédito. Edmar Bacha, del Banco Itaú, quien ha visto muchas crisis, dice que la estrechez crediticia es ahora su principal preocupación.

Sin embargo, un mayor temor para el futuro es que la desaceleración mundial, aunada a una disminución de los precios de materias primas, coloque las finanzas públicas bajo presión. Chile, que invierte en un gran fondo (en la actualidad, casi 20 mil millones de dólares) cuando los precios del cobre son altos y sustenta su presupuesto en un precio muy inferior al actual, es el único país de la región donde el auge de las materias primas no ha ido acompañado de un despilfarro en el gasto público. Los precios de las materias primas ya han caído un poco. Si descienden mucho más, algunos países estarán en problemas.

A la cabeza de los más vulnerables están Venezuela, Argentina y Ecuador. Venezuela, que con sus ingresos petroleros ha importado bienes de cosumo, está particularmente expuesta. Estos ingresos petroleros han permitido que el número de empleos en el sector público se duplique desde que el presidente Hugo Chávez asumió el poder, en 1999, y que se compren armas a Rusia. Reducir el gasto público es una opción, pero no la que a Chávez le agradaría ante las elecciones regionales de finales de noviembre. Aun entonces podría no ser tan fácil practicar la austeridad.

Si los menores precios de materias primas impulsaran una baja en los precios de los alimentos básicos, esto proporcionaría a los argentinos cierto alivio para controlar su rampante inflación. Sin embargo, para el gobierno de la presidenta Cristina Fernández sería una historia diferente. El gobierno obtiene 10% de los ingresos por impuestos a la exportación. Un mayor descenso de los precios de materias primas afectaría aún más a los agricultores (que ya pagan 35% de impuestos sobre exportaciones) y podría renovar sus recientes protestas. Cristina Fernández podría tener la tentación de compensar el déficit utilizando los fondos de pensiones. Existe además preocupación por la moneda. El peso, que ha recuperado confianza después de su caída de 2001, está respaldado por los altos precios de la soya. Si ésta cae, podría provocar otra compra de pánico de dólares para quienes pueden hacerlo, y miseria para los demás.

Para otros países de comportamiento más ortodoxo –Brasil, Colombia y Perú– las cosas parecen mejores en este sentido. Sus gobiernos han equilibrado sus presupuestos y han construido superávit comerciales y reservas en dólares. En algunos lugares el crecimiento sigue siendo fuerte: las cifras muestran un aumento interanual de 8.3% en Perú para julio, y 6.1% en Brasil en el segundo trimestre. Sin embargo, no todos ven las cosas color de rosa. “Los economistas que hablan de cambios estructurales en vísperas de un descenso cíclico deberían ser despedidos”, dice Gray Newman, del banco Morgan Stanley.

Fuente: Economist Intelligence Unit

Traducción de texto: Jorge Anaya

12 de octubre de 2008

¿A quién beneficia el terror?

(Primera de dos partes)

MÉXICO, D.F., 6 de octubre (apro-cimac).- Un ataque terrorista, como el de Morelia, o un golpe, un colapso de mercado, como el que nos llega del norte; la guerra (incluso la de Calderón) o desastres naturales como un tsunami o huracán, ya tan comunes en nuestro país, llevan a la población de un país a un estado de shock colectivo y preparan el terreno para quebrar la voluntad de las sociedades, que acepta, inerme, desde privatizaciones hasta estados de excepción.

Así explica Naomi Klein, socióloga canadiense (1970), autora del libro La doctrina del shock, editado en español por Paidós, lo que ella considera una estrategia del capitalismo que aprovecha las bombas, los estallidos de terror y los vientos ululantes para imponer sus condiciones. El miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto hacia delante, dijo un seguidor de esa doctrina.

El libro, dice Naomi en la introducción, explica cómo puede llevarse a la población de un país a un estado de shock colectivo. Nada hay casual, opina Naomi, célebre ya en el mundo por sus publicaciones anteriores como No logo (2000), que cuestionan las brutales estrategias de acumulación de capital.

Las sociedades en estado de shock, dice, como el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, a menudo renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza. Y presas del miedo, en busca de alguna certeza y cobijo, se tornan dispuestas a aceptar las soluciones cuidadosamente pensadas para controlarlas.

Crítica observadora de las sociedades modernas, Naomi señala que esta forma, este modus operandi, de aprovechar el terror y las catástrofes no es sino un capitalismo del desastre, que sabe aprovechar la tortura, el terrorismo de Estado, la rapiña neocolonial, los ataques a las organizaciones civiles y populares, los ataques a la democracia y aún la tragedia de la migración.

Inerme, la población acepta las imposiciones del capitalismo más salvaje: privatizaciones, estados de sitio, ahogo de la democracia, alzas de precios, ataques a los derechos humanos..., en bien de la ganancia privada.

¿De quién fue la idea?

Aunque es común que los políticos aprovechen la debilidad del contrincante para avanzar, Naomi plantea que esta nueva versión del uso de la catástrofe y el terror fue ideada por el "santón" del neoliberalismo, Milton Friedman, quien en sus últimos días pudo ver concretada su idea en Nueva Orleans, durante la inundación provocada por el huracán Katrina, que destruyó la zona.

Ahí, donde todo acabó para miles de personas, para los inversionistas todo inició: la reconstrucción facilitó no sólo las ganancias millonarias de los empresarios del ramo, sino permitió al Estado sepultar la educación gratuita e implantar la educación privada, sin que nadie -por su estado de shock" pudiera impedirlo.

Friedman aprendió lo importante que era aprovechar una crisis o estado de shock a gran escala durante la década de los setenta, cuando fue asesor del dictador general Augusto Pinochet, recuerda la socióloga canadiense.


Stencil en Lübeck, fotografía de Asterion.

Conmocionada por el violento golpe de Estado contra Salvador Allende, la ciudadanía chilena padecía un agudo proceso de hiperinflación. Friedman aconsejó a Pinochet que impusiera un paquete de medidas rápidas para la transformación económica del país: reducciones de impuestos, libre mercado, privatización de los servicios, recortes en el gasto social, y una liberalización y desregulación generales.

Poco a poco, los chilenos vieron cómo sus escuelas públicas desaparecían para ser reemplazadas por escuelas financiadas mediante el sistema de cheques escolares. Se trataba de la transformación capitalista más extrema que jamás se había llevado a cabo en ningún lugar, y pronto fue conocida como la revolución de la Escuela de Chicago, pues diversos integrantes del equipo económico de Pinochet habían estudiado con Friedman en la Universidad de Chicago.

Friedman predijo que estos cambios provocarían reacciones psicológicas que "facilitarían el proceso de ajuste" y bautizó a la dolorosa táctica como "tratamiento de choque" o "terapia de shock".

Pinochet facilitó, por su parte, el proceso de ajuste con sus propios tratamientos de choque, llevados a cabo por las múltiples unidades de tortura del régimen y demás técnicas de control infligidas en los cuerpos estremecidos de los que se creía iban a obstaculizar el camino de la transformación capitalista, dice a autora de La doctrina del shock.

Muchos observadores en Latinoamérica, recuerda Naomi, como el uruguayo Eduardo Galeano, se dieron cuenta de que existía una conexión directa entre los shocks económicos que empobrecían a millones de personas y la epidemia de torturas que castigaban a cientos de miles que creían en una sociedad distinta.

Treinta años después, tocó el turno, con mayor violencia, a Irak. Primero la guerra, diseñada, según los autores del documento de doctrina militar Shock and Awe, para "controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente logra que quede impotente para cualquier acción o reacción".

Luego vino la terapia de shock económica, radical e impuesta por el delegado de la administración estadunidense, cuando el país aún se encontraba devorado por las llamas, escribe Naomi Klein.

Privatizaciones masivas, liberalización absoluta del mercado, un impuesto de tramo fijo de 15% y un Estado cuyo papel se vio brutalmente reducido; pero cuando los iraquíes se resistieron, los pusieron contra la pared: terminaron en cárceles, donde sus cuerpos y mentes se enfrentaron a más traumas y shocks, algunos mucho menos metafóricos.

Naomi describe también cómo se aplicó el shock en Sri Lanka, después del tsunami de 2004: inversionistas extranjeros y donantes internacionales se coordinaron para aprovechar la atmósfera de pánico y consiguieron que les entregaran toda la costa tropical. Construyeron grandes centros turísticos a toda velocidad, impidiendo a miles de pescadores autóctonos que reconstruyeran sus pueblos. De esta terrible tragedia nacerá un destino turístico de primera clase, anunció el gobierno.

Así sucedió también después del huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans: la red de políticos republicanos, think tanks y constructores empezaron a hablar de "un nuevo principio" y atractivas oportunidades. Las multinacionales aprovecharon momentos de trauma colectivo para dar inicio a reformas económicas y sociales de corte radical.

Mike Battles, un exagente de la CIA, resume así la operación: "Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa", cita Naomi en su polémico e ilustrador libro. "El miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto hacia delante", agrega.

A la luz de esta doctrina, los últimos 35 años adquieren un aspecto singular y muy distinto del que nos han contado, resume Naomi.

Algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo (Argentina y su junta militar; China, con Tiananmen; Rusia, en 1993; las crisis asiáticas; las masacres étnicas y de género de Yugoslavia), que hasta ahora se consideraban actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir "reformas" radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado.

En resumen, dice Naomi -y no puedo sino convencerme que algo así ocurre en nuestro país--, el modelo económico de Friedman puede imponerse parcialmente en democracia, pero para llevar a cabo su verdadera visión necesita condiciones políticas autoritarias.

La doctrina de shock económica necesita, para aplicarse sin ningún tipo de restricción -como en el Chile de los años setenta, China a finales de los ochenta, Rusia en los noventa y Estados Unidos tras el 11 de septiembre-, algún tipo de trauma colectivo adicional, que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democrático.

Artículo escrito por Guadalupe Gómez Quintana y publicado en Proceso.

10 de octubre de 2008

Combaten en Jalisco tráfico... de tortillas

Guadalajara, Jal., 21 de septiembre. San Isidro Mazatepec, comunidad de 4 mil habitantes ubicada en el municipio de Tala, Jalisco, es el único lugar del mundo donde elaborar, comprar o vender tortillas hechas a mano es un delito. Así, la policía aplica operativos para combatir lo que podría denominarse tortimenudeo.

Los perseguidos relataron que la madrugada del 23 de abril policías e inspectores municipales realizaron una operación en San Isidro. El comando era encabezado por María del Pilar López Jáuregui, quien, identificación en mano, preguntó a Betzabé Figueroa Acosta, dueña del lugar: “¿Dónde están las tortillas?”

–¡Investígalo tú! ¡Yo estoy dada de alta en Hacienda! –respondió Figueroa Acosta.

Un grupo de colonos formó una valla para proteger a sus vecinos. La abogada Guadalupe Valle habló con los agentes, que huyeron en cuanto vieron a algunas personas acercarse con cámaras fotográficas. Aún así, el ayuntamiento clausuró el local y apenas el 22 de agosto realizó otro operativo.

El 25 de julio de 2007 el gobierno municipal que encabeza el perredista Cipriano Aguayo Durán aprobó el reglamento para el funcionamiento de tortillerías y molinos de nixtamal en el municipio de Tala, Jalisco, elaborado por iniciativa de 52 propietarios de tortillerías ante la “competencia desleal” de los habitantes de San Isidro. La regidora perredista Martha Lomelí, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del ayuntamiento, llevó la propuesta ante el cabildo.

El artículo 4 del reglamento prohíbe “la elaboración y venta de tortillas de maíz en cualquier lugar que no sea el utilizado por licencia municipal como tortillería y/o molino de nixtamal”. El 31 declara ilícita “la venta de tortilla caliente en tiendas de abarrotes, mercados, supermercados o en cualquier otro domicilio público o particular que no cuente con la licencia respectiva, así como la venta de tortilla caliente en forma ambulante”. Ambas disposiciones prevén multas, decomiso de producto y clausura de establecimientos.

El reglamento se basa en la norma oficial mexicana NOM-187-SSA1/SCFI-2002 sobre elaboración de masa, tortilla, tostadas y harinas preparadas. “No se puede vender tortillas a mano porque incumplen la norma”, aseguró en abril Aguayo Durán.

–¿Puede detallar la norma? –se le pidió.

–¡Ah, caray! Es un legajo como de unas 100 hojas.

–Un punto.

–Tiene que ser fabricada con conservadores para que la tortilla aguante, y ellos (los tortilleros informales) no lo cumplen: al día siguiente ya no sirve la tortilla.

“La norma no hace diferencia entre tortillas”, afirmó a su vez Elsa Ortega Pérez, verificadora de servicios de la Secretaría de Salud de Jalisco (SSJ).

–¿Corresponde a los ayuntamientos inspeccionar que se cumpla la NOM?

–No. Antes tendría que haber un convenio con la SSJ –explicó Pérez.

Mientras, las autoridades de Tala hostigan a quien vende tortillas hechas a mano, que llegan desde San Isidro Mazatepec “dentro de cajas de huevo o en bolsas negras”, dijo Brenda Figueroa.

A veces la policía detecta el trasiego. Fátima Cortés Bautista, de 10 años, fue capturada hace cinco meses cuando entregaba un pedido en una tienda de abarrotes. La presunta tortimenudista dejaba el paquete a un lado de la tienda y después volvía para cobrar. Esa vez no tuvo suerte. La descubrieron y le decomisaron la mercancía.

La tortillería clandestina de la madre de Fátima cerró en abril. Su marido debió irse a Los Ángeles, a trabajar de mesero.

La lucha por la plaza

Cipriano Aguayo ganó la alcaldía de Tala en 2006. Hoy da a escoger a los tortilleros artesanales: “Haz la tortilla con gas o salte de la ciudad”.

–¿Por qué?

–Los tortilleros empiezan a trabajar a las cuatro de la madrugada, y en tiempo de frío el humo se queda abajo.

–¿Cuántos vecinos se han quejado?

–Huy... muchos.

–¿No es un asunto de la Secretaría de Salud?

–A lo mejor.

–¿Ha comprado tortillas de San Isidro?

–No.

–¿Las ha probado?

–No. Bueno, me regalaron unas, pero se me olvidaron en la camioneta y las tuve que tirar y mandé lavar la camioneta.

Diez vecinos de tortillerías artesanales se quejaron del humo. Otros 160 enviaron al ayuntamiento un documento para manifestar su “más enérgico rechazo y total indignación ante la política seguida por el presidente municipal” contra las tortilleras.

Las reinas de la masa


“Somos madres solteras, divorciadas o viudas, o tenemos que mantener a nuestros maridos”, afirmó María Elena Vega. A sus 55 años, es una de las 18 mujeres que, a cambio de 800 pesos semanales, trabajan en la tortillería de Benjamín Castro, que tiene 20 años en el negocio. A las 10 de la noche la leña se prende y calienta tres comales. En cada uno trabajan seis mujeres hasta las cuatro de la madrugada.

A las siete, entre 800 y 900 paquetes de medio kilo cada uno son llevados a Guadalajara y Zapopan y se venden a 12 pesos el kilogramo. En San Isidro Mazatepec las tortillas han sido una fuente de trabajo desde hace un siglo.

En 1910, la familia de Elena Acosta fue pionera en la elaboración de tortillas. Ella asegura que el procedimiento no ha cambiado desde la época revolucionaria: el maíz se mete en una cazuela, se le pone agua y cal, se magulla para ver si está nixtamalizado, se deja enfriar, se lleva al molino, se amasa, y queda listo para empezar a hacer tortillas. La diferencia es que hoy la venta del producto es clandestina.

La tortilla apareció unos 500 años antes de nuestra era en la cultura olmeca. Hoy México produce unos 22 millones de toneladas de tortilla al año, según la Secretaría de Agricultura Ganadería, Dersarrollo Rural, pesca y Alimentación (Sagarpa).

“Si dejamos de consumir tortilla, que es el plato, el tenedor, la cuchara y la servilleta para comer, estaríamos negándonos”, afirmó Christian Desentis, investigador de la Universidad de Guadalajara.

Pero las autoridades de Tala no lo entienden así. El 11 de abril la Secretaría de Promoción Económica de Jalisco emitió el oficio CGCE/28/08, en el que pidió al alcalde que “se apoye a esta organización de productores para que no dejen de laborar y comercializar, pues es la única fuente de ingreso familiar que poseen”.

Desde entonces, los tortilleros de Tala han recurrido a varias instancias: poseen documentos expedidos por la SSJ para la elaboración de productos alimenticios; están inscritos en el régimen de pequeños contribuyentes; tienen licencias de administraciones pasadas... Sólo les falta el aval del alcalde.

Nota escrita por Mauricio Ferrer (La Jornada Jalisco) y publicada en La Jornada el 22 de septiembre de 2008.

Rescate financiero, una gran oportunidad

Howard Zinn*
Es triste ver a ambos partidos apresurarse a lograr un acuerdo para gastar 700 mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes para echarlos por el caño de las enormes instituciones financieras, que son notables por dos características: su incompetencia y su ambición.

Hay una solución mucho mejor para la actual crisis financiera. Pero requiere descartar lo que ha sido la “sabiduría” convencional durante demasiado tiempo: que la intervención del gobierno en la economía (“mucho gobierno”) debe ser evitada como la peste, porque el “libre mercado” es de toda la confianza como guía hacia el crecimiento y la justicia mediante la economía. Por cierto, es bastante cómica la visión de un Wall Street que ruega al gobierno que lo ayude, sobre todo a la luz de su prolongada devoción por un “libre mercado” que no regule el gobierno.

Pero encaremos una verdad histórica: nunca hemos tenido un “libre mercado”; siempre hemos tenido que el gobierno interviene en la economía y, de hecho, tal intervención ha sido bien recibida por los capitanes de la industria y las finanzas. Estos titanes de la riqueza hipócritamente se quejan de “mucho gobierno” sólo cuando el gobierno amenaza con regular sus actividades, o cuando se dan cuenta de que algo de la riqueza de la nación es destinado a la gente más necesitada.

Nunca se han quejado de “mucho gobierno” cuando les sirve a sus intereses.

Comenzó siglos atrás, cuando los llamados Padres Fundadores se reunieron en Filadelfia, en 1787, a redactar la Constitución. Un año antes habían ocurrido rebeliones de agricultores en el oeste de Massachussets y otros estados (la Rebelión de Shays), cuyas fincas eran expropiadas por no pagar impuestos. Miles de agricultores rodearon los juzgados e impidieron que sus hogares fueran subastados.

Las cartas que se enviaban esos primeros padres en aquel entonces nos dejan ver con claridad que se preocupaban de que tales levantamientos se salieran de las manos. El general Henry Knox escribió a su hermano de armas, George Washington, quejándose de que el soldado ordinario que luchó en la revolución pensara que por haber contribuido a la derrota de Inglaterra merecía una tajada igual de la riqueza del país, o que “la propiedad de Estados Unidos debería ser la propiedad común de todos”.

Al cuadrar la Constitución, los Padres Fundadores crearon “mucho gobierno”, uno lo suficientemente poderoso como para derrotar la rebelión de los granjeros, recuperarle a sus dueños los esclavos evadidos y apagar la resistencia india conforme los colonos se movieron al oeste.

El primer gran rescate financiero fue la decisión de aquel nuevo gobierno de reintegrar el pleno valor de bonos casi nulos que tenían los especuladores. Éstos fueron pagados imponiendo contribuciones a los granjeros ordinarios, y si eso topaba con una resistencia, había un ejército nacional para apagarla –y eso fue lo que se hizo cuando los granjeros de Pennsylvania se levantaron contra las leyes fiscales.

Desde el mero comienzo, en las primeras sesiones del primer Congreso, el gobierno interfirió con el “libre mercado” estableciendo aranceles para subsidiar a los manufactureros y se hizo socio de los bancos privados con el fin de establecer un banco nacional.

Este papel de mucho gobierno, de respaldo a los intereses de la clase empresarial, continuó a todo lo largo de la historia nacional. Así, en el siglo XIX, el gobierno nacional subsidió canales de agua y la marina mercante. En la década anterior a la Guerra Civil y durante ésta, el gobierno nacional dio aproximadamente 40 millones 500 mil hectáreas de tierra gratis a los ferrocarriles, junto con préstamos considerables para mantener en el negocio a los interesados. Los 10 mil chinos y los 3 mil irlandeses que trabajaron en el ferrocarril transcontinental no obtuvieron tierras gratis, únicamente horas largas con poca paga, accidentes y enfermedades.

El principio de que el gobierno ayuda a los grandes negocios y rehúsa poner la misma generosidad a disposición de los pobres es algo que comparten ambos partidos: los republicanos y los demócratas. El presidente Grover Cleveland, un demócrata, vetó un decreto que le daría 100 mil dólares a los agricultores texanos para ayudarlos a comprar semillas durante una sequía, diciendo: “la ayuda federal en tales casos (…) alienta la expectativa de un cuidado paternalista por parte del gobierno y debilita la entereza de nuestro carácter nacional”. Pero ese mismo año utilizó sus excedentes de oro para pagarle a los ricos poseedores de bonos 28 dólares por encima del valor de cada uno –un regalo de 5 millones de dólares.

Cleveland enunciaba el principio del “individualismo rudo” –aquel que reza que debemos hacer nuestras fortunas por nosotros mismos, sin ayuda del gobierno. En un artículo de 1931, aparecido en Harper’s Magazine, el historiador Charles Beard catalogó con sumo cuidado 15 instancias en que el gobierno nacional había intervenido en la economía en beneficio de los grandes negocios. Beard escribió: “Por 40 años o más no ha habido un presidente, sea republicano o demócrata, que no haya hablado contra la interferencia del gobierno para luego respaldar medidas que añaden más interferencia a la enorme colección de las ya acumuladas”.

Después de la Segunda Guerra Mundial la industria de la aviación tuvo que ser salvada mediante infusiones de dinero gubernamental. Después vinieron las asignaciones por escasez de crudo para las compañías petroleras y el enorme rescate financiero de la corporación Chrysler.

El razonamiento tras la toma de 700 mil millones de dólares de los contribuyentes para subsidiar a las enormes instituciones financieras es que, de algún modo, nos dicen, esa riqueza va a ser derramada en la gente que la necesita. Pero nunca ha funcionado.

La alternativa es simple y poderosa: tomar esa enorme suma de dinero y darla directamente a la gente que la necesita. Que el gobierno declare una moratoria a los embargos y le conceda ayuda a los dueños de casas para ayudarlos a pagar las hipotecas. Que se cree un programa federal de empleos para garantizarle trabajo a la gente que lo quiere y lo necesita, y para los cuales el “libre mercado” no ha llegado aún.

Tenemos un precedente histórico y que tuvo éxito. El gobierno, en los primeros días del Nuevo Trato, puso a millones de personas a trabajar y reconstruyó la infraestructura de la nación. Cientos de miles de jóvenes, en vez de irse al ejército para escapar de la pobreza, se unieron al cuerpo civil de conservación, que construía puentes y carreteras, limpiaba bahías y ríos. Miles de artistas, músicos y escritores fueron empleados por el programa federal de las artes para pintar murales, producir obras de teatro y escribir sinfonías.

El Nuevo Trato (desafiando los gritos de “socialismo”) estableció la seguridad social, que junto con el decreto de derechos de los soldados, se convirtió en un modelo de lo que el gobierno puede hacer por su pueblo.

Eso podemos llevarlo más allá, con la “seguridad en salud” –atención a la salud gratis, para todos, administrada por el gobierno federal, pagada del tesoro nacional, dándole la vuelta a las compañías de seguros y a otros privatizadores de la industria de la salud. Esto funciona en otros países.

Todo eso es más de 700 mil millones. Pero el dinero está ahí. En los 600 mil millones del presupuesto militar, una vez que decidamos que ya no seremos una nación que emprende guerras. Y en las abultadas cuentas de banco de los súper ricos, una vez que los convirtamos en ricos ordinarios mediante impuestos vigorosos a sus ingresos y su riqueza.

Cuando suba el grito, sea de los republicanos o los demócratas de que esto no debe hacerse porque implica “mucho gobierno” (fue Bill Clinton quien prometió una era “donde ya no hubiera más ese mucho gobierno”), la ciudadanía debería soltar la carcajada. Y luego agitar y organizarse, según los principios de lo que la Declaración de Independencia prometía: que es la responsabilidad del gobierno garantizar derechos iguales para todos: “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Traducción: Ramón Vera Herrera

*Este texto apareció originalmente en The Nation el 9 de octubre. Se publica en La Jornada en su versión castellana con permiso expreso del autor.

9 de octubre de 2008

Capitalismo del desastre: estado de extorsión

Desde que el petróleo sobrepasó los 140 dólares el barril, hasta los locutores de derechas más furibundos se ven forzados a demostrar su credo populista dedicando una porción de sus programas a machacar a las compañías petrolíferas. Algunos han ido tan lejos como para invitarme para mantener una amistosa charla sobre un insidioso nuevo fenómeno: “el capitalismo del desastre”. La cosa marcha bien... hasta que empieza a torcerse.

Por ejemplo, el locutor “conservador independiente” Jerry Doyle y yo mantuvimos una conversación perfectamente amistosa sobre las turbias compañías aseguradoras y la ineptitud de los políticos cuando ocurrió lo siguiente: “Creo que hay una sistema para abaratar rápidamente los precios”, anunció Doyle. “Hemos invertido 650 mil millones de dólares para liberar a una nación de 25 millones de personas. ¿No va siendo hora de que reclamemos algo de petróleo a cambio? Deberían de haber un montón de camiones cisterna, uno tras otro, formando un atasco en dirección al Túnel Lincoln, el apestoso Túnel Lincoln, en hora punta, cada uno de ellos con una nota de agradecimiento de parte del gobierno iraquí... ¿Por qué no vamos y cogemos sencillamente el petróleo? Nos lo hemos ganado liberando un país. Puedo arreglar el problema del precio del petróleo en diez días en vez de en diez años.”

Había un par de problemas con el plan de Doyle, por supuesto. El primero es que estaba describiendo el mayor latrocinio de la historia mundial. El segundo, que llegaba demasiado tarde: “nosotros” ya estamos robando el petróleo de Irak, o al menos estamos en el momento cumbre de ello.

Han pasado diez meses de la publicación de mi libro, La Doctrina del Shock: el auge del capitalismo del desastre, en el cual argumento que el método preferido para reformar el mundo de acuerdo con los intereses de las corporaciones multinacionales es actualmente el de explotar sistemáticamente el estado de miedo y desorientación que acompaña a la población en momentos de shock y crisis. Ahora que el mundo está siendo sacudido por múltiples shocks, parece un buen momento para ver cómo se está aplicando la estrategia.

Los capitalistas del desastre han estado ocupados: desde los bomberos privados que actuaron en los incendios del norte de California, a los desposeedores de tierras tras el ciclón Burma, a la nueva ley sobre la vivienda abriéndose paso hacia el Congreso. La ley no habla demasiado sobre las viviendas asequibles, desplaza la carga del impago de hipotecas a los contribuyentes y asegura a los bancos que proporcionan malos préstamos conseguir algunos pagos en devolución por los mismos. No sorprende que se la denomine en los pasillos del Congreso como el “plan Credit Suisse”, en honor a uno de los bancos que, generosamente, la propuso.

El desastre de Irak: “si lo rompe lo paga”

Pero estos casos de capitalismo del desastre son bastante amateurs en comparación con lo que se está llevando a cabo en el ministerio del petróleo iraquí. Empezó con la adjudicación de contratos fuera de subasta a ExxonMobil, Chevron,Shell, BP y Total (aún no se han firmado, pero continúan siendo válidos). Pagar a las multinacionales por su bagaje técnico no es algo raro. Sí lo es que estos contratos vayan casi invariablemente a compañías petrolíferas que se dedican a su distribución, y no a las que se dedican a explorar, producir y guardar la riqueza procedente de la explotación de estos recursos combustibles y liberadores de dióxido de carbono. Como apunta el experto en petróleo londinense Greg Muttitt, los contratos sólo tienen sentido según las informaciones de que las grandes compañías petrolíferas han insistido en el derecho a poder rechazar contratos otorgados para producir en los campos de petróleo iraquíes, dirigiéndolos. En otras palabras, aunque otras compañías podrán pujar por los contratos en el futuro, serán éstas quienes siempre los ganarán.

Una semana después de que no se anunciaran acuerdos fuera de subasta, el mundo pudo ver el precio real del petróleo. Después de años presionando a Irak en la trastienda de la opinión público, el país ha abierto repentinamente a los inversores seis de sus mayores campos petrolíferos, que reúnen en conjunto casi la mitad de sus reservas. De acuerdo con el ministro del petróleo iraquí, se empezarán a firmar contratos a largo plazo a lo largo de este año. Aunque ostensiblemente bajo el control de la Compañía Nacional de Petróleo Iraquí (CNPI), las empresas extranjeras mantendrán el 75% del valor de los contratos, dejando el 25% restante a sus socios iraquíes.

Este tipo de porcentaje no tiene precedentes en los estados árabes y persas ricos en petróleo, en los que el control mayoritariamente nacional del petróleo fue una victoria decisiva en las luchas anticoloniales. Según Muttitt, la suposición hasta ahora era que las multinacionales extranjeras traerían el desarrollo a los nuevos campos petrolíferos en Irak, no que tomarían aquellos cuya producción ya está en marcha y en consecuencia requieren una inversión técnica mínima. “La política era la de asignar estos campos a la Compañía Nacional de Petróleo Iraquí por completo”, me explicó. Este cambio supone una inversión de aquella política, ya que da a la CNPI solamente un 25%, en vez del 100% acordado.

Así pues, ¿qué es lo que hace que contratos tan pésimos como ésos sean posibles en Irak, un país que tanto ha sufrido? Irónicamente, es el sufrimiento de Irak -su crisis sin fin- la base para un acuerdo que amenaza con drenar de su tesoro nacional su principal fuente de ingresos. La lógica es como sigue: la industria petrolífera de Irak necesita expertos extranjeros porque los años de sanciones punitivas la privaron de nueva tecnología, y la invasión, y la violencia que la siguió, la degradaron todavía más. E Irak necesita urgentemente producir más petróleo. ¿Por qué? Por la guerra, una vez más. El país está en ruinas, y los miles de millones repartidos en contratos fuera de subasta a las compañías occidentales no han conseguido reconstruir el país. Ahí es donde aparecen los nuevos contratos fuera de subasta: lograrán recaudar más dinero, pero Irak se ha convertido en un lugar tan peligroso que se debe inducir a las compañías petrolíferas para que éstas se arriesguen a invertir. De se modo la invasión de Irak crea limpiamente el argumento para el saqueo ulterior.

Muchos de los arquitectos de la guerra de Irak ya ni siquiera se preocupan en negar que el petróleo fue el motivo principal para desencadenarla. En el programa To the Point de la National Public Radio [Radio Nacional Pública], Fadhil Chalabi, uno de los principales consejeros iraquíes de la administración Bush antes de la invasión, describió recientemente la guerra como un “movimiento estratégico de los EE.UU. y el Reino Unido para tener una presencia militar en el Golfo con la que asegurar en el futuro las reservas [de petróleo].” Chalabi, que ejerció de viceministro del petróleo y se reunió con las compañías petrolíferas antes de la invasión, describió este movimiento como “un objetivo fundamental.”

Invadir países para apoderarse de sus recursos naturales es ilegal según la Convención de Ginebra. Esto significa que la gigantesca tarea de reconstruir la infraestructura en Irak -incluyendo su infraestructura petrolífera- es responsabilidad financiera de los invasores. Son ellos quienes deberían ser forzados a pagar las reparaciones. (Recuérdese que el régimen de Saddam Hussein pagó 9 mil millones de dólares a Kuwait en concepto de reparaciones por la invasión del país en 1990.) En cambio Irak está obligado a vender el 75% de su patrimonio nacional para pagar el precio de su propia invasión y ocupación ilegal.

El shock del precio del petróleo: o nos dais el Ártico o nunca volveréis a conducir

Irak no es el único país involucrado en un atraco petrolífero. La administración Bush está atareada en la labor de usar una crisis relacionada -la del alza del precio del combustible- para reavivar su viejo sueño de perforar el Refugio Natural Ártico (Artic National Wildlife Refuge, ANWR en sus siglas inglesas). Y de perforar la costa. Y también de explotar las reservas de petróleo bituminoso de la cuenca de Green River. “El Congreso tiene que enfrentarse a una dura realidad”, dijo George W. Bush el 18 de junio. “A menos que los miembros del congreso estén dispuestos a aceptar los dolorosos precios del combustible actuales, o puede que aún más altos, nuestra nación debe producir más petróleo.”

Habla el Presidente como Extorsionador en Jefe, apuntando a la cabeza de su rehén (nada menos que el país entero) con el surtidor de gasolina: o me dais la ANWR o todo el mundo tendrá que pasar sus vacaciones en el patio trasero de su casa. El último robo del presidente-cowboy.

A pesar de las pegatinas de “Perfore aquí y ahora y pague menos”, perforar en la ANWR tendría un impacto apenas discernible en las actuales reservas petrolíferas mundiales, como sus defensores bien saben. El argumento de que podría provocar una reducción de los precios del petróleo no está basado en la economía pura y dura sino en el psicoanálisis de mercado: perforar “enviaría un mensaje” a los empresarios del petróleo de que aún queda más petróleo, y esto haría que empezasen a bajar los precios.

Se siguen dos puntos de este razonamiento. El primero, es el intento por mentalizar a los hiperactivos empresarios de qué es lo que ocurre realmente en el gobierno de la era Bush, incluso en medio de una emergencia nacional. El segundo, es que nunca funcionará. Si hay alguna cosa que podamos predecir del reciente comportamiento del mercado del petróleo es que el precio va a seguir subiendo, no importa cuántas nuevas reservas se anuncien.

Tomad por ejemplo el enorme boom que está teniendo lugar en las famosas reservas de petróleo bituminoso de Alberta. Con tales reservas de petróleo bituminoso, conocidas también como “arenas petrolíferas”, ocurre lo mismo que con los otros emplazamientos propuestos por Bush para la perforación: son cercanos y seguros, pues el Tratado para el Libre Comercio en Norteamérica (NAFTA en sus siglas inglesas) contiene una cláusula que impide a Canadá cortar el suministro a Estados Unidos. Sin hacer mucho ruido, el petróleo de estas fuentes en gran medida sin explotar ha estado fluyendo hacia el mercado en tal cantidad que ahora Canadá es el mayor proveedor de petróleo de los Estados Unidos, por encima de Arabia Saudí. Entre el 2005 y el 2007, Canadá aumentó sus exportaciones a los Estados Unidos en casi 100 millones de barriles. A pesar del significativo crecimiento de estas reservas seguras, los precios del petróleo han ido en aumento durante todo este tiempo.

Lo que se esconde tras la campaña de perforación de la ANWR no es de hecho otra cosa que pura estrategia del shock: la crisis del petróleo ha creado las condiciones con las que es posible vender una política antes invendible, pero desde luego altamente rentable.

El shock del precio de los alimentos: o modificación genética o hambruna

Ligada estrechamente al precio del petróleo encontramos la crisis alimentaria global. No sólo los elevados precios del petróleo hacen subir los precios de los alimentos, sino que el boom de los biocombustibles ha desdibujado la frontera entre comida y combustible, expulsado a los agricultores de sus tierras y alentado una especulación rampante. Muchos países latinoamericanos han insistido en que se reexamine la pujanza de los biocombustibles como alternativa a los combustibles fósiles y en que se reconozcan los alimentos como un derecho humano y no como una mercancía más. El subsecretario de Estado de los Estados Unidos John Negroponte tiene en cambio otras ideas al respecto. En el mismo discurso en que trataba de vender el compromiso de EE.UU. en la ayuda alimentaria de emergencia pidió a los países que bajaran sus “restricciones a la exportación y elevadas tarifas” y eliminaran “las barreras para el uso de las innovaciones tecnologías en la producción animal y vegetal, incluyendo la biotecnología.” Hay que reconocer que esta amenaza era más sutil que las anteriores, pero el mensaje era claro: los países pobres harían mejor en abrir sus mercados agrícolas a los productos norteamericanos y sus semillas genéticamente modificadas. En caso contrario se arriesgan a perder su ayuda.

Los cultivos genéticamente modificados han aparecido de súbito como la panacea para la crisis alimentaria, al menos según el Banco Mundial, el presidente de la Comisión Europea -“valor y al toro”, vino a decir- y el Primer Ministro británico Gordon Brown. Y, claro está, según las empresas del agribusiness. “No se puede alimentar hoy al mundo sin organismos genéticamente modificados”, declaró recientemente Peter Brabec, presidente de Nestlé, al Financial Times. El problema con este argumento, al menos por ahora, es que no hay pruebas de que los organismos genéticamente modificados aumenten la producción de los cultivos, sino que más bien la disminuyen.

Pero si incluso hubiera una varita mágica con la que resolver la crisis alimentaria global, ¿querríamos que estuviese en manos de los Nestlés y Monsantos? ¿Cuál sería el precio a pagar por que la empleasen? En los últimos meses Monsanto, Syngenta y BASF han estado comprando frenéticamente patentes de las llamadas semillas “todoterreno”, un tipo de plantas que pueden crecer incluso en la tierra agostada por la sequía o salada por las inundaciones.

En otras palabras: plantas modificadas para sobrevivir a un futuro de caos climático. Ya sabemos hasta qué punto está dispuesta a llegar Monsanto a la hora de proteger su propiedad intelectual, espiando y demandando a los granjeros que se atrevan a guardar sus semillas de un año para el otro. Hemos podido ver cómo las medicaciones patentadas contra el VIH impiden salvar a millones de personas en el África subsahariana. ¿Por qué los cultivos “todoterreno” patentados iban a ser diferentes?

Mientras tanto, entre tanta charlatanería excitante sobre nuevas tecnologías perforadoras y genéticas, la administración Bush anunció una moratoria de hasta dos años en los proyectos federales para la investigación en energía solar, debido a, aparentemente, preocupaciones medioambientales. Nos vamos acercando a la frontera final del capitalismo del desastre. Nuestros dirigentes no invierten en tecnologías que nos prevengan de una manera efectiva de un futuro climáticamente caótico, y en vez de eso se deciden a trabajar codo con codo justamente con quienes traman planes cada vez más endiablados para aprovecharse de las desgracias ajenas.

La privatización del petróleo iraquí, el aseguramiento de los cultivos genéticamente modificados, la reducción de las últimas barreras comerciales y la apertura de los últimos refugios naturales a la explotación privada... no hace mucho estos objetivos eran conseguidos uno tras otro mediante corteses acuerdos comerciales presentados con el pseudónimo de “globalización”. Ahora esta agenda completamente desacreditada está obligada a cabalgar sobre las espaldas de crisis cíclicas, vendiéndose a sí misma como la medicina que curará de una vez por todas el dolor del mundo.

Naomi Klein.
Tomado de www.sinpermiso.info Traducción de Ángel Ferrero.

8 de octubre de 2008

El poder de las pesadillas

El poder de las pesadillas, una serie documental de la BBC que explica la actual política del miedo de los neoconservadores así como el ascenso del partido republicano y el Islamismo radical.


Segunda parte


Tercera parte

7 de octubre de 2008

Un mundo desigual

Cuarta entrega de la serie documental Voces contra la globalización. ¿Otro mundo es posible?. En esta ocasión Un mundo desigual nos muestra cómo los valores individuales han dejado de tener la mínima importancia: ahora la sociedad le valora según su capacidad de consumo. Un no consumidor es un individuo marginal, pero también existen países marginales e incluso continentes enteros. De este cambio fundamental y de cómo los grandes medios de comunicación mundiales en manos de las megaempresas están fomentando el consumo y el pensamiento único es de lo que habla este programa cuyo equipo se ha desplazado a Tanzania, y a otros lugares del mundo para analizar este fenómeno.

No mucho ha cambiado

"México es el país de la desigualdad. Salta a la vista la desigualdad monstruosa de los derechos y las fortunas. La piel más o menos blanca decide la clase que ocupa el hombre en la sociedad".

Lo dijo Alexander von Humboldt. En el sigo XIX.