29 de octubre de 2009

Un fracaso evidente

En su reciente Perspectivas de la economía mundial, el FMI da cuenta del cambio significativo que ha ocurrido en el desempeño económico esperado para este año y el siguiente. En julio pasado se proyectaba que la crisis no sería tan profunda, y que la recuperación iba a ser muy lenta. Para el conjunto mundial la estimación para 2009 era un crecimiento de apenas 0.3 y en esta nueva entrega se prevé una caída de -1.1; en julio se estimaba que la recuperación en 2010 sería de 0.6 y en octubre se piensa que será mucho más dinámica: 3.1 por ciento. El deterioro de las expectativas para 2009 es consistente con la evolución de la crisis y la recuperación de 2010 tiene que ver con las medidas desplegadas por los gobiernos.

En América Latina esta crisis ha sido enfrentada de mejor manera que en el pasado, debido a las fortalezas construidas en la bonanza de 2003-2008. La mayoría de los países de la región aprovecharon las condiciones que permitieron que los precios y el volumen de las exportaciones latinoamericanas crecieran significativamente, que abarataron el costo de los recursos externos y que aumentaron el monto de las remesas recibidas. Estas condiciones permitieron que se redujera la deuda pública externa, que se mantuvieran las cuentas fiscales sanas y que, lo más importante, hubiera un crecimiento económico relativamente alto que pudo traducirse en una reducción de la pobreza.

México se benefició de altos precios del crudo, recibió cuantiosas remesas y los costos del financiamiento externo se redujeron sensiblemente. Como otros países latinoamericanos, México redujo su deuda externa, logró que las finanzas públicas se mantuvieran en equilibrio, pero su desempeño económico fue notoriamente mediocre. Los números son contundentes: mientras la región creció en esos seis años a una tasa promedio de 4.9 por ciento, y Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú lograron tasas de 8.5, 4.3, 4.8, 5.4 y 6.9, respectivamente, nosotros lo hicimos al 3.6 por ciento. Ello tiene que ver con tres razones fundamentales: la incompetencia del equipo gobernante, la miopía de los actores políticos y la visión de futuro de los grupos empresariales.

Así, cuando América Latina resistía la crisis con una balanza de pagos manejable, finanzas públicas sanas y un sistema financiero que no se involucró en titulizaciones, en México la crisis nos golpeó como a pocos países. De nuevo los números son contundentes: en 2009 la región tendrá una contracción de 1.9, Argentina crecerá 1.5, Brasil -0.8, Chile -1, Colombia 0.6, Perú 2 y México caerá a una tasa impresionante de 7 por ciento. Esto, por supuesto, es resultado de decisiones políticas y acciones económicas. La incapacidad para desarrollar un programa eficiente de contención de la crisis del equipo gobernante, de los actores políticos y económicos es proverbial.

Para los próximos años el mundo espera una recuperación lenta e inestable. A corto plazo los países que aplicaron medidas fiscales y monetarias para contener la crisis tendrán que ser cautos al decidir el momento de retirarlas para evitar que la recuperación se complique. A mediano plazo las políticas económicas deberán ajustarse a un contexto de lento crecimiento de los países desarrollados, lo que significará ingresos públicos poco dinámicos que obligarán a aplicar criterios de gasto socialmente prioritarios que promuevan un mayor crecimiento y combatan la pobreza. Los países de la región parecen preparados para enfrentar este nuevo desafío.

El gobierno mexicano ha propuesto para 2010 un programa centrado en la estabilidad de las finanzas públicas, cuando los gobiernos del mundo se ocupan del desempeño económico. Se trata de que el gasto público sirva para estimular la recuperación, como han hecho Estados Unidos, Alemania, Francia, etc., o bien que, como en México, la necesidad de incrementar los ingresos tributarios sea lo que importe, aunque eso afecte la recuperación. El gobierno mantiene la línea que ha llevado al fracaso económico, los actores políticos privilegian sus intereses inmediatos y los grandes grupos económicos conservan su perspectiva particular. Nuestro fracaso, en consecuencia, persistirá.

Escrito por Orlando Delgado Selley. Publicado el 29 de octubre de 2009 en La Jornada.

22 de octubre de 2009

La manipulación

En la política, se tiende a buscar el convencimiento a partir de medias verdades o simplemente manipulando la percepción. Así, generan miedo basándose en los miedos y prejuicios de la gente –el "peligro" de llegar a convertirnos en un país como Venezuela resonó en los oídos de la clase media porque sabían que nadie se ocuparía por indagar qué tan cierta era su advertencia. En el debate sobre la cobertura médica en los Estados Unidos, un argumento que busca generar el rechazo de la población es que una cobertura médica con un sistema de seguro único, llevaría a más bancarrotas (el 62% de las bancarrotas en los Estados Unidos son debidas a las deudas médicas con las aseguradoras y el 78% de esas personas tenían un seguro médico privado –esto último, cómodamente pasado por alto en la argumentación). El senador demócrata Al Franken enfrentó a los repúblicanos y, en específico, a su testigo en las audiencias, Diana Furchtgott-Roth, miembro del Hudson Institute (instituto afín a la derecha).

FRANKEN: Creo que estamos en desacuerdo con la reforma de salud que debería aprobar el congreso. Ud. dijo que lo que proponemos, sólo aumentará las bancarrotas. Le pregunto, ¿cuánta gente cayó en bancarrota por deudas médicas el año pasado en Suiza?

FURCHTGOTT-ROTT: No tengo ese dato conmigo, pero si quiere investigo y nos ponemos en contacto.

FRANKEN: Le puedo decir cuántas fueron. Cero. ¿Sabe cuánta gente cayó en bancarrota el año pasado en Francia?

FURCHTGOTT-ROTT: No tengo el dato, pero puedo contactarlo en cuanto lo tenga.

FRANKEN: Sí, el número es cero. ¿Sabe cuánta gente cayó en bancarrota el año pasado en Alemania?

FURCHTGOTT-ROTT: A partir de las anteriores, supongo que también fueron cero. Pero no tengo los números conmigo, tendré que ponerme en contacto con usted más adelante.

FRANKEN: Es usted muy buena, muy rápida. El punto es que creo que debemos ir en esa dirección, no en la opuesta. Gracias.

18 de octubre de 2009

La corrupción de los premios Nobel

Cuando Alfred Nobel decidió que una parte proporcional de su inmensa fortuna fuese a parar todos los años a las manos de los más preminentes hombres y mujeres de las ciencias y la literatura buscó redimirse. Sus últimos días fueron angustiosos. No podía soportar las consecuencias del uso militar de la dinamita, su gran invento. Apesadumbrado, se transformó en un pacifista confeso. En su testamento dejó muestra de ello. Así podemos resumir sucintamente el origen histórico de los cinco premios que llevan su nombre. Un sexto, el de economía, se añadiría apócrifamente en 1968.

El deseo de Nobel fue premiar el esfuerzo en física, química, medicina o fisiología, la creación literaria y a quienes dedicaban su actividad a luchar por la paz. Los candidatos en todas las categorías y por tanto los ganadores debían sobresalir por sus aportes en beneficio de la humanidad y proyectar una vida ejemplar. Muchos son los nombres asociados a esta perspectiva. En química Ernest Ruherford o Linus Paulin, en física Max Planck, Marie y Pierre Curie, Einstein o Niel Bohr, en medicina Santiago Ramón y Cajal, Jaques Monod o Severo Ochoa, en literatura Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Octavio Paz, entre otros. En el caso concreto del Nobel de la paz, el beneficiario, persona o institución, debía, según rezaba el testamento: llevar a cabo la mayor o mejor labor a favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición de los ejércitos permanentes y por la celebración y el fomento de congresos por la paz..

No han faltado años en los cuales una de las cinco categorías haya quedado desierta. En física la primera vez ocurriría en el año 1916, repitiéndose en 1931 y 1934; en medicina no se entregó los años 1921 y 1925, en literatura durante la Gran Guerra y en 1935. En cuanto al Nobel de la paz, 1923, 1924, 1948, 1955, 1956. Hay que destacar que durante los años de la segunda guerra mundial no se concedieron en ninguna de las cinco vertientes.

Aunque las opiniones del jurado para conceder el premio contienen una dosis de subjetividad, declararlo desierto, explicita la dificultad para hacerse acreedor del mismo. Así, el premio Nobel ganó en prestigio. Sin embargo, desde los años 70 del siglo XX cayeron en desgracia. La muestra más flagrante del despropósito fue concederlo a Henry Kissinger en 1974, genocida de guante blanco acusado de crímenes de lesa humanidad y responsable de los bombardeos de los B-52 en Vietnam. Pero cuatro años más tarde, será entregado a Menachen Begin un terrorista confeso de múltiples muertes contra ciudadanos palestinos en los años 50 del siglo pasado. Así, comienza una era marcada por el desconcierto y el descrédito. Los Nobel pierden su lustre. Se conceden por motivos menos altruistas y rompiendo su filosofía inicial. Así, en el Nobel de fisiología o medicina, las compañías farmacéuticas presionan para que sus investigadores sean los beneficiarios. En 2008, el laboratorio AstraSeneca, la multinacional británica, intervino para que dos jurados, asesores de la compañía, apoyaran la candidatura del medico alemán Harald zur Hausen por sus trabajos sobre el virus del papiloma humano que puede causar el cáncer de útero. Tuvieron éxito. No faltó tiempo para que AstraSeneca desarrollara dos vacunas controlando las patentes, el mercado y el proceso de innovación tecnológico. Algo similar ocurre en el Nobel de economía. Durante la hegemonía del liberalismo económico, sus agraciados han formado parte del grupo de Mont-Pèlerin creado por Hayek y Von Mises en 1946. El propio Hayek lo recibirá en 1974, a continuación lo hará Milton Friedman en 1976, seguidos por George Stigler en 1982, James Buchanan en 1986, Maurice Allias 1988, Ronald Coase en 1991, Gary Becker 1992 y Bob Lucas en 1995. Algo sospechoso si consideramos que provienen de una corriente marginal en la teoría y desarrollo de la economía hasta los años 70 del siglo pasado.

Las presiones se suman y los intereses creados desdibujan su filosofía inicial. Sobre ellos pende un halo de corrupción donde se cuestiona un año sí y otro también el nombre de los agraciados. Muchos son los posibles y pocos los elegidos. Algunos podrían argumentar que los dos premios más cuestionados, el Nobel de la paz y el de medicina, no los concede la academia sueca, sino su comité en Oslo y el Instituto Karolinska, intentando lavarse las manos. Aduce autonomía en las decisiones. Y podría ser verdad, sólo que compromete la transparencia y el buen hacer de la fundación Nobel. Sin embargo, hoy, los jurados que premian los apartados de física, química o literatura también son presa de la desconfianza.

Por este motivo, conceder el Nobel de la Paz a Barack Obama no es un acto de agravio, ni un despropósito, marca una tendencia en la cual han caído los Nobel. No hay nada que destacar del actual ocupante de la Casa Blanca en su lucha por la paz. Pero tampoco se consideró dicha circunstancia cuando en 2002 se concede a James Carter, autor material de la guerra de Afganistán, de apoyar con misiles tierra aire a los Talibán y de favorecer la expansión de las transnacionales estadunidenses en África a costa de aumentar el conflicto en la región. Obama no es distinto, por ello no hay que rasgarse las vestiduras. Su política consiste en aumentar la presencia de sus tropas en Afganistán, apoyar a Israel en su política de exterminio contra el pueblo palestino e instaurar bases militares en Colombia, Perú y México. Asimismo defiende a regímenes como el paquistaní y reniega de soluciones democráticas en Honduras. No favorece la paz ni busca la abolición de los ejércitos o la fraternidad entre las naciones como reza el testamento de su creador. Por consiguiente se altera la voluntad de Alfred Nobel y con ello se descompone la credibilidad de sus jurados. Tal vez hay que llegar a una triste conclusión, dejar de pensar en los Nobel como un premio de premios. Hoy forman parte de la sociedad del espectáculo, se degradan y pierden el componente ético asignado por Nobel. Descansen en paz.

Artículo escrito por Marcos Roitman Rosenman, publicado el 18 de septiembre de 2009 en La Jornada.