27 de septiembre de 2009

Espacio publicitario

Este quebranto mundial no hubiera sido posible sin la aportación de nuestros patrocinadores: Alan Greenspan, Mervyn King, Christopher Dodd, Goldman Sachs, AIG, Citygroup, Merryll Lynch, Bear Stearns, John Paulson, Warren Buffett, HBOS, Royal Bank of Scotland, Lehman Brothers, Chrysler Group, General Motors...

26 de septiembre de 2009

Triunfo indígena

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 25 de septiembre (apro).- La empresa minera canadiense Linear Gold Corporation cedió a la presión de los indígenas que se oponían a la explotación de yacimientos de oro y plata y anunció el cierre de sus oficinas en el estado para el próximo 30 de septiembre.

Después de varias manifestaciones de protesta que derivaron en detenciones de algunos líderes indígenas, la empresa canadiense puso fin a cuatro años de operaciones.

En un oficio enviado al gobernador Juan Sabines Guerrero, la empresa Linear Gold México, S.A. de C.V., filial de la empresa canadiense, expuso que el "Proyecto Ixhuatán" que puso en marcha en 2005 para explorar oro y plata en la región norte del estado llegó a su fin, y anunció que el proyecto de inversión será "replanteado".

En la carta, fechada el 18 de septiembre pasado, la empresa explicó al gobernador que por "instrucciones superiores", a partir del 30 de este mes suspenderá todas sus operaciones y cerrará sus oficinas en Chiapas.

"Se analizarán los estudios geológicos realizados en este tiempo de exploración a la situación financiera mundial y el replanteamiento de inversión para el proyecto", argumentó.

Pero eso no es todo, la empresa minera expuso que su cierre también tuvo que ver con otros factores: "En una baja escala, en los últimos tiempos hemos enfrentado algunos problemas de apatía y peticiones fuera de contexto por parte de algunos ejidos, lo cual nos complicó el trabajo cotidiano de exploración."

En la carta firmada por Gerardo Cano Mendoza, gerente de relaciones comunitarias y de gobierno de la empresa para el Proyecto Ixhuatán, se advierte que si bien éste no es un cierre definitivo, se notificará a las autoridades correspondientes cuando se "esté en posibilidades de retomar nuevamente las actividades".

Junto con la empresa Blackfire Exploration Corporation, la Linear Gold Corp., tiene en su poder la mayoría de las concesiones otorgadas por el gobierno federal a las mineras extranjeras en el estado de Chiapas.

Uno de los principales opositores al proyecto ha sido la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema), que en lo que va del 2009 aceleró su activismo para exigir que se retiren del estado.

"Otros mundos", es un organismo no gubernamental que ha estado encabezando esta protesta, en su portal electrónico tiene una serie de documentos que exhibe cómo estas empresas mineras contaminan los mantos freáticos en donde tiene presencia.

Isaín Mandujano, Proceso en línea.

24 de septiembre de 2009

Estados fallidos

A través de la historia, ha quedado claro que la intervención del estado en la economía y la conservación de la soberanía, son prerequisitos para el crecimiento económico -sucedió en Inglaterra, en los Estados Unidos, en Alemania, en Francia, en Japón, etc. Y los principios impuestos de libre mercado –ahora llamados principios neoliberales– son, básicamente, los que crearon al tercer mundo. Han sido un desastre para la población...

Al final de su conferencia magisterial en la sala Nezahualcóyotl, Noam Chomsky respondió algunas preguntas del público. Aquí, su respuesta sobre de los estados fallidos (en inglés, mientras encuentro la traducción).



La transcripción completa de la conferencia, en La Jornada.

22 de septiembre de 2009

"Juanito" y el desarraigo

Siempre se ha dicho que México no es un país racista. Su condición mestiza limó a lo largo del tiempo esta enfermedad criminal del espíritu. Sin embargo, las señales de ese mal no dejan de aparecer aquí y allá con diversos rostros. Desde las urbes se tolera al indio y su mundo agrario pero no se le respeta. A pesar del levantamiento zapatista, el indio, para las mentalidades urbanas de la burguesía, remanentes del colonialismo, es un inferior, un ignorante que en su retraso premoderno no podrá nunca alcanzar las bondades civilizadoras del mundo moderno. De allí que su rebelión en 1994 haya sido calificada como el producto de una manipulación, de la intromisión de seres civilizados que abusaron de su estado infantil. El indio, parecen decir esas mentalidades imbéciles, es incapaz de pensar por sí mismo. Ajeno a la educación escolar del mundo civilizado, es víctima de su ignorancia.
En las urbes, esas señales se manifiestan en el desprecio por los seres humanos que habitan sus periferias. Allí no hay indios, sino nacos. Seres que no pertenecen ni a la vida civilizada de las urbes ni a la “barbarie” del mundo agrario, pero que son, dice el “civilizado”, igualmente ignorantes. El caso de “Juanito” es una de esas señales que, en este caso, no provienen de la mentalidad burguesa, sino de ciertos sectores de la izquierda. Esos sectores, antirracistas hacia afuera, son racistas en el interior. “Juanito” –dicen como un eco de la burguesía que tanto desprecian– es un pobre tipo, un ignorante, un imbécil que, manipulado por intereses ajenos a la “verdadera” izquierda, se ha engreído y ahora quiere poder.
Ciertamente, “Juanito” no es un indio –cuya cultura basada en la tierra y la memoria es, pese a la ignorancia “civilizada”, muy alta–, sino un desarraigado, un producto de una civilización que, basada en el dinero, despoja a las culturas de sus raíces. Pero esto no lo hace un imbécil, ni un hombre manipulable, sino un prototipo de la mentalidad económica de la civilización industrial. “Juanito” es, al igual que la clase política a la que ahora pertenece, al igual que el hombre del mundo económico en el que vive, un ambicioso, un demagogo, un “gandalla”, un oportunista que no necesitaba ni necesita ser manipulado por nadie para ser lo que es. Nada que no sea su condición de marginal, su estigma de clase, lo distingue de los funcionarios del IFE, de López Obrador, de Calderón, de Mario Marín, de Ulises Ruiz, de los especuladores financieros, de los burócratas arribistas, de aquellos para quienes la única moral que existe es adquirir poder y dinero “haiga sido como haiga sido”.
Si molesta es precisamente porque no se formó en las universidades, porque es el fruto de los desplazamientos del mundo agrario, porque no hizo la “transa” de manera disciplinada, es decir, dócilmente, es decir, arropado por quien tiene el poder y la legalidad para hacerlo. Mientras se sometió a la manera inmoral en que López Obrador respondió a la también inmoral manera en que el IFE sacó de la contienda política a Clara Brugada; mientras el ignorante, el “naco”, se sometió dócilmente a la propuesta lopezobradorista, “Juanito” era bien visto. En el momento en que decidió tomar para sí la inmoralidad, entonces se le estigmatizó: el ignorante, el “naco”, está manipulado, se le hizo creer lo que no es. “Juanito”, en la manera en que lo trató López Obrador y en la manera en que hoy lo estigmatiza la izquierda, es una señal del racismo. Pero también, en su fondo, es decir, en lo que en realidad es y siempre ha sido, una revelación del nivel de nuestras clases políticas y de la condición a la que una sociedad basada en el dinero, el prestigio y el consumo nos ha reducido.
Si “Juanito”, como le sucedió a Calderón, a Marín, a Ulises Ruiz, logra construir un poder de arribistas en torno suyo y superar, a través de él, el desprestigio, mañana todos habrán olvidado el incidente, y el “naco”, al fin lavado de su estigma de clase por el prestigio del poder, estará sentado en el sitio en el que todo se tolera y se aplaude, en el sitio en el que se puede transar, cambiar de partido si así conviene a los intereses personales, ejercer la pederastia, en síntesis, cometer actos inmorales sin consecuencias. Se trata simplemente de llegar. Lo demás viene por sí solo. Es la lección de nuestra clase política, que “Juanito” aprendió bien en las sub-urbes de Iztapalapa; es la lección del desarraigo que nos habita.
El desarraigo –eso que el dinero hace en nombre del desarrollo al ir ocupando territorios y alejando a la gente de lo que constituye su alma: los tesoros de su pasado que se preservan en la memoria de su hacer y de sus relaciones– es el signo del mundo moderno. Al destruir, como lo señalaba Simone Weil, las raíces, reemplazando todos los ámbitos de la vida humana por el deseo de poseer, sólo queda lo que somos: ese “Juanito” que nos representa, ese ser atroz, al que el sueño de la burguesía quiere reducir el mundo indígena y cualquier otro mundo que no se le parezca; esa mentalidad que hace de la mentira, de lo inmoral, del “agandalle”, el signo de nuestro racismo y, cuando logra legitimarse, el signo del prestigio y de la grandeza.

Artículo escrito por Javier Sicilia y publicado en Proceso en línea.

13 de septiembre de 2009

¿Llegó la hora de poner fin a la globalización?

El actual desplome global, el pero desde la Gran Depresión de hace 70 años, vino a remachar el último clavo en el ataúd de la globalización. Ya asediada por unos hechos que mostraban el incremento de la pobreza y de la desigualdad cuando los países más pobres experimentaron poco o ningún crecimiento económico, la globalización se ha visto terminalmente desacreditada en los dos últimos años, cuando el proceso, anunciado a bombo y platillo, de la interdependencia financiera y comercial invirtió su marcha para convertirse en correa de transmisión, no de prosperidad, sino de crisis y colapso económicos.

Fin de una era


En sus respuestas a la actual crisis económica, los gobiernos hablan con la boca pequeña de coordinación global, pero impulsan programas separados de estímulo económico para revitalizar sus mercados nacionales. Al hacerlo, los gobiernos pospusieron el crecimiento orientado a la exportación, motor principal de tantas economías, aun rindiendo el tributo de rigor a la promoción de la liberalización comercial como medio de contrarrestar el desplome global concluyendo la Ronda Doha de negociaciones comerciales bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio.

Se reconoce cada vez más que no hay posibilidad de regresar a un mundo centralmente dependiente del gasto ilimitado de los consumidores norteamericanos, puesto que éstos se hallan en la bancarrota y nadie se apresta a ocupar su lugar.

Además, ya sea mediante acuerdos internacionales o unilateralmente ejecutadas por gobiernos nacionales, es lo más seguro que se imponga un rimero de restricciones al capital financiero, la desembridad movilidad del cual ha sido el percutor de la presente crisis.

Sin embargo, el discurso intelectual todavía no ha mostrado demasiados signos de ruptura con la ortodoxia. El neoliberalismo, con su énfasis en el libre comercio, la primacía de la empresa privada y un papel minimalista del Estado, sigue siendo la lengua franca de los fabricantes de políticas.

Los críticos del fundamentalismo de mercado que pertenecen al establishment, incluidas luminarias como los Premios Nobel Joseph Stigitz y Paul Krugman, se han enmarañado en interminables debates sobre el grado de duración que deben tener los programas de estímulos y sobre si el Estado debería mantener su presencia intervencionista en la industria automotriz y en el sector financiero, o, si, una vez lograda la estabilización, debería devolver las compañías y los bancos al sector privado. Además, algunos, como el propio Stiglitz, siguen creyendo en lo que lo que ellos perciben como beneficios económicos de la globalización, a condición de mitigar sus costes sociales.

Pero las tendencias en curso están desbordando a toda velocidad tanto a los ideólogos de la globalización neoliberal como a muchos de sus críticos, y desarrollos impensables hace unos pocos años van cobrando vida. “La integración de la economía mundial se halla en práctico retroceso por doquiera”, escribe The Economist. Aunque la revista observa que las corporaciones empresariales siguen creyendo en la eficacia de las cadenas de oferta global, “como cualquier cadena, éstas son tan fuertes como su eslabón más débil. El momento peligroso llegará cuando las empresas decidan que este modo de organizar la producción ha llegado a su fin”.

La “desglobalización”, un término que The Economist me atribuye, es un desarrollo que la revista, el primer bastión mundial de la ideología del libre mercado, contempla como negativo. Sin embargo, yo creo que la desglobalización es una oportunidad. En efecto, mis colegas de Focus on the Global South y yo fuimos los primeros en proponer la desglobalización como un paradigma general para reemplazar a la globalización neoliberal. Y lo hicimos hace una década, cuando las tensiones, las presiones y las contradicciones que ésta ha traído consigo se hicieron dolorosamente evidentes.

Elaborado como una alternativa sobre todo para los países en desarrollo, el paradigma de la desglobalización no deja de ser pertinente para las economías capitalistas centrales.

Los 11 pilares de la alternativa

El paradigma de la desglobalización tiene 11 puntos clave:

1. La producción para el mercado interior tiene que volver a ser el centro de gravedad de la economía, antes que la producción para los mercados de exportación.

2. El principio de subsidiariedad debería respetarse como un tesoro en la vida económica promoviendo la producción de bienes a escala comunitaria y a escala nacional, si ello puede hacerse a coste razonable, a fin de preservar la comunidad.

3. La política comercial –es decir, cupos y aranceles— tiene que servir para proteger a la economía local de la destrucción inducida por mercancías subsidiadas por grandes las corporaciones con precios artificialmente bajos.

4. La política industrial –incluidos subsidios, aranceles y comercio— tendría que servir para revitalizar y robustecer al sector manufacturero.

5. Unas medidas, inveteradamente pospuestas, de redistribución equitativa del ingreso y de redistribución de la tierra (incluida una reforma del suelo urbano) podrían crear un mercado interno vigoroso que serviría de ancla de la economía y generaría los recursos financieros locales para la inversión.

6. Restar importancia al crecimiento, dar importancia a la mejora de la calidad de vida y maximizar la equidad reducirá el desequilibrio medioambiental.

7. Hay que propiciar el desarrollo y la difusión de tecnología que se compadezca bien con el medio ambiente, tanto en la agricultura como en la industria.

8. Las decisiones económicas estratégicas no pueden abandonarse ni al mercado ni a los tecnócratas. En cambio, hay que aumentar el radio de alcance de la toma democrática de decisiones en la vida económica, hasta que todas las cuestiones vitales (como qué industrias desarrollar o condenar, qué proporción del presupuesto público hay que dedicar a la agricultura, etc.) estén sujetas a la discusión y a la elección democráticas.

9. La sociedad civil tiene que controlar y supervisar constantemente al sector privado y al Estado, un proceso que debería institucionalizarse.

10. El complejo institucional de la propiedad debería transformarse en una “economía mixta” que incluyera cooperativas comunitarias, empresas privadas y empresas estatales y excluyera a las corporaciones transnacionales.

11. Las instituciones globales centralizadas, como el FMI y el Banco Mundial, deberían ser substituidas por instituciones regionales fundadas, no en el libre comercio y la libre movilidad de capitales, sino en principios de cooperación que, para usar las palabras de Hugo Chávez en su descripción de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), “transcienda la lógica del capitalismo”.

Del culto a la eficiencia a la economía eficaz

El propósito del paradigma de la desglobalización es superar la economía de la eficiencia estrecha, cuyo único criterio clave es la reducción del coste por unidad, por no hablar de la desestabilización social y ecológica que el proceso inducido por el respecto supersticioso de ese criterio trtae consigo. Es superar un sistema de cálculo económico que, por decirlo con palabras de John Maynard Keynes, “convierte todo el comportamiento vital … en una suerte de paradójica pesadilla de contables”. Una economía eficaz, en cambio, robustece la solidaridad social subordinando las operaciones del mercado a los valores de equidad, justicia y comunidad y ensanchando la esfera del proceso de toma democrática de decisiones. Para servirnos del lenguaje del gran pensador húngaro Karl Polanyi en su libro La gran transformación, la desglobalización monta tanto como “reincrustar” la economía en la sociedad, en vez de dejar a la sociedad abandonada al control de la economía.

El paradigma de la desglobalización sostiene también que un modelo extremistamente unidimensional, como el neoliberalismo o como el socialismo burocrático centralizado, es disfuncional y desestabilizador. En cambio, habría que esperar e incentivar la diversidad, como en la naturaleza. La teoría económica alternativa tiene principios compartidos, y esos principios han aparecido ya substancialmente en la lucha contra y en la reflexión crítica sobre el fracaso del capitalismo y del socialismo centralizados.

Sin embargo, la articulación concreta de esos principios –los más importantes de los cuales acaban de ser mencionados— dependerá de los valores, de los ritmos y de las elecciones estratégicas de cada sociedad.

El pedigrí de la desglobalización

Aunque pueda sonar radical, lo cierto es que la desglobalización no es ninguna novedad. Su pedigrí incluye los escritos del eminente economista británico Keynes, quien, en el momento culminante de la Gran Depresión, se avilantó a dejar esto dicho: “No deseamos… estar a merced de fuerzas mundiales que generan, o tratan de generar, algún equilibrio uniforme, de acuerdo con principios de capitalismo de laissez faire”. En efecto, proseguía, para “un abanico crecientemente extendido de productos industriales, y tal vez también agrícolas, se me ha hecho dudoso que el coste económico de la autosuficiencia sea lo bastante grande como para contrarrestar las otras ventajas dimanantes de reunir gradualmente al productor y al consumidor en el ámbito de la misma organización nacional, económica y financiera. Se acumula la experiencia probatoria de que el grueso de los procesos de la moderna producción en masa pueden ejecutarse en la mayoría de los países y en la mayoría de los climas con una eficiencia prácticamente idéntica”.

Y con palabras que suenan muy contemporáneas, concluía Keynes: “Yo simpatizo… más con quienes querrían minimizar que con quienes querrían maximizar la urdimbre de imbricación económica entre las naciones. Las ideas, el saber, el arte, la hospitalidad, los viajes; todas esas cosas deberían, por su propia naturaleza, ser internacionales. Pero dejemos que los bienes se hagan en casa cuando ello sea razonable y convenientemente posible; y sobre todo, dejemos que las finanzas sean prioritariamente nacionales.”

Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.
Traducción de Ricardo Timón.
Tomado de sinpermiso.info

12 de septiembre de 2009

Marcas blancas, consumidores, capitalismo y crisis

En medio de un proceso de restructuración del capitalismo, donde se multiplican el desempleo, el trabajo precario, el despido libre y la pérdida de derechos laborales, las empresas trasnacionales bogan por un consumo de marcas. Hacen defensa de lo suyo y no escatiman esfuerzos. En otros términos, tratan de inducir compras con sello. En la actualidad esta práctica se traduce en una agresiva campaña publicitaria, considerando irresponsable adquirir productos blancos. Todos los anuncios de las grandes empresas concluyen con un rotundo no producimos para otras marcas. Igualmente, han construido un relato específico: no se engañe, envases similares no garantizan calidad. Se sienten abandonados por los consumidores quienes han perdido la fidelidad una vez transcurrida la bonanza de los sectores medios, tan adicto a las modas como al consumo suntuario. Antes muerto que sencillo.

Hoy, los fabricantes de marcas consideran una competencia desleal la emergencia de productos de bajo costo. Según ellos, los ingenuos compradores se arriesgan a sufrir decepciones. Por consiguiente, son objeto de fraude. Además, optar por este tipo de consumo tiene una consecuencia nefasta: el aumento del desempleo. Si no lavan con los detergentes procedentes del futuro, desayunan con cereales para combatir el estreñimiento o meriendan con cremas de chocolate y avellanas para ser fuertes, las empresas con pedigrí se verán en la imperiosa y triste necesidad de recurrir al despido de personal. Todo tiene un precio y la irresponsabilidad, al preferir marcas blancas, conlleva profundizar la crisis y aumentar las cifras del paro. La conclusión es de Perogrullo; aporte su granito de arena. No renuncie a los consejos ni sea un mal consumidor. Evite convertirse en un pirata y un traidor. No se deje seducir por cantos de sirena. Comprar barato es una estrategia errónea y peligrosa. A la larga siempre sale caro. El ejemplo más sangrante para preservar el monopolio de las marcas con tanta explotación conseguida tiene su máxima en la actuación de las empresas farmacológicas y agroindustriales. Los grandes laboratorios se oponen al consumo de genéricos. Son cancerberos celosos de sus patentes e investigaciones. Tampoco las empresas enquistadas en el sector agrícola y alimentario se quedan atrás con su política agresiva de implantar el consumo de transgénicos. Ellos, que son los mismos que acosan y acaban con los pequeños y medianos campesinos, les obligan a consumir sus productos. Sin embargo, encolerizan cuando se cuestionan sus prácticas y se abren otras alternativas. Mutados en guardianes del mercado, no aceptan la competencia. Se consideran atacados por una plaga de ecologistas sin alma, cuyo fin pretende acabar con su existencia.

Así se presentan como honestos empresarios. Ayúdeles a sobrevivir. Gaste un poco más y obtenga en compensación el placer de olfatear olores exclusivos, paladear sabores sublimes y tener sensaciones de ensueño. No se abstenga, abra cajas con artículos 10 veces más pequeños en su interior. Practique idiomas leyendo las instrucciones en cirílico, alemán, francés o italiano. Viva la magia de envoltorios. Déjese llevar por el erotismo de las formas. Dé rienda suelta a sus emociones reprimidas cuando adquiera camisas Lacoste, sudaderas Adidas o pantalones Levi’s. Cruce la frontera, atrévase a saborear la diferencia. Siéntase deseado y admirado. Aléjese del resto de los mortales ajenos a la felicidad de vestir, comer o divertirse luciendo etiquetas de las trasnacionales comprometidas con el consumo responsable. Pero si a pesar de las recomendaciones opta por galletas, yogures, chorizos, camisas, perfumes o bolígrafos anónimos, se transforma en un canalla sin cualidades. Está condenado al fracaso y llevar una existencia gris. En definitiva, nos dicen, uno acaba siendo lo que consume. No debe conformarse con un coche cualquiera. Debe comprar un BMW, y si no paga los plazos fue feliz mientras duró, aunque le embarguen. Igualmente, no sea tacaño. Celebre el acontecimiento con champagne francés y no lo sustituya por sidra asturiana o vino espumoso. Si cae en dichas aberraciones demuestra su mediocridad.

Hasta hoy, los acólitos del capitalismo nos han dado la murga afirmando que el mercado constituye el espacio donde se despliega la libertad de elegir, base del progreso, la democracia y la acumulación de capital. Sin embargo, en medio de una crisis, cuando el principio y libertad de elegir debe primar sobre cualquier otro, su ejercicio se transforma en un obstáculo. Los consumidores apegados a sus criterios de libre elección son adjetivados de arpías, seres despreciables, sacrílegos condenados al infierno. Por esta razón, de la noche a la mañana, se elimina del manual del buen empresario la frase enseñada con tanto fervor a los empleados de sus comercios: el cliente siempre tiene razón. Ahora debe ser rechazada. Atrás queda el mercado fundamentado en los gustos del cliente. Si anteriormente los empresarios satisfacían al consumidor mediocre que prefería vino barato ofertando aguachirle a los mejores caldos, hoy es una alteración de las leyes de la oferta y la demanda. Este principio, otrora una verdad irrefutable para los gurús amantes de la economía de mercado, se considera obsoleto. Ahora son intervencionistas.

Por último, es curiosa la escasa o nula congruencia entre teoría y práctica de una economía de mercado. Primero se predica la libertad de elegir, y cuando se ejerce se penaliza a sus ingenuos ejecutores. Esta paradoja, inherente al capitalismo, no tiene solución dentro de sus entrañas, de lo contrario no sería una paradoja. Se vive en un mundo esquizofrénico donde no hay escapatoria, salvo transformando las paradojas en contradicción. Es decir, en enunciados dialécticos articulados a voluntades políticas para superarlos. En ello consiste el problema. Mientras tanto, las empresas cuyas marcas controlan el mercado seguirán patrocinando un consumo acorde con sus intereses en contra de toda perspectiva ética y humanista.

Artículo escrito por Marcos Roitman Rosenmann y publicado el 12 de septiembre en La Jornada.

10 de septiembre de 2009

El decrecimiento y el sentido común

Crecer ha sido el eje sobre el que los gobiernos y los idólatras del Mercado han hecho y quieren continuar haciendo girar la rueda de la sociedad. Sin embargo, como nos lo ha recordado Gustavo Esteva –un hombre de profundo sentido común– en La Jornada del 24 de agosto, pasado cierto umbral todo crecimiento se vuelve su contrario. Crecer, en la vida, significa alcanzar un punto al cabo del cual comienza ese deterioro que llamamos envejecimiento y que termina con la muerte. Lo mismo, no en el sentido de la naturaleza, sino de la patología, podríamos decir del cáncer: un crecimiento desmesurado de las células, un desbordamiento de la proporción en la cual las células se expresan como vida.
El crecimiento económico no escapa a esa realidad. Distinto al proceso de la vida, que es natural, aquél, al desbordar el límite en que la economía –el cuidado de la casa– es fuente de salud, ha seguido la lógica patológica del cáncer. Nada, en este sentido y a pesar de los cantos de sirena de los gobiernos que claman que hemos llegado al fondo de la crisis y que la economía se irá recuperando lentamente, escapa a ese mal. La crisis, para quienes vivimos no en el mundo abstracto de las cifras, sino en el de la realidad concreta de cada día, está allí con sus tremendos daños ecológicos, sus despidos, su reducción de empleos y lo que Iván Illich llamó “la pobreza modernizada”, es decir, la pobreza que nació del despojo de las formas vernáculas de vivir y producir en nombre del crecimiento, la pérdida de la capacidad de sobrevivencia de la gente: el rostro atroz de la miseria y el crimen.
Por desgracia, pocos, entre los profesionales del mundo moderno, atienden ese hecho. Empecinados en la creencia absurda de que se puede mantener un crecimiento perpetuo, las medidas que aplican van en el sentido de rearticularlo. Pero si el sentido común –“el más poco común de los sentidos”, dice la sabiduría popular–, que por fortuna todavía funciona en Gustavo Esteva y entre algunos intelectuales y académicos, no basta para mirarlo, las estadísticas, de las que tanto gustan los expertos, lo muestran desde otro ángulo. El consumo actual, dentro del modelo de crecimiento económico que nos llevó a la crisis, es enorme; equivale, entre otras causas por el uso indiscriminado de energía, a la degradación de 2.5 hectáreas por persona al año. Ante esa cifra de 2.5 –que fluctúa porque muchos habitantes consumen mucho menos y otros mucho más–, en Estados Unidos –el paradigma del crecimiento al que todos los países aspiran– cada habitante consume 9.5 hectáreas. Si, como el sueño demagógico de los gobiernos y de los neoliberales lo pretenden, los pobladores del mundo pudiéramos alcanzar ese crecimiento, se necesitarían cinco planetas del tamaño y de las condiciones de la Tierra para conseguirlo. Aun con los actuales índices de crecimiento a nivel global, en el orden de lo ecológico y de la miserabilización el planeta vive como podría vivir un canceroso.
México, por ejemplo, a fuerza de crecer ocupa actualmente el puesto número 106 en calidad del agua, cuyo consumo produce 2.2 millones de muertes por año en el mundo; el 64% de su suelo agrícola está degradado a fuerza de urbanización y de usos industriales; sus índices de criminalidad con fines económicos –venta de drogas, secuestros, robos, especulaciones financieras– tienen un crecimiento que amenaza con volverse exponencial. Etcétera.
Asomarse a las estadísticas que miran la vida en su conjunto, y no a aquellas, de nuestros economistas, que han decidido mirarla como un recurso para un crecimiento que sólo tiene sentido en las abstracciones de sus gráficas, es aterrador.
Contra ellas, el sentido común indica que debe aplicarse una política económica basada en el decrecimiento. En primer lugar, en la reducción del consumo superfluo, en el incentivamiento de las producciones autónomas y comunitarias, y en el reúso, el reciclado y el rechazo de todo aquello que signifique una mayor dependencia del Mercado y de las instituciones de servicio; en segundo lugar, como el propio Esteva lo propone, en el achicamiento del sector financiero, “que saquea al productivo y a la población y vive de la especulación”; en la negativa a la producción y el consumo de transgénicos, y en la estimulación del “cultivo campesino con semillas criollas, que se ampliaría hasta recuperar la autosuficiencia en los productos básicos”; en el recorte a “los salarios obscenos de funcionarios y dirigentes públicos y privados”; en la reducción, y si es posible la desaparición de los centros comerciales, y de los shopping malls, en favor de “la multiplicación de redes de establecimientos comerciales pequeños y medianos”; en limitar a los desarrollistas públicos y privados, para que puedan resurgir “las construcciones autónomas, con materiales locales y sentido de la proporción”.
Decrecer no es una aberración insoportable, como, contra toda evidencia, lo siguen creyendo los devotos del falso axioma de la economía moderna. Es, por el contrario, redescubrir esa verdad del sentido común, “vieja –decía Gandhi– como los cerros”, donde, en la proporción y el equilibrio, cuidar la casa sea habitar el gozo de una vida buena.
Escrito por Javier Sicilia, publicado en Proceso en línea.

6 de septiembre de 2009

La cuestionada supremacía estadunidense en América Latina

Estados Unidos fue fundado como un imperio infante en las palabras de George Washington. La conquista del territorio nacional fue una gran aventura imperial. Desde los primeros días, el control del hemisferio fue una meta vital.

América Latina ha conservado su primacía en la planeación global de Estados Unidos. Si Estados Unidos no puede controlar a América Latina, no puede esperar lograr un orden exitoso en otros lugares del mundo, declaró el Consejo Nacional de Seguridad del presidente Richard M. Nixon en 1971, cuando Washington estaba considerando el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en Chile.

Recientemente el problema del hemisferio se ha intensificado. América del Sur se ha movido hacia la integración, un prerrequisito para la independencia; ha ampliado sus vínculos internacionales y ha empezado a enfrentar sus desórdenes internos, entre los cuales destaca el tradicional dominio de la minoría europeizada pudiente sobre un océano de miseria y sufrimiento.

El problema se agudizó hace un año en Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, donde, en 2005, la mayoría indígena eligió a un presidente de sus propias filas, Evo Morales.

En agosto de 2008, después de la victoria de Morales en un referendo, la oposición integrada por elites respaldadas por Estados Unidos se tornó violenta, desembocando en la matanza de unos 30 partidarios del gobierno.

En respuesta, la recién formada Unión de Repúblicas Sudamericanas (Unasur) convocó a una reunión cimera. Los participantes –todos los países de América del Sur– declararon su pleno y firme apoyo al gobierno constitucional del presidente Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por una gran mayoría.

Por primera vez en la historia de América del Sur, los países de nuestra región han decidido cómo resolver nuestros problemas, sin la presencia de Estados Unidos, observó Morales.

Otra manifestación: el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha prometido poner fin al uso por parte de Estados Unidos de la base militar de Manta, la última instalación de ese tipo de Estados Unidos en América del Sur.

En julio, Estados Unidos y Colombia firmaron un acuerdo secreto para permitir a Estados Unidos la utilización de siete bases militares en Colombia.

El propósito oficial es contrarrestar el narcotráfico y el terrorismo, pero altos oficiales militares y funcionarios civiles de Colombia familiarizados con las negociaciones revelaron a la Associated Press que la idea es hacer de Colombia un centro para las operaciones del Pentágono.

El acuerdo proporciona a Colombia un acceso privilegiado a abastecimiento militar de Estados Unidos, según informes. Colombia ya es actualmente el mayor recipiente de ayuda militar estadunidense (aparte de Israel-Egipto, una categoría separada).

Colombia ha tenido de lejos el peor historial de derechos humanos en el hemisferio desde las guerras centroamericanas de los años 80. La correlación entre la ayuda de Estados Unidos y las violaciones a los derechos humanos ha sido notada desde hace tiempo por académicos.

La Ap citó también un documento de abril 2009 del Comando de Movilidad Aérea de Estados Unidos, en el que se propone que la base Palanquero en Colombia podría convertirse en locación de seguridad cooperativa.

Desde Palanquero, “casi la mitad del continente puede ser cubierta por un (trasporte aéreo) C-17 sin recargar combustible”, señala el documento. Esto podría formar parte de una estrategia global en ruta que ayude a lograr la estrategia y contribuya a encaminar la movilidad a África.

El 28 de agosto, la Unasur se reunió en Bariloche, Argentina, para analizar la cuestión de las bases militares en Colombia.

Después de un debate intenso, la declaración final subrayó que Sudamérica debe mantenerse como una tierra de paz y que fuerzas militares extranjeras no deben amenazar la soberanía e integridad de ninguna nación de la región. E instruyó al Consejo de Defensa Sudamericano que investigue el documento del Comando Aéreo de Movilidad.

El propósito oficial de las bases no escapó a las críticas. Morales dijo haber sido testigo que soldados de Estados Unidos que acompañan a tropas bolivianas dispararon contra miembros del sindicato de cultivadores de coca.

Así que ahora somos narcoterroristas, continuó. Cuando no pudieron seguir llamándonos comunistas, nos llamaron subversivos, y después traficantes, y terroristas desde los ataques del 11 de septiembre. Advirtió que la historia de América Latina se repite.

La responsabilidad final de la violencia en América Latina yace con los consumidores de drogas ilegales en Estados Unidos, dijo Evo Morales. Si la Unasur enviara tropas a Estados Unidos para controlar el consumo, ¿lo aceptarían? Imposible.

El hecho de que la justificación de Estados Unidos por sus programas antidrogas en el extranjero sea considerada siquiera digna de debate es una ilustración más de la profundidad de la mentalidad imperial.

El pasado febrero, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y democracia emitió su análisis sobre la guerra contra las drogas de Estados Unidos en las décadas pasadas.

La comisión, encabezada por los ex presidentes latinoamericanos Fernando Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia) llegó a la conclusión de que la guerra contra las drogas había sido un fracaso total y exhortó a un cambio radical de política, alejada de medidas de fuerza en lo interno y en el exterior, y hacia medidas mucho menos costosas y más eficaces de prevención y tratamiento.

El informe de la comisión, como estudios previos y los antecedentes históricos, careció de un impacto detectable. Esta falta de respuesta refuerza la conclusión natural de que la guerra contra las drogas, como la guerra contra la criminalidad y la guerra contra el terrorismo se libran por razones ajenas a las metas anunciadas, que son reveladas por las consecuencias.

Durante el decenio pasado, Estados Unidos ha incrementado la ayuda militar y el adiestramiento de oficiales latinoamericanos en tácticas de infantería ligera para combatir el populismo radical, un concepto que, en el contexto latinoamericano, envía escalofríos a la espalda.

El adiestramiento militar está siendo desplazado del Departamento de Estado al Pentágono, eliminando previsiones de derechos humanos y democracia antes bajo supervisión congresional, siempre débiles pero al menos un disuasivo para los peores abusos.

La Cuarta Flota de Estados Unidos, desbandada en 1950, fue reactivada en 2008, poco después de la invasión de Colombia a Ecuador, con responsabilidad para el Caribe, Centro y Sudamérica, y las aguas que la rodean.

Sus operaciones diversas incluyen el combate al tráfico ilícito, cooperación de seguridad en el teatro, interacción de militares a militares y adiestramiento bilateral y multinacional, detalla el anuncio oficial.

La militarización de América del Sur se alinea con designios mucho más amplios. En Irak, la información es virtualmente nula acerca de las bases militares de Estados Unidos allí, así que debe suponerse que permanecen para proyección de fuerza. El costo de la inmensa ciudad-en-una-ciudad que es la embajada en Bagdad se elevará a mil 800 millones de dólares al año, de mil 500 millones que se habían estimado.

El gobierno de Obama también está construyendo megaembajadas en Pakistán y Afganistán.

Estados Unidos y el Reino Unido están exigiendo que la base militar de Diego García sea exenta de de la zona libre de armas nucleares de Africa, como lo están las bases de Estados Unidos en zonas similares en el Pacífico.

En pocas palabras, las acciones de un mundo de paz no caen en el cambio en el que puedes creer, para pedir prestado el eslogan de campaña de Obama.

Noam Chomsky. Publicado el 6 de septiembre de 2009 en La Jornada.

Brasil: fortalecimiento estatal en el petróleo

El lunes 31 de agosto, Lula, el presidente de Brasil, anunció el envío al Congreso de una nueva legislación petrolera. Esta legislación era esperada desde hace tiempo, y había discusiones al respecto. Por un lado, entre los movimientos populares se demanda una nacionalización completa. Por otro, en los medios oficiales, se discutían alternativas que permitieran que los enormes recursos que se esperan del llamado pre-sal, quedaran en el sector público y al servicio del pueblo, en la mayor medida posible.

El problema se originó con la privatización de una parte de las acciones de Petrobras, cuando el auge de las privatizaciones en escala casi mundial. Sesenta y dos por ciento del total de las acciones están en manos de particulares, se supone que en su mayoría extranjeros. El Estado sigue siendo el responsable de Petrobras, tiene mayoría de las acciones con voto, también nombra a las autoridades de la entidad y controla el consejo de administración. Pero no es raro que Lula haya condenado públicamente, en diferentes momentos, esa venta de acciones. Los accionistas no aportan ni un miligramo al trabajo de la empresa pública. Hicieron una aportación económica una vez, al comprar las acciones, además en un momento en que estaban muy baratas, y luego simplemente cobran sus utilidades. Esto no tiene nada que ver con el desarrollo que ha tenido Petrobras en varios sentidos.

La situación de privilegios a empresas privadas se apoyaba en el pretexto de que el riesgo de la inversión era alto, no en el sentido de que pudiera haber accidentes o algo así, sino que la perforación pudiera no encontrar nada, o muy poco. De ahí, se consideraba justificado que cuando una empresa lograra un buen trabajo, tuviera una utilidad mayor. Sin embargo, a medida que se va conociendo mejor la riqueza de yacimientos a gran profundidad y abajo de una capa salina hasta de dos kilómetros de espesor, pre-sal, se fue llegando a un consenso, en los medios gubernamentales, de que ahí no se justificaban los criterios que se habían aplicado en otras partes.

El anuncio de Lula explicó también otras partes importantes de la política brasileña en la materia. El Estado debe ser fuerte, y la crisis actual muestra que si el Estado no regula y fiscaliza el mercado, éste puede desfondar al mundo en un abrir y cerrar de ojos. Recordó que Brasil no quiere ser un simple exportador de petróleo crudo. Además de ser autosuficiente, ese país quería exportar refinados como la gasolina y el diesel. También quería ser autosuficiente en petroquímicos y exportarlos. Esto ratifica lo que ya se está haciendo: hay cinco refinerías en construcción, y una de ellas es la fase inicial de un complejo petroquímico. Dos de las refinerías están destinadas sólo a la exportación de sus productos.

Lula habla de quienes cayeron en la tentación del dinero fácil y rápido. Exportaron todo el petróleo que podían, y fueron inundados por monedas extranjeras. Resultado: quebraron sus industrias y se desorganizaron sus economías.

Por supuesto que para seleccionar terrenos para cada una de las refinerías, actuaron y ya hay obras en marcha. No hicieron ninguna competencia de gobernadores, como no se ha hecho en ningún otro lugar del mundo salvo México. Las condiciones de contratación de empresas para apoyar a Petrobras en pre-sal son fijadas por el Estado y se suprimen ahí las concesiones.

Según el proyecto de ley, Petrobras será el operador único de todas las actividades de la zona pre-sal. Podrá contratar empresas pero en las condiciones mencionadas. Se administrará conforme a una planeación. Pero además habrá una empresa petrolera adicional, totalmente estatal, Petrosal. Esto tiene un antecedente en Noruega, en ese país se creó Petoro, empresa totalmente pública. Allá, la empresa petrolera pública tiene aproximadamente un tercio de sus acciones en manos privadas. Con Petoro, una buena parte de los productos en materia de petróleo y gas no se reparten con los accionistas sino que van totalmente al sector público y al gasto público.

Además de la nueva empresa totalmente pública, que se va a encargar del control y supervisión de la actividad petrolera, se crea un fondo social, que se enfoca a la reducción de la pobreza, a la educación, y al desarrollo de ciencia y tecnología. Éste será, por ley, un destino de los beneficios del nuevo petróleo de pre-sal. Los recursos del fondo social vienen de regalías, bonos y utilidades comerciales del petróleo y el gas.

El gobierno brasileño da una importancia a estos cambios tal que declaró el estado de urgencia constitucional. Esto implica que las cámaras tienen un plazo de 45 días para resolver. Se estima que sumando las diferentes modificaciones, el conjunto tendría un plazo de 90 días.

No me extraña que varios funcionarios aquí volteen a ver para otro lado y no quieran ver ni oír nada de lo mencionado. El contraste con el papelito que han estado jugando es verdaderamente notorio y hasta escandaloso.

Artículo escrito por Antonio Gershenson, publicado el 6 de septiembre de 2009 en La Jornada.