24 de junio de 2009

Bolivia: freno a la pedagogía neocolonial

Las organizaciones indígenas y magisteriales de América Latina llevan ya muchos años de crítica y denuncia de los libros de texto que en las escuelas primarias y secundarias, institutos y universidades tuercen y desprecian la historia de nuestros pueblos.

El 6 de junio pasado, Día del Maestro boliviano, el presidente Evo Morales promulgó tres decretos, uno de los cuales propone incentivar y brindar apoyo oficial a los profesores que escriban textos escolares. Explícitamente se refirió a Santillana, editorial española a la que acusó de imponer una formación colonialista.

Santillana fue fundada en 1960 por Jesús Polanco Gutiérrez (1929-2008), quien empezó su carrera como librero modesto de Madrid y, con el tiempo, se convirtió en el personaje más influyente y poderoso de la llamada transición democrática y en amo absoluto del pulpo mediático Prisa.

Llevado de la mano por Manuel Fraga Iribarne (ilustre y legendario fascista gallego del Partido Popular), Polanco consiguió del generalísimo Francisco Franco la autorización para fundar El País (1973), periódico que arrancó con posiciones de izquierda, devino en pragmático y acabó alineado con las posiciones más conservadoras.

Seis años después, Polanco organizó la Fundación Santillana “… con el propósito de promover el estudio de nuevas técnicas educativas y de la comunicación”. Y gracias al tráfico de influencias de amigos incrustados en el régimen franquista y el Opus Dei, obtuvo buena información sobre la reforma educativa en materia de textos escolares.

Cuando la ley de Educación General Básica (EGB) fue aprobada, Santillana tenía todos los textos a punto. Pero en su libro El negocio de la libertad, el periodista español Jesús Cacho asegura que la verdadera fortuna de Polanco nació del juego de la exportación, sobrefacturando libros de España a Colombia, y desde Colombia a Estados Unidos.

Simultáneamente, Polanco se alzaba con el Instituto de Cooperación Iberoamericana, institución que le facilitó el acceso al general Augusto Pinochet, con quien hizo el negocio de su vida. Desde entonces, todos los niños chilenos se forman con los textos de Santillana, donde el tono peyorativo resulta similar al empleado por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su Tratado natural de las Indias (1535), totalmente opuesto al del madrileño Alonso de Ercilla en La Araucana, que narra la lucha entre mapuches y españoles (1569).

En México, la Secretaría de Educación Pública de Vicente Fox pagó 350 millones de dólares a editoriales privadas. Ochenta por ciento del negocio se lo llevaron ocho empresas. La más beneficiada fue Santillana (100 millones).

Los libros de Santillana llegaron a Bolivia con la reforma educativa de 1994 (financiada por el Banco Mundial) y durante el gobierno de Hugo Banzer (1997-2001), que licitó la elaboración de los textos oficiales por parte de la editorial española. Un par de señoritas, hijas de los ministros de educación, fueron agraciadas con pasantías de un año en la casa matriz.

La decisión del gobierno boliviano no fue improvisada. Desde enero pasado, el Ministerio de Educación venía alertando que los libros de Santillana no podían considerarse textos oficiales. Por ende, no debían ser exigidos a las familias. José Luis Álvarez, secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores del Magisterio Urbano de La Paz, calificó los libros de la editorial de malos, descontextualizados y nada didácticos.

Por ejemplo, al revisar Historia y Geografía 4 (edición 2007), los especialistas destacan la notable fragmentación de información al estilo de la peor televisión: temas complejos que se resuelven con un bombardeo de recuadros en los que todo parece tener el mismo valor. Opiniones, párrafos entresacados de otros textos, preguntas, afirmaciones taxativas. Todo es mínimo, momentáneo, descartable.

Temas como políticas mundiales de seguridad (p. 190), integración regional sudamericana (p. 186), acuerdos económicos e integración mundial (p. 184), Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Área de Libre Comercio de las Américas, Organización Mundial de Comercio se explican como procesos naturales de estructuras e instituciones que el libro asume como realidades incuestionables y carentes de antecedentes e historia. Asimismo, la pobreza (p. 144) se califica como problema, realidad, condición, evitando el análisis serio y profundo de sus causas. Las tareas e investigaciones que sugiere este capítulo, muy comentado, se mantienen a nivel de descripciones generales, desarticuladas y descontextualizadas, recurriendo a lo fugaz y transitorio.

El negocio de Santillana cuenta con el apoyo del Estado español, que por mediación de los denominados créditos FAD, obligan a los países firmantes a adquirir bienes y servicios españoles, en particular materiales relacionados con proyectos educativos que son producidos y vendidos por empresas de este país.

En un intento por legitimar la producción de Santillana, un periódico derechista de Santa Cruz, se apresuró a indicar que todos los textos de la editorial son made in Bolivia (sic).
Artículo escrito por José Steinsleger. Publicado el 24 de junio de 2009 en La Jornada.

7 de junio de 2009

Perú: los indígenas contra el Estado y compañías petroleras

Yvon Le Bot* y Jean-Patrick Razon*

Enfrentamientos entre indígenas amazónicos y fuerzas armadas han dejadado decenas de muertos y numerosos heridos el viernes 5 de junio en el norte de Perú. Los nativos, que bloqueaban la ruta transamazónica, retuvieron como rehenes a varios policías. Las fuerzas del orden dispararon contra los manifestantes, utilizando helicópteros para ello, según algunas fuentes.

Estos enfrentamientos son resultado de un conflicto entre indígenas de la selva y el gobierno de Alan García, a causa de la explotación de las riquezas petroleras. Inmensas reservas han sido descubiertas en años recientes en la región. Un milagro, según el presidente García, que multiplican las iniciativas favorables a su explotación por las empresas extranjeras, incluido Perenco, un grupo franco-británico. Esto tiene consecuencias trágicas para las comunidades de cazadores-recolectores que obtienen sus recursos del bosque y de los caudales de agua.

Los indígenas agrupados en la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana se han movilizado contra la destrucción y la contaminación de su espacio vital y, después de varias semanas, la tensión no termina. Ellos han recibido el apoyo de numerosos sectores de la población en todo el país. Antes de los acontecimientos de los últimos días, una movilización general había sido programada para el jueves 11 de junio.

El gobierno manifestó su voluntad de pasar a toda costa, de abrir la vía a las compañías, burlándose de los derechos reconocidos a las comunidades desde los años 1970 (por parte del gobierno militar progresista de Juan Velasco Alvarado), protegidos por las convenciones de Naciones Unidas.

Esto que pasa en Perú es una ilustración dramática de un problema que se ha hecho crucial en toda América Latina: la explotación del subsuelo y la devastación del medio ambiente en detrimento de los pueblos autóctonos y de la biodiversidad. En Brasil, Chile, Colombia, Guatemala... los grupos indígenas se oponen a las empresas de explotación de recursos petroleros, mineros o forestales. En Ecuador, las comunidades amazónicas abrieron un proceso histórico contra la empresa trasnacional Texaco, que ha provocado un verdadero desastre ecológico en una vasta región. No se había visto jamás que las comunidades amazónicas intentaran un proceso contra una gran multinacional y todavía menos que los tribunales se mostraran sensibles a sus argumentos (una decisión final se espera próximamente).

Varios gobiernos latinoamericanos le han tomado la medida al problema y se esfuerzan por avanzar hacia las soluciones negociadas. Ese es el caso de Bolivia, donde el presidente indígena Evo Morales ha renacionalizado las reservas de hidrocarburos y renegociado con las empresas extranjeras las condiciones de su explotación, a fin de asegurar una redistribución más equitativa de los beneficios, notablemente por medio de programas de desarrollo, de educación y de salud para las poblaciones que lo requieren. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha propuesto, en tanto, congelar la explotación de una región entera de la Amazonia por razones ecológicas y a cambio de contrapartidas financieras de parte de la comunidad internacional. En Brasil, una decisión reciente de la Corte Suprema de Justicia ha venido a confirmar una orden del presidente Luiz Inacio Lula da Silva que reconoce un inmenso territorio de los grupos indígenas en el norte de la Amazonia y frena así la penetración de buscadores de oro o de traficantes de madera (en total, 13 por ciento de la superficie de Brasil está hoy constituida como territorio indígena).

Los movimientos indios que se han desarrollado en América Latina en las últimas décadas han obtenido avances importantes en nombre del país y han incluido el reconocimiento de los derechos territoriales. Sin embargo, el subsuelo queda como propiedad de la nación y la mayoría de las veces su explotacion es confiada a compañías nacionales o multinacionales que pillan y saquean sin consideración de los ocupantes ni del medio ambiente.

* Yvon Le Bot, director de investigacion del Centro Nacional de Investigacion Científica (CNRS, por sus siglas en francés), es autor de La grande révolte indienne, ediciones Robert Laffont, 2009.

* Jean-Patrick Razon es director de Survival International (France), movimiento mundial de apoyo a los pueblos indígenas (www.survivalfrance.org).

Traducción: Guillermo García Espinosa

Publicado el 7 de junio de 2009 en La Jornada.

4 de junio de 2009

Rescate o nacionalización

Si hubiera ocurrido en México o cualquier otro país latinoamericano, estaría hablándose de socialismo o, al menos, de populismo. Pero como sucede en Estados Unidos es el apropiado rescate del general Motor, que junto con el general Electric, son los personajes de celebrado chascarrillo gallego. Con 100 años de existencia, General Motors fue hasta el año pasado la principal fábrica de automóviles del planeta, la desbancó Toyota. Ayer se convirtió en Automotriz Obama al recurrir a la protección del capítulo 11 de la ley de quiebras. Bush le heredó el problema al nuevo presidente que de entrada se negó a darle otra ayuda de miles de millones de dólares sin tener la garantía de que los contribuyentes recuperarían su dinero y la empresa realmente saldría a flote. Irritaba a la opinión pública que sus altos ejecutivos llegaran en sus aviones privados a pasar la charola. El rescate le inyectará otros 30 mil millones de dólares, además de 20 mil millones que le proporcionó antes, pero se queda con 60 por ciento de las acciones. La Automotriz Obama funcionará mientras General Motors se restructura. En su momento venderá las acciones y recuperará el dinero de los ciudadanos. En México el pripanismo siguió otro procedimiento: los politicos suministraron miles de millones a los bancos como regalo y de pilón los entregaron al extranjero. ¿Sería gratuito el servicio?

Tomado de la columna Dinero escrita por Enrique Galván Ochoa.

3 de junio de 2009

Adiós, General Motors

Michael Moore

Escribo esto en la mañana del fin de la otrora poderosa General Motors. Al mediodía, el presidente de Estados Unidos lo hará oficial: General Motors, como la conocemos, ha terminado.

Sentado aquí en la ciudad natal de GM, Flint, Michigan, estoy rodeado de amigos y familiares llenos de ansiedad por lo que pasará con ellos y con la ciudad. Cuarenta por ciento de los hogares y negocios de la localidad han sido abandonados. Imagine el lector lo que sería vivir en una ciudad donde casi todas las demás casas estuvieran vacías. ¿Cuál sería su estado de ánimo?

Es una triste ironía que la compañía que inventó la obsolescencia planeada –la decisión de construir automóviles que se cayeran en pedazos en unos cuantos años para que el cliente tuviera que comprar otro coche– ahora se haya vuelto obsoleta. Se negó a fabricar los automóviles que el público quería, que tuvieran gran rendimiento de gasolina, que fueran lo más seguros posible y extremadamente cómodos de manejar. Ah, y que no comenzaran a desmoronarse en unos años.

GM se empeñó en combatir las reglamentaciones ambientales y de seguridad. Sus ejecutivos desdeñaban con arrogancia los inferiores autos japoneses y alemanes, los cuales llegarían a ser el patrón oro de los compradores de coches. Y estaba empecinada en castigar a su fuerza de trabajo sindicalizada, despidiendo a miles de trabajadores por ninguna otra razón que mejorar el estado de resultados a corto plazo de la corporación. De 1980 en adelante, cuando reportaba utilidades sin precedente, trasladó incontables puestos de trabajo a México y otros lugares, con lo que destruyó la vida de decenas de miles de esforzados estadunidenses. La patente estupidez de esta política radicaba en que, al eliminar el ingreso de tantas familias de clase media, ¿quién creían que iba a poder comprar sus automóviles? La historia registrará este yerro en la misma forma en que hoy recuerda a los franceses que construyeron la Línea Maginot o a los romanos que envenenaron inadvertidamente su sistema de agua al incorporar plomo letal a sus tuberías.

Aquí estamos, pues, en el lecho de muerte de General Motors. El cuerpo de la empresa aún no está frío y descubro que me siento rebosante de –me atrevo a decir– júbilo. No es el júbilo de la venganza contra una corporación que arruinó mi ciudad natal, que dejó sin hogar a la gente con la que crecí y le trajo miseria, divorcios, alcoholismo, desamparo, debilidad física y mental y drogadicción. Tampoco, obviamente, me alegra saber que otros 21 mil trabajadores de GM recibirán la noticia de que también ellos se han quedado sin empleo. Pero ustedes y nosotros y el resto de los estadunidenses ¡ahora somos dueños de una empresa automotriz!

Lo sé, lo sé... ¿quién diablos quiere manejar una fábrica de autos? ¿Quién de nosotros quiere que 50 mil millones de dólares de nuestros impuestos se arrojen al agujero de ratas que será este nuevo intento de rescate de GM? Digámoslo con claridad: la única forma de salvar a la empresa es darle muerte.

Sin embargo, salvar nuestra preciosa infraestructura industrial es otra cosa, y debemos darle máxima prioridad. Si dejamos que cierren y desmantelen nuestras plantas, lamentaremos amargamente su desaparición cuando caigamos en cuenta de que esas fábricas podrían haber construido los sistemas de energía alternativa que necesitamos con desesperación. Y cuando reparemos en que la mejor forma de transportarnos es con ferrovías ligeras, trenes balas y autobuses más limpios, ¿cómo podremos construirlos si permitimos que desaparezca nuestra capacidad industrial y su fuerza de trabajo capacitada?

Así pues, ahora que el gobierno federal y el tribunal de quiebras reorganizan a General Motors, he aquí el plan que pido al presidente Barack Obama que ponga en práctica para bien de los trabajadores, de las comunidades de GM y de la nación en su conjunto. Hace 20 años, cuando hice Roger & Me, traté de advertir a la gente sobre lo que le esperaba a General Motors. Si la estructura del poder y la tecnocracia hubiera escuchado, tal vez mucho de esto se habría podido evitar. Con base en mi trayectoria, solicito que se preste honrada y sincera consideración a las sugerencias siguientes:

1. Así como hizo el presidente Roosevelt después del ataque a Pearl Harbor, Obama debe decir a la nación que estamos en guerra y que debemos convertir de inmediato nuestras fábricas de automóviles en instalaciones que construyan vehículos de transporte en masa y dispositivos de energía alternativa. En 1942, en Flint, en cuestión de meses GM detuvo toda la producción de autos y de inmediato usó las líneas de producción para construir aviones, tanques y ametralladoras. La conversión se realizó en un abrir y cerrar de ojos. Todo el mundo participó. Los fascistas fueron derrotados.

Ahora estamos en una guerra diferente, la que hemos emprendido contra el ecosistema, guiados por nuestros líderes. Esta guerra tiene dos frentes. Uno tiene su cuartel general en Detroit. Los productos construidos en las fábricas de GM, Ford y Chrysler son algunas de las mayores armas de destrucción en masa, causantes del calentamiento global y del derretimiento de nuestros casquetes polares. Puede que esos objetos que llamamos carros sean divertidos de manejar, pero son como un millón de dagas en el corazón de la madre naturaleza. Continuar construyéndolos sólo conducirá a la ruina de nuestra especie y de gran parte del planeta.

El otro frente en esta guerra ha sido abierto por las compañías petroleras contra ustedes y yo. Están dedicadas a esquilmarnos todo lo que pueden, y han sido irrefrenables vendedoras de la finita cantidad de petróleo que se ubica bajo la superficie de la tierra. Saben que la están chupando hasta dejarla seca. Y como los magnates madereros de principios del siglo XX, a quienes les importaban un cacahuate las generaciones futuras y arrasaban con cuanto bosque cayera en sus manos, estos barones del petróleo no dirán al público lo que saben que es verdad: que queda sólo crudo utilizable para unas cuantas décadas más en el planeta. Y conforme los días finales del petróleo se acercan, prepárense para ver a algunas personas muy desesperadas, dispuestas a matar o morir por un litro de gasolina.

El presidente Obama, ahora que ha asumido el control de GM, necesita convertir de inmediato las fábricas a los nuevos usos necesarios.

2. No pongan otros 30 mil millones de dólares en las arcas de GM para fabricar automóviles. Usen ese dinero para mantener empleada a la actual fuerza de trabajo –y a la mayoría de los que han sido despedidos– para que pueda construir los nuevos modos de transporte del siglo XXI. Que el trabajo de conversión empiece ahora mismo.

3. Anuncien que en los próximos cinco años tendremos trenes balas cruzando el país. Japón celebra este año el aniversario 45 de su primer tren bala; ahora tiene docenas. Velocidad promedio: 265 kilómetros por hora. Tiempo de demora promedio: 30 segundos. Ellos llevan ya casi cinco décadas con esos trenes de alta velocidad... ¡y nosotros no tenemos uno solo! Es criminal que ya exista la tecnología para ir de Nueva York a Los Ángeles en 17 horas, y que no la hayamos usado. Contratemos a los desempleados para que construyan las nuevas vías de alta velocidad por todo el país. De Chicago a Detroit en menos de dos horas. De Miami a Washington en menos de siete. De Denver a Dallas en cinco y media. Se puede hacer, y hacerse ya.

4. Emprendan un programa para poner líneas de tren ligero masivo en todas nuestras ciudades grandes y medianas. Construyan esos trenes en las fábricas de GM. Y contraten pobladores locales en todas partes para instalar y operar este sistema.

5. Para los habitantes de zonas rurales que no sean atendidos por los trenes, que las plantas de GM produzcan autobuses limpios y eficientes en el uso de energía.

6. Por el momento, que algunas fábricas construyan vehículos híbridos o eléctricos (y baterías). Llevará algunos años que la gente se acostumbre a las nuevas formas de transporte, así que si vamos a tener automóviles, que sean más amables. Podemos construirlos el mes próximo (no le crean a quien les diga que llevaría años reacondicionar esas fábricas: no es cierto).

7. Transformen algunas de las fábricas vacías de GM en instalaciones que construyan molinos de viento, paneles solares y otros medios de energía alternativa. Ahora mismo necesitamos decenas de millones de paneles. Y existe una fuerza de trabajo capacitada y dispuesta que puede construirlos.

8. Concedan incentivos fiscales a quienes se transporten en automóvil híbrido o en autobús o tren. También, créditos para quienes conviertan su hogar a energía alternativa.

9. Para contribuir a sufragar esto, impongan un gravamen de dos dólares por cada litro de gasolina. Esto impulsará a las personas a cambiar hacia autos ahorradores de energía o a utilizar las nuevas líneas de tren que las antiguas empresas automotrices han construido para ellas.

Bueno, es un principio. Por favor, por favor, no salven a GM para que una versión más pequeña de ella no haga otra cosa que construir Chevys o Cadillacs. Eso no es solución a largo plazo. No tiren dinero bueno en una compañía cuyo tubo de escape funciona mal y llena el auto de un olor extraño. Este año se cumple un siglo de que los fundadores de General Motors convencieron al mundo de renunciar a sus caballos, sus sillas y sus carruajes para probar un nuevo modo de transporte. Ahora es tiempo de que digamos adiós al motor de combustión interna. Parece habernos servido bien durante largo rato. Disfrutamos los restaurantes de servicio en el auto. Nos divertimos en el asiento delantero y también en el trasero. Vimos películas en grandes pantallas al aire libre, fuimos a las carreras en pistas de todo el país, y echamos nuestra primera ojeada al Pacífico desde la ventanilla por la autopista costera. Y ahora, ya acabó. Es un nuevo día y un nuevo siglo. El presidente –y el sindicato de trabajadores automotrices– deben aprovechar el momento y crear una gran jarra de limonada con este limón* tan amargo y triste.

Ayer, la última persona sobreviviente del desastre del Titanic pasó a mejor vida. Escapó a una muerte segura esa noche y vivió otros 97 años. Del mismo modo, podemos sobrevivir a nuestro Titanic en todos los Flints, Michigan, de este país. Sesenta por ciento de GM es nuestro. Creo que podemos darle un mejor empleo.

* En lenguaje informal, los estadunidenses llaman lemon a cualquier objeto inservible, por ejemplo un automóvil (T.)

Traducción: Jorge Anaya

Publicado en La Jornada el 3 de junio de 2009.

Embotellados

El negocio del agua embotellada que se extiende en el planeta amenaza con limitar el acceso al líquido sólo a las personas que puedan pagar por ella hasta 10 mil veces su valor.

Se trata de una fase más de la privatización del recurso, en la cual las empresas buscan controlar todos los recursos hídricos, advierte Tony Clarke, autor del libro Embotellados, el turbio negocio del agua embotellada y la lucha por la defensa del agua.

Son cuatro las grandes empresas que generalmente no pagan el producto que envasan y tampoco hay garantías de que sea más saludable –como promueven– que el que sale de la llave. En este momento quieren aprovechar los territorios de América Latina para expandirse, ante la resistencia que ya enfrentan en Canadá y Estados Unidos, señala Clarke en entrevista con La Jornada. En 2002 publicó junto con Maude Barlow el libro Oro azul, en el cual aborda la escasez del agua y su inicial proceso de privatización.

–¿Qué ha pasado entre la publicación de Oro azul y este libro?

–Una de las cosas que tenemos más claras desde que se publicó Oro azul es que en Europa, Canadá y Estados Unidos la punta de lanza de la privatización del agua ha sido embotellarla.

Oro azul

“El objetivo de privatizar 70 por ciento de los servicios públicos de agua, que era la proyección de empresas como Suez y Veolia, fue un fracaso. Después de Oro azul nos dimos cuenta de que teníamos que enfocarnos hacia la otra parte del proceso de privatización, que es la industria del agua embotellada. Parte de la esa estrategia consiste en convencer a la gente de que beber el agua de la llave es dañino para la salud y es más saludable la embotellada, con lo que se favorecería la privatización por ambas vías: si ya pagas mil o hasta 10 mil veces más por la que consumes envasada, por qué no aceptar que se privatice el servicio público. Cerca de un tercio de la población en Estados Unidos y Canadá cubre sus necesidades de hidratación directamente del agua embotellada”.

–¿Los pobres tienen que pagar más por el agua?

–No sólo van a pagar más. Al mismo tiempo, mediante el consumo de agua embotellada, contribuyen a la degradación y la destrucción ambiental. Las botellas de plástico terminan en basureros a cielo abierto, en rellenos sanitarios e incluso en los ríos. El reciclaje de envases no funciona, ya que de las botellas de Coca Cola sólo 10 por ciento es reciclable.

“Además –agrega–, no existe ninguna garantía de las empresas de que el agua que venden es más limpia, pura y saludable que la que recibimos por el grifo en nuestras casas”.

–¿Cuáles son las ganancias de estas firmas?

–Nestlé es la principal empresa alimentaria del planeta; está entre las 15 primeras de la lista de 500 de Fortune, y la división de agua embotellada es la que más rápido ha crecido en ganancias en todo el mundo. En el caso de Coca Cola y Pepsi Cola, que venden bebidas carbonatadas, éstas han empezado a ser desplazadas por el agua, rubro que para ellas también es una fuente de ingresos creciente.

En este libro se menciona que las ganancias son hasta de 35 por ciento, pero en un análisis más cuidadoso vemos que prácticamente no pagan nada por el agua, ya que la obtienen de las redes públicas, de acuíferos o ríos. Los costos provienen de los empaques y de la publicidad, la cual está dirigida al público en el sentido de que es mejor consumir el agua que venden, pero por la cual ellas no pagan.

–¿A qué nivel de privatización de agua se puede llegar?

Control de recursos hídricos

–Las embotelladoras y las privatizadoras de servicios públicos se están vinculando. Tratan de construir una alianza para la administración del agua global. Esto significa que tratan de hacerse del control de los recursos hídricos del planeta, lo que es grave y peligroso. Si obtienen ese control, sólo tendrán acceso al líquido quienes puedan pagar los precios que les impongan.

“En un momento de crisis como el actual, el control monopólico que tratan de ejercer por el recurso hídrico significa que mucha gente va a perder el acceso a éste, y siendo que es esencial para la vida, entonces la vida de la gente está en riesgo por esta privatización.

“Lo que trato de decir cuando habló de la vinculación es que en el contexto de la Organización de Naciones Unidas hay una instancia que se denomina El mandato de los ejecutivos del agua, que es un intento de legitimización, no sólo de las empresas vinculadas directamente con el agua, como las refresqueras y servicios públicos, sino de todas aquellas en las que el agua es esencial para sus actividades. Utilizan esta estructura para hacerse de legitimidad.

–¿El derecho humano al agua es un sueño?

–Podemos creer o no en el derecho humano al agua; yo creo que sí es un derecho fundamental, pero no es suficiente con plantearlo así. Se debe tomar en cuenta que se trata de un bien común y de un bien ecológico. En el sistema capitalista el agua no va a ser llevada a aquellos que la necesitan ni en la cantidad requerida, sino más bien a quienes que puedan pagar por ella.

–México esta ubicado entre los principales consumidores de agua embotellada en el mundo, ¿A qué lo atribuye?

–A sabiendas de que en México puede haber 6 mil o más embotelladores de agua, en realidad el mercado está controlado por las cuatro grandes, fundamentalmente Coca Cola. Una de las causas por las cuales este mercado crece de manera desproporcionada tiene que ver con que estas empresas explotan el hecho de que en México hay malos servicios de abastecimiento de agua potable. Es una estrategia que se da en América Latina.

En Estados Unidos, Canadá y Europa crece un movimiento de resistencia contra el agua embotellada que ha ocasionado una disminución de sus ventas, y en Canadá ya hay 50 ciudades donde las autoridades han establecido restricciones a su venta en lugares públicos.

La versión en español del libro Embotellados, el turbio negocio del agua embotellada y la lucha por la defensa del agua circula bajo la editorial Itaca.

Vean el avance del documental Flow, que trata del problema del agua a nivel mundial.

Publicado el 3 de junio de 2009 en La Jornada.