La McDonaldización de la vida mexicana
Artículo escrito por René Drucker Colín –uno de los más destacados representantes del quehacer científico nacional– publicado el 7 de agosto de 2007 en La Jornada.
Si uno voltea a ver a su alrededor y medita un poquito sobre el estilo de vida que nos hemos forjado a lo largo de ya varias décadas, no sabríamos bien a bien si reír o llorar. No cabe duda que la complejidad de la vida moderna impone cada vez más demandas, no sólo a la sociedad en su conjunto, sino a las familias también. Está claro que hoy día las grandes ciudades imponen una serie de demandas a los ciudadanos que obligan a encontrar las formas más simples, efectivas y rápidas para resolver la vida cotidiana. Si a esto le sumamos la falta de estructuras y servicios sociales de calidad, la combinación es bastante explosiva y genera gran presión hacia los individuos por encontrar los métodos con menores complicaciones y así generar la resolución de las necesidades más inmediatas y apremiantes. Una de ellas, por ejemplo, es la alimentación, donde a raíz de la introducción masiva y constante de productos baratos y de rápida confección, se ha logrado introducir a nuestro país (pero asimismo en el mundo entero), cambiando costumbres, una serie de insumos culinarios baratos, pero de bajísima calidad y de alta peligrosidad para la salud.
Las cadenas de fast food (comida rápida) como McDonald's son responsables de los cambios alimenticios en la población, lo que ha logrado que nos coloquemos en el segundo lugar después de Estados Unidos en obesidad. Las consecuencias de esto no han dejado de aparecer rápidamente con el alarmante crecimiento de la diabetes juvenil. Pero el problema no se restringe a los hábitos alimenticios. El modelito de "comida rápida" se ha introducido en el estilo de vida de nuestra población y, lo que es peor, al modelito de visión de desarrollo del país por parte de ciertos sectores de la población y de grupos políticos. Lo rápido es negocio, la calidad es prescindible.
No hay espacio para exponer todos los ámbitos de la vida mexicana en los que la McDonaldización ha terminado siendo un estilo a seguir. La superficialización y tergiversación de los valores está terriblemente presente cotidianamente en la televisión, donde es difícil encontrar algo que valga la pena ver. Lo terrible es que eso es lo que alimenta la mente de los jóvenes, quienes ven durante demasiado tiempo este supuesto medio de diversión.
La educación superior en nuestro país ha sufrido también una especie de cambio hacia lo superfluo y supuestamente útil. Hoy día nos han invadido las universidades patito que podríamos bautizar con el nombre de universidades McDonald's, en las cuales la educación que se imparte termina enfermando a los alumnos de una especie de espejismo educacional: los "preparan" para una serie de empleos que frecuentemente no sólo no existen, sino que además, cuando sus egresados son contratados, los sueldos que reciben son equivalentes a su preparación: malos, por no decir malísimos.
Por otra parte, los intereses de grupos de poder económico y de grupos políticos, confabulados ambos, no tienen interés en resolver los problemas de la sociedad mexicana: lo que desean es saquear al país y generar una sociedad complaciente, pobremente educada y, por ende, fácilmente manipulable, impulsando todos los valores más superficiales y anodinos. Hoy día el conocimiento, la cultura, la educación de calidad son consideradas por los grupos de poder inútiles y como piedritas en el zapato. ¿Para qué quiero generar conocimiento, si lo puedo comprar?, ¿para qué quiero cultura, si puedo viajar? y ¿para qué quiero educación de calidad, si puedo enviar a mis hijos a estudiar fuera? Los que no puedan hacer todo eso, no merecen tenerla, y ciertamente, yo gobierno, o yo empresario, no voy a invertir para que la sociedad entera pueda recibir los beneficios de estas cosas. Mejor hay que convencer de que la McDonaldización de la vida mexicana es lo mejor que puede tener el pueblo de México. ¿A quién le interesa cambiar eso? Desde luego a la clase política dominante, no. Si no, ¿cómo les vendemos espejitos? Estamos, pues, invadidos por la chatarra alimenticia, la chatarra televisiva y la chatarra educativa, enriqueciendo a algunos pocos y fastidiando a muchos.