Nueva televisión
Puede uno imaginar la sorpresa de cualquier persona, a mediados del siglo pasado, frente al nuevo invento de la televisión. Lejos de imaginar los alcances que el nuevo aparato podría traer en términos de entretenimiento, se adivina que la sorpresa tenía más que ver con la posibilidad de la comunicación. ¿Puedo ver algo que está sucediendo a dos kilómetros de distancia? podría ser una pregunta sensata, antes que ¿Podré ver anuncios de chocolate en polvo? Para los expertos de entonces, con seguridad la nueva era de la televisión tuvo forma, en algún momento, de una rica oportunidad: la de comunicarnos, compartir conocimientos y experiencias, entender la cultura de los otros. Educar. Imaginemos: millones de analfabetas por un lado, y la nueva posibilidad de llevar, a cualquier lugar, a través del aire, una señal que bien podría ir cargada de conocimiento. Pero no. Décadas después la señal lleva consigo concursos de belleza, noticias como producto, anuncios de cremas humectantes y "la voz de la sociedad civil" encarnada en la conductora de un noticiero. Otros contenidos están relegados a la señal cerrada del cable o al olvido.
Ahora, para cualquiera de nosotros, esto parece natural. Relacionamos a la televisión con entretenimiento y prácticamente no concebimos otro uso para ella.
Luego viene internet: un medio en inicio más democrático y con una capacidad de información cruzada que parecería difícil que algún día pudiera ser acotada por la visión corta de "entretenimiento es comunicación". Pero el paisaje tampoco es tan alentador. Aquí abajo una muestra: los resultado del buscador de Google nos dan un indicio de lo que está sucediendo en el relativamente nuevo, rico, inexplorado y culturalmente prometedor mundo de internet (como alguna vez lo fue la televisión).