No pagaremos la crisis
París, 8 de abril. Las amenazas del presidente francés cayeron en saco roto. ¿Qué historias son ésas de rehenes?, dijo encolerizado Nicolas Sarkozy. Vivimos en un estado de derecho. ¡No voy a permitir tales actos!, aseguró en alusión a varios incidentes en los que directivos de empresas han sido retenidos por los trabajadores como forma de protesta por el cierre de plantas.
Unas horas después de las declaraciones del gobernante, tres ejecutivos ingleses y uno francés del fabricante de adhesivos británicos Scapa fueron retenidos durante 24 horas por empleados de una planta en el centro-este de Francia, amenazada de cierre.
No deseo una sublevación social, pero veo revueltas en las empresas, dijo la lideresa socialista, Ségolène Royal. Las acciones cuentan con la simpatía de la población: La violencia nace de los empresarios, que sólo piensan en su propio beneficio y destruyen puestos de trabajo, sostienen los sindicalistas.
Según una encuesta de Ifop-Paris Match, 63 por ciento de las personas dicen comprender, pero no aprobar estos actos; 30 los aprueban y sólo 7 por ciento los condenan.
Los sindicatos, que hasta ahora habían sobrellevado las revueltas, suponen cada vez menos que sean una válvula de escape. Tras las protestas de marzo en todo el país, Sarkozy dejó claro que no haría más concesiones. Los sindicatos, que movilizaron en las calles a miles de personas, quedaron literalmente con las manos vacías.
Cuando poco después empleados de Caterpillar, en Grenoble, tomaron en rehenes durante una noche a su jefe, Nicolas Polutnik, y otros directivos, Sarkozy tomó cartas en el asunto y dijo que no dejaría solos a los trabajadores. Al final se salvaron 133 plazas y los empleados recibieron salarios caídos por los días de huelga, además de recibir más dinero para planes sociales. La privación de la libertad por este motivo no tiene consecuencias jurídicas en Francia.
Anteriormente, ejecutivos de Sony Francia y de la filial francesa del estadunidense 3M habían sido también retenidos cuando anunciaron cierres de plantas o despidos; ejecutivos del fabricante alemán de neumáticos Continental fueron recibidos a huevazos después de que la compañía adelantó el cierre de su empresa en Clairoix, lo que dejará sin trabajo a mil 120 empleados; incluso el multimillonario François-Henri Pinault, presidente del grupo de productos de lujo PPR y uno de los empresarios franceses más poderosos, fue bloqueado durante una hora en un taxi en París por trabajadores que protestaban contra el despido de mil 200 de ellos.
La combatividad de las bases en las empresas se ha visto alentada por las informaciones sobre opciones millonarias de compra de acciones y dorados apretones de manos para los altos directivos.
Entonces cunde la ira. Quieren llevarnos como ovejas al matadero, pero van a enfrentarse a leones, dijeron los empleados de Continental, tras un encuentro en el palacio presidencial. No queremos pagar su crisis.
La desconfianza asesta cada vez más golpes a Sarkozy, quien asumió el cargo como presidente del poder adquisitivo que buscaría el crecimiento con uñas y dientes. Y ahora la oposición, incluido el líder del centrista MoDem, François Bayrou, muestra comprensión por la toma de rehenes.
Royal incluso llegó a decir que lo que tildan de revuelta es una reacción a la violencia ejercida contra el país y los empleados. Los trabajadores de Caterpillar se enteraron de su “condena a muerte por la prensa”, dijo la socialista, y denunció la criminalidad de los privilegiados que saquean las empresas y eliminan empleos.
La gobernante UMP acusa a la oposición de promover la violencia mañana, tarde y noche y alentar políticamente los miedos de los franceses. Sin embargo, el malestar social no beneficia a partidos opositores: los sociólogos temen que la crisis salte de la economía a la sociedad.
El pueblo se despide de las elites, explica el director del instituto Mediascope, Denis Muzet. “El abismo entre el mundo real de las víctimas de la crisis y el mundo virtual de los líderes –políticos, banqueros, directivos– es cada vez más profundo.” Por ello se cierne el peligro de que los políticos y sus planes de rescate acaben en el mismo saco que los responsables de la crisis.
En el palacio del Eliseo los temores son parecidos. La crisis económica crea peligrosa tierra fértil para los extremismos, dijo el asesor especial de Sarkozy, Henri Guaino. En los años 30, las crisis alimentaron el antisemitismo y el totalitarismo.
Dpa y Afp, tomado de La Jornada, publicado el 9 de abril de 2009.