Entrevista a Günter Wallraff
Günter Wallraff en entrevista con La Jornada: “me siento más cómodo con los vulnerables porque a diferencia de los poderosos viven la realidad, tienen opiniones realmente interesantes y mueven al mundo. Con ellos he aprendido que mi papel es, como en la física cuántica, el de un muy pequeño elemento de aceleración, que empuja a otros y a su vez es impelido por otros. Hacer periodismo encubierto para mí es una forma de contrainsurgencia, funciona para entender la realidad”.
El periodista indeseable visita México. Cabeza de turco (uno de sus libros representativos), conejillo de indias de la industria farmacéutica, disfrazado de lo más inimaginable para lograr reportajes que cambiaron al mundo, temido por los poderosos, amado por los desprotegidos, admirado por generaciones de periodistas, leído por multitudes, el maestro Günter Wallraff (Burscheid, Alemania, 1942) realizará una serie de actividades en México: impartirá un taller de periodismo encubierto, ofrecerá una conferencia de prensa, dictará una conferencia magistral en Bellas Artes, el martes 25, y otra en la Fundación Friedrich Ebert. Participará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Antes de abordar el avión, concedió la siguiente entrevista a La Jornada vía teléfonica desde su casa, lograda gracias a la colaboración de Jürgen Moritz.
El método del niño
–Su método de periodismo encubierto ¿lo asume usted como una forma de contrainsurgencia?, ¿enmascararse para desenmascarar al poder?
–Sí, funciona para entender mejor la realidad y para que pueda yo entrar directamente a los temas que elijo. Sucede que fui un muy mal estudiante, sobre todo en las materias teóricas; tenía que sentir una cosa para realmente entenderla. De manera que mi forma de trabajar es una parte de mi biografía. Pero también es un método para eludir la versión oficial, porque el discurso oficial nunca explica el tema, la realidad.
“Es necesario vivir el tema, la realidad, para entender. También es un juego. Es el método de un niño. Tener los ojos de un niño para ver el mundo como lo ve un niño, sentir como siente él, aprender como lo hace un niño. También, es divertido jugar a hacerse el tonto: así vas a escuchar cosas mucho más honestas y más duras porque el interlocutor cree que eres un tonto, y eso también forma parte del método. Por supuesto, para hacerte el estúpido no tienes que ser estúpido.”
–¿Qué significa para usted ser un periodista de pensamiento progresista o de izquierda, cuando el mundo ya es unipolar?
–Significa tener una utopía, todavía. Entender, tener la conciencia de que el mundo como es no puede seguir. No tiene futuro el mundo como es hoy día.
“Sin ser dogmático, sin ser cerrado, tienes que tener claro que eres solamente un elemento muy pero muy pequeño en el planeta. Eso viene de la física cuántica. Eres un muy pequeño elemento de aceleración. Estás empujando a alguien pero a ti también alguien te está impulsando. Ésa es tu función.
“Si juegas tu propio papel muchas veces no te percatas de que abrigas prejuicios. En cambio, si asumes un papel distinto enseguida te das cuenta de los prejuicios que puedes cultivar, y entonces cambias.”
Aprendizaje con los sin voz
–¿Asume entonces el periodismo como un servicio? ¿Dar voz a quien no la tiene? ¿Ponerse del lado de los desprotegidos?
—Sí, es importante dar voz a las personas que no tienen voz, pero también debes darte cuenta de que al ponerte del lado de los desprotegidos te colocas en un proceso continuo de aprendizaje. Aprendes de esas personas, y ésa es la manera en que el servicio social va y viene, es recíproca, fluye.
–Su colega Kapuscinski murió con una preocupación cara: los medios de comunicación, decía el maestro polaco, están cada vez más en manos de comerciantes y cada vez menos en manos de periodistas. ¿Comparte usted esta certeza?
–Ciertamente. Tuve además el privilegio de convivir con él, sobre todo en la década de los 80. Es para mí uno de los grandes maestros, no solamente del periodismo, sino de la actitud ante la vida. No solamente comparto su preocupación póstuma, veo cómo los intereses comerciales invaden el periodismo.
“Aunque en Alemania todavía tenemos una prensa crítica y una pluralidad en las opiniones, estamos en peligro permanente frente al funcionamiento de los medios de comunicación que cada vez más obedecen a un criterio solamente comercial y no periodístico.
“En los años 50 un famoso periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung dijo que la libertad de prensa es la libertad de los alrededor de los 200 dueños de los medios de comunicación. Si observamos esa cifra, hoy se ha reducido a tres, cinco megamultinacionales asentadas en Alemania. Lo que siempre se achacó, y con razón, al comunismo, de la opinión uniforme, ahora, en la concentración de las opiniones en el neoliberalismo parece revivir de otra manera.
“Observamos este fenómeno de una norma única, la moda de las opiniones únicas de los multimedios y la integración de una corriente dominante y, sobre todo, una tendencia de los medios de comunicación como entretenimiento y no como información. Hay algunos medios críticos, plurales, pero a veces funcionan para un público muy reducido, mientras la gran masa consume medios de comunicación que buscan formar personas tontas y no informadas o inteligentes. El modelo de entretenimiento de Estados Unidos contamina gravemente al resto del planeta en cuanto a medios de comunicación.”
–Al igual que lo hizo Kapuscinski hasta su muerte, usted, Günter Wallraff, ha mantenido ese sentido de humildad que hace grandes a los periodistas. ¿Cómo se logra ese control, esa verticalidad? Se lo pregunto porque sobran casos de periodistas que destacan para enseguida caer en las redes del poder,
–Una manera de evitar la coquetería que acostumbran los poderosos es tener amigos de distinta índole, es decir, no pertenecer a ningún grupo, ninguna corriente, ningún bloque identificable. También, interesarse realmente por la opinión de los demás, pero sobre todo acercarse a los más vulnerables. Eso te ayuda a entender muchas cosas muy interesantes que la gente en el poder no te puede ofrecer.
“Por supuesto que ser famoso o prominente acerca a muchos a la prostitución, a venderse por una ilusión de poder. Lo importante es mantenerse como una persona normal. Ser buena persona garantiza ser buen periodista. En lo personal me siento más cómodo con los vulnerables, con las minorías, porque esas personas, que viven en el intersticio de las culturas, tienen opiniones realmente interesantes, porque viven en la realidad, mientras los poderosos son muy aburridos, viven en la irrealidad.”
Publicado el 20 de noviembre de 2008 en La Jornada.