29 de febrero de 2008

Who killed the electric car?

Tiempos de bonanza tecnológica. En unos cuantos años la computadora pasó de ser un monstruo de varios metros cúbicos a una pequeña libreta sobre el escritorio. Como la computadora, el mundo corre como nunca, transformado los objetos a pasos agigantados. Pero con el automóvil no ha sido así. Cien años después, el más grande fetiche tecnológico sigue siendo el mismo dinosaurio impulsado por el ya ridículo recurso de la combustión interna. Un par de generaciones ha escuchado hablar del coche eléctrico. Pero su materialización ha sido una utopía y el petróleo sigue siendo la causa principal de nuestros tan sonados achaques climáticos. Y así será, mientras los formas en las que nos movemos respondan a intereses que no son nuestros. Who killed the electric car? es un documental cuya pregunta, sin duda, nos llevará a las respuestas que todos suponemos.

28 de febrero de 2008

¿Globalización o Imperialismo?

La globalización se sitúa en el centro de varias agendas intelectuales y políticas, dado que plantea preguntas cruciales acerca de lo que, se considera ampliamente, constituye la dinámica fundamental de nuestro tiempo: la transformación radical de las relaciones e instituciones sociales y económicas que, en los albores del siglo XXI, redefinen una época.

La globalización es tanto una descripción como una prescripción, que a su vez sirve como explicación – una explicación pobre – y como ideología que domina el pensamiento social y el diseño y puesta en práctica de políticas. En cuanto descripción, “la globalización” se refiere a la ampliación y profundización de los flujos internacionales de comercio, capital y tecnología e información dentro de un solo mercado global integrado. De la manera como sucede con el término “aldea global”, sirve para identificar un conjunto de cambios producidos por la dinámica del desarrollo capitalista, al igual que la difusión de valores y prácticas culturales asociada con este desarrollo. En este contexto, frecuentemente se hace referencia a los cambios ocurridos en la organización capitalista de la producción y de la sociedad; extensiones de un proceso de acumulación de capital hasta ahora ejercido principalmente en el ámbito nacional y restringido a los confines – y poderes reguladores – del Estado. En cuanto prescripción, la globalización supone la liberalización de los mercados nacionales y mundial bajo la creencia de que el libre flujo de comercio, capital e información producirá el mejor resultado para el crecimiento y el bienestar humano. En ambos niveles, sea descriptivo o prescriptible, “la globalización” se presente con el aura de lo inevitable y de una convicción avasalladora, delatando sus raíces ideológicas...

Tenemos aquí una importante división entre la perspectiva teórica y analítica. Por un lado, quienes conciben la globalización como un conjunto de procesos interrelacionados e inevitables, a la que sólo puede y debe hacérsele determinados ajustes… Desde esta perspectiva (i.e. lo inevitable de la globalización), el asunto por dilucidar es cómo un país en particular, o un grupo de países, puede ajustarse a los cambios de la economía mundial e insertarse en el proceso de globalización bajo las condiciones más favorables. [Keith] Griffin, entre otros, cree que tal integración y adaptación es una cuestión necesaria y posible. El asunto, argumenta, es de qué manera pueden encauzarse las fuerzas que conducen el proceso de globalización para servir a los requerimientos del desarrollo humano.

Por otro lado, quienes conciben la globalización como proyecto de clase, y no como proceso inevitable, visualizan los hechos y cambios asociados con ésta de manera diferente. Bajo esta óptica, el término globalización no es considerado como particularmente útil para describir la dinámica del fenómeno. Es visto, en cambio, al igual que lo hacemos nosotros, como una herramienta ideológica utilizada por la prescripción. En este contexto, puede contraponerse con un término que tiene un valor descriptivo y un poder explicativo considerablemente mayor: imperialismo.

Partiendo de este último concepto, la red de instituciones, que define la estructura del nuevo sistema económico global, no es considerada en términos estructurales sino como intencional y contingente, sujeta al control de individuos que representan y promueven los intereses de una nueva clase capitalista internacional. Dicha clase, se argumenta, está sustentada en instituciones que conjuntan alrededor de 37,000 corporaciones transnacionales (TNC), las cuales son las unidades operativas del capitalismo global, portadoras del capital y la tecnología, y principales agentes del nuevo orden imperial. Estas TNC no constituyen el único fundamento organizacional del nuevo orden: incluyen también el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones financieras internacionales (IFI), es decir, “la comunidad financiera internacional”, o lo que Barnet y Cavenagh denominan, “red financiera global”. Además, el Nuevo Orden Mundial está integrado por una miríada de foros de planeción y diseño de políticas globales, tales como el Grupo de los Siete (G-7), la Comisión Trilateral (CT) y el Foro Económico Mundial (FEM); al igual que por el aparato de Estado de los países situados en el centro del sistema, aparato que ha sido reestructurado para servir y responder a los intereses del capital global. Todas estas instituciones forman parte integral del nuevo imperialismo: el nuevo sistema de “gobierno global”.

Petras, James y Henry Velimeyer, “Comprender el desarrollo mundial: ¿globalización o imperialismo?” en La globalización desenmascarada. El imperialismo en el siglo XXI, México, 2003.

24 de febrero de 2008

La confusión

El objetivo principal de la ideología de la clase dominante es la confusión. (...) Los procedimientos contra-revolucionarios que causan la confusión son, paralelamente, la anexión parcial de los nuevos valores y una producción deliberadamente anti-cultural apoyada en los medios de la gran industria (novela, cine, -televisión-), consecuencia natural del embrutecimiento de la juventud (...). La ideología dominante organiza la banalización de los hallazgos subversivos y los difunde ampliamente una vez esterilizados. Incluso consigue servirse de los individuos subversivos: muertos por el falseamiento de su obra y vivos gracias a la confusión ideológica general, drogados con una de las místicas con las que comercia.

17 de febrero de 2008

La extinción del hombre culto

Doris Lessing.

"La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña, y se comprendían, compartían una cultura, podían referirse a los mismos libros, obras de teatro, poemas, cuadros, que formaban un entramado de referencias e informaciones que eran como la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y escrito. Esto ya no existe.El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian.



(...) Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política-, pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿qué fue la Revolución Francesa?". Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible. Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lectura, los libros, la cultura literaria. La lectura era -y sigue siendo en lo que llamamos el Tercer Mundo- una especie de educación paralela, que todo el mundo poseía o aspiraba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus conventos y monasterios, a los aristócratas durante la comida, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y la gente humilde, aunque sólo dispusiera de una Biblia, respetaba a los que leían. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores escogían los textos, e incluían la política y la historia, las novelas y la poesía. Uno de sus libros favoritos era El Conde de Montecristo. Un grupo de trabajadores escribió a Dumas pidiendo permiso para emplear el nombre de su héroe en uno de los cigarros.(...) Vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de ultramar."